Una de las cuestiones más interesantes sobre la historia del mercado automovilístico estadounidense es lo rápido que comprendió la importancia de la publicidad. Basada en su vocación por y para las masas, ésta no se limitó a vender los vehículos en base a sus cualidades técnicas, sino que llegó a convertirlos en verdaderos objetos de deseo, ideales de vida, con los cuales poder satisfacer diversas aspiraciones personales.
De hecho, el germen de la actual publicidad automovilística -en la que, con raras y meritorias excepciones, todo se basa en el artificio y el estilo de vida en vez de la pura descripción del avance tecnológico- proviene justamente de aquí. De una mercadotecnia a la americana donde todo, absolutamente todo, es susceptible de ser fagocitado por el sistema a fin de convertirse en un espectáculo de masas.
Así las cosas, desde los años cincuenta los grandes conglomerados instalados en Detroit empezaron a organizar ferias itinerantes por todo el país con el objetivo de mostrar, cada año, las constantes novedades insertadas en sus gamas.
Durante los años cincuenta y sesenta las muestras itinerantes organizadas por las marcas eran muy habituales en los Estados Unidos. Una ocasión estupenda para llamar la atención presentando modelos y conceptos creados por y para pensar el futuro en una clave estilística
Sin duda una serie de eventos atractivos para los aficionados al motor aunque, a decir verdad, insuficientemente llamativos como para llamar la atención del público más masivo. Por ello aquellas citas se acompañaban con la muestra de los llamados “modelos de exhibición”. Es decir, automóviles con factura única que, lejos de ser prototipos destinados a una posible producción en serie, tan sólo habían sido ideados como ejercicios de estilo lo más llamativos e imaginativos posible.
Es más, llegados a los años cincuenta estos se beneficiaron de la estética futurista inherente a la fiebre por la exploración espacial, dando lugar a creaciones tan interesantes como el Astrovette de 1968. Basado en un Corvette de ese mismo año, en su carrocería se citan todo tipo de conceptos relacionados con la aerodinámica.
De hecho, en el momento de su aparición se especuló con un posible récord en el salar de Bonneville pues, como vemos, todo en este modelo va unido a correr lo máximo posible en línea recta con detalles como el carenado de sus ruedas traseras o su zaga acabada en forma de gota de agua.
Asimismo, su motor Chevrolet 427 con hasta siete litros de cilindrada y 400 CV daba alas a esta posibilidad pues, como vemos, no va precisamente corto en cuestiones relacionadas con la potencia. Sin embargo, desgraciadamente el Astrovette nunca pasó de ser un modelo de exhibición trasladado de feria en feria por todo el país. Una pena pues, sólo imaginar sus formas fluidas y futuristas cruzando Bonneville o el desierto de Black Rock en Nevada se nos viene a la cabeza una estampa realmente increíble.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS