El Dodge Charger Daytona fue uno de los modelos más superlativos de la época dorada de los muscle cars americanos. Se creó para batir a sus rivales de la NASCAR -acrónimo de National Association for Stock Car Auto (Asociación Nacional de Carreras de Automóviles de Serie)- en las pruebas de velocidad, y vaya si lo consiguió. Hoy en día son dificilísimos de encontrar y por ello están altamente cotizados. Se le conoció también como el “guerrero alado”.
Recordamos que la época dorada del automovilismo estadounidense terminó con la crisis del petróleo de 1973. Grosso modo podríamos decir que hasta entonces su evolución tecnológica era totalmente diferente a la del mercado europeo y japonés, con un crudo barato en el mercado y unos impuestos “relajados”. Ello propició la creación de unos vehículos con unos gigantescos motores atmosféricos, con un único objetivo: más y más caballos. Esto se realizaba normalmente a base de elevar las cilindradas. Cuando el petróleo “ilimitado” y “barato” se terminó, hubo que cambiar el chip.
El 1969 Dodge Charger Daytona, un coche de tamaño medio en aquellas latitudes (5.283 mm de largo, 1.946 mm de ancho y 1.351 mm de altura), necesitaba producirse en la cantidad de 500 unidades de calle para poderse homologar y competir en la NASCAR. Las modificaciones más importantes a las que se tuvo que someter el Daytona fueron un frontal en forma de cuña, con unos faros retráctiles integrados, una luneta trasera nueva, y un alerón trasero de 60 cm de altura. Los bocetos de su diseño salieron de la mano de John Pointer, un ingeniero de misiles de Chrysler.
El Daytona “básico” iba equipado con el propulsor V8 440 Magnum, de 7,2 litros de cilindrada y 380 CV. Los más potentes llevaban en sus entrañas el mítico V8 426 HEMI, de 7 litros y 425 CV a 5.000 RPM, y un par motor de 665 Nm a 4.000 RPM. Estos valores eran los oficiales, en la práctica solían ser más elevados
El Charger a secas tenía las formas totalmente cuadradas, y conseguir un Cx de 0,28 (gracias al túnel del viento) con estas modificaciones era algo casi de ciencia ficción. Dichas modificaciones funcionaron en circuito, de hecho fue el primer vehículo que superó la barrera de las 200 millas/hora (320 km/h) en la NASCAR, en marzo de 1970, récord que mantuvo durante 17 años.
Estos motores podían ser combinados con una transmisión automática de cuatro velocidades o con una manual de tres. Para los temerarios recordar que llevaba tambores como sistema de frenos en el eje trasero y discos ventilados en el delantero; necesita 84 metros para pararlo desde 130 km/h.
No tenemos datos oficiales de sus prestaciones al ser un modelo para competición, pero para hacernos una idea, el Dodge Charger con motor HEMI de 7 litros y 425 CV tardaba 5,5 segundos para alcanzar los 100 km/h y una velocidad máxima de 219 km/h.
Con este motor HEMI requería 4 segundos para pasar de 80 a 120 km/h, y ¡6,3 segundos de 80 a 180 km/h! Si algo tenían estos bichos era par motor para unas recuperaciones estratosféricas
Entre 1969 y 1970 consiguieron 22 victorias en la NASCAR, hasta que cambiaron la normativa y no pudieron seguir compitiendo. La realidad era que resultaba insultantemente dominante en las carreras, y por ello cambiaron las reglas de competición, para joderlo quitarlo de la circulación.
En circuito alcanzó su objetivo, pero a las unidades de calle les costaron salir del concesionario. Los 503 ejemplares fabricados entre 1969-1970 no se vendieron por completo hasta 1972, y muchos de ellos se utilizaron como banco de repuestos para los modelos Charger R/T y Road Runner.
En el año 2006 se puso a disposición del público una versión actual de este mítico modelo. Le siguieron un par de generaciones más, siendo la lanzada a mediados del año 2017 la más reciente. Se consiguieron importantes avances en estética y prestaciones. Como suele suceder en estos casos, existen opiniones encontradas entre los seguidores de ambas versiones. Pero el Dodge Charger Daytona de 1969 siempre será un clásico inmortal.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS