Nuestro protagonista de hoy, el Bricklin SV-1, nace en la década de los 70 de la mano Malcolm Bricklin, un magnate de la automoción estadounidense conocido por ser importador al país norteamericano de diversas marcas, entre las que se encontraban entre otras, Subaru o Fiat.
Es justo a mediados de la década, en 1975, cuando Malcolm decide vender su participación en la compañía japonesa y ponerse a construir su propio deportivo en Canadá, país que le otorga varios créditos millonarios para afrontar su ambicioso proyecto y que ve con muy buenos ojos las ideas de Bricklin. Curiosamente, el modelo nunca llegó a venderse en el país donde se fabricaba, siendo tan solo el mercado estadounidense su único punto de venta.
Para la creación del coche recurre al diseñador Herb Grasse, que le otorga al coche una imagen peculiar gracias a su sistema de alas de gaviota tan conocido gracias al Mercedes 300 SL “Gullwing” en los años 50 en sus puertas o un frontal con faros escamoteables. Además en el diseño del Bricklin SV-1 se recurren a una serie de características para centrarse especialmente en la seguridad, de ahí sus siglas SV, que significan en el idioma anglosajón Safety Vehicle (Vehículo de Seguridad), pero no en el sentido de la competición.
De hecho, Bricklin decide instaurar en su modelo una serie de medidas de seguridad que ni tan siquiera eran exigidas por el gobierno yankee en ese momento para los vehículos de fabricación en serie. Entre otras, el SV-1 contaba con una jaula antivuelco integrada, parachoques que soportaban impactos de 8 km/h sin deformarse, y barras de protección laterales. Incluso su carrocería fabricada en fibra de vidrio se servía en solo cinco tonos distintos, blanco, rojo, verde, naranja y bronce denominados por la marca como “colores de seguridad”.
El Bricklin SV-1 dispuso entre otros elementos de seguridad de puertas con sistema “alas de gaviota”, las cuales según su creador, eran más seguras en caso de quedarnos tirados en cualquier vía, por su menor volumen y espacio a ocupar en esta tras su apertura
Mecánicamente el SV-1 montó dos motores diferentes durante los tres años que estuvo en producción, siendo en ambos casos la misma configuración mecánica V8 y con la misma cilindrada de 5,8 litros.
En el primer año se optó por una mecánica proporcionada por AMC con alimentación por carburadores y una potencia máxima de 220 CV a 4.400 RPM, con los que lograba alcanzar una velocidad punta de 178 km/h y acelerar de 0 a 100 km/h en 9,9 segundos, cifras poco contundentes, aunque como ya hemos hecho referencia antes, no era el propósito de su creador tener prestaciones puras.
De esta primera serie se fabricaron 772 unidades a un precio de 7.490 dólares del momento, y solo en esta versión hubo la opción de un cambio manual de cuatro velocidades, de la cual tan solo llegaron a ensamblarse 137 unidades. En los siguientes el bloque era suministrada por Ford, la transmisión solo estaba disponible en versión automática de tres velocidades y seguía manteniendo cifras de potencia y prestaciones similares al modelo inicial, con 175 CV declarados a 3.800 RPM. Sin embargo, la tarifa a pagar se incrementó hasta los casi 10.000 dólares.
El motor delantero mandaba la fuerza a las ruedas traseras. Montaba discos delante y tambores detrás, embutidos en unas llantas de 15 pulgadas y sus suspensiones eran de tipo independiente en su tren delantero y un eje rígido para la zona posterior, manteniendo una simpleza mecánica en todo el conjunto en aras de contener su precio final y hacerlo lo más asequible posible.
La realidad es que el Bricklin SV-1 no destacó precisamente por su calidad de fabricación, con una carrocería que se agrietaba con los años o las pérdidas de aceite continuadas en el sistema de apertura de puertas, que a la postre fue sustituido por sus propietarios con el paso de los años por uno de amortiguadores de aire comprimido.
Curiosidades destacables del modelo son entre otras, la ausencia de pintura en su carrocería, puesto que los paneles de fibra de vidrio se fabricaban ya en la tonalidad del coche. También la ausencia de cenicero o encendedor interior es de reseñar, ya que su creador vaticinaba posibles futuros accidentes precisamente por el hecho de fumar dentro del coche.
Un hecho que no podemos dejar pasar por alto es como unos años después apareció un modelo con un gran parecido en todos los aspectos. Si os hablamos del mítico DeLorean DMC-12, que compartía infinidad de detalles con nuestro protagonista, si bien es cierto que se optó por otro tipo de materiales para su fabricación y se descartó la opción de faros escamoteables, entre otros.
Lo cierto es que las perspectivas iniciales de fabricación eran muy optimistas, con unas cifras de venta cercanas a las 50.000 unidades, pero están no se cumplieron, llevando a la empresa unos años más tarde a la bancarrota y con ello, generando una deuda con el gobierno canadiense de 23 millones de dólares, con un total de 2.854 unidades fabricadas.
En la actualidad se calcula que quedarán al menos unos 1.500 unidades del modelo repartidos por el mundo gracias a varios clubes que se han ido creando a lo largo de los años. Quizás fue un adelantado a su tiempo y ello le llevó al fracaso, como en tantas otras veces ha ocurrido en este complicado sector.
J. Rubio
Soy un enamorado del motor en general y de los vehículos clásicos y motocicletas en particular. Dedicado al mundo de la automoción desde hace unos años, disfruto probando toda clase de vehículos y escribiendo mis impresiones y experiencias sobre ellos.COMENTARIOS