El Brabham BT62 es otra bestia de circuitos y una auténtica obra de arte alimentada por zumo de dinosaurio de categoría extra (gasolina de 98 octanos suponemos, de lo mejor). Realizado por Brabham Automotive, forma parte del legado dejado por Jack Brabham y es el último de una larga familia de coches de competición hasta 2018, momento en el que salió al mercado.
El verdadero sueño de David Brabham, hijo de Jack y heredero de la empresa y su pasión por la competición de su padre -tras la muerte de Jack en mayo de 2014-, es el de crear un esqueleto deportivo para competir con garantías en carreras de resistencia, GT e incluso en Fórmula 1. Con el Brabham BT62 pretende fortalecer este esqueleto y atraer inversiones para desarrollar nuevos proyectos.
Aunque en un principio está destinado a utilizarse para track days sin necesidad de placa de matrícula, existe una versión para competir en circuitos -con el nombre completo de Brabham BT62 Competition-. Pesa algo menos que el BT62 “normal”, lleva discos de freno carbonocerámicos con pinzas de seis pistones y sistemas de control de tracción y ABS propios de la competición.
Incluso incluye un sistema de telemetría a bordo para obtener la máxima información mientras se pilota. Goodyear se hace cargo de los neumáticos, tanto de los slicks de competición para seco como sus correspondientes para lluvia. Se ofrecerá también una versión homologada para circular por la calle.
En palabras de Paul Birch, jefe de Ingeniería de Brabham Automotive, acerca del BT62: “Creado a partir de una hoja de papel en blanco, nuestro primer automóvil lleva a Brabham a una nueva era emocionante, mientras honra y mantiene el glorioso pasado de la marca. El BT62 resultante es un automóvil que exige un compromiso total y el compromiso de su conductor, brindando una inmensa recompensa y satisfacción”.
El chasis está construido en fibra de carbono, al igual que su carrocería, consiguiendo reducir su peso hasta un peso pluma de 970 kg. La elaborada aerodinámica cuenta con elementos como un difusor y un labio delanteros de tamaño generoso, un suelo plano y el inmenso alerón en la parte superior de la zaga, junto con el difusor inferior.
Su peso pluma de 970 kg gracias al uso abundante de aluminio y fibra de carbono, junto a una elaboradísima aerodinámica lo convierten en un superdeportivo fácil de conducir por manos no expertas
Estos elementos generan en el mejor de los casos hasta 1.200 kg de carga aerodinámica, pegándose literalmente como una lapa al asfalto. En algunos momentos se han llegado a alcanzar 1.600 kg de carga aerodinámica (downforce). El paso por curva es endiabladamente rápido y espectacular, llegando a alcanzar unas fuerzas laterales de hasta 3,5 G, un valor muy alto.
La aerodinámica es fundamental para considerarse como uno de los superdeportivos más fáciles de conducir deprisa en circuito, incluidos los pilotos con poca experiencia. Se consiguió encontrar el equilibrio perfecto entre la resistencia al avance y la carga aerodinámica. O todo lo perfecto que se puede sin recurrir a soluciones tan complejas como la del Gordon Murray Automotive T.50.
Dicha carga permite pegar el coche al asfalto, permitiendo un paso por curva a una velocidad más elevada. El problema reside en que para conseguir unos valores de fuerza descendente elevados es necesaria la utilización de elementos aerodinámicos que aumentan el Cx, y por consiguiente la resistencia al avance del coche, perjudicando a la refrigeración de los frenos y el motor.
Mediante modelos creados por ordenador utilizando la CFD (del inglés, Dinámica de Fluidos Computacional), se ha de conseguir que el flujo de aire de baja presión se desplace a los laterales de la carrocería y a la zona inferior del coche, mientras que las áreas de alta presión -partes bajas del frontal y del parabrisas, parte delantera de los neumáticos en contacto con el aire y el alerón trasero- generen downforce.
La importancia de mantener el flujo de aire a baja presión en la zona inferior del coche es vital para evitar levantamientos a alta velocidad -que incluso pueden provocar el despegue literal del asfalto-, que afectarían a la estabilidad al no poder trabajar de forma efectiva a suspensiones y neumáticos.
El flujo de alta presión también se aprovecha por el radiador, que lo desvía hacia los laterales de la carrocería. Este flujo crea unos vórtices de baja presión, permitiendo que el aire fluya por los costados y evitando su paso por el difusor trasero -uno de verdad-, sin perjudicar el buen funcionamiento de este último.
La fibra de carbono del Brabham BT62 se reparte el habitáculo con el tejido Alcantara, encontrándose la primera presente en el salpicadero y en los paneles inferiores. El tejido mencionado antes se utiliza para recubrir unos asientos de competición tipo bacquet, como era de esperar en este vehículo. Es indispensable la presencia de una jaula de protección antivuelco en la versión de competición.
Al igual que un coche destinado a los circuitos, los elementos de control con los que se encuentra el conductor son los necesarios e imprescindibles, presididos por un volante de carreras. Una pantalla digital y un pequeño número de interruptores situados en el túnel central completan su instrumentación necesaria para controlar los elementos mecánicos y electrónicos del coche para poderlo conducir con total seguridad.
Su corazón alimentado por gasolina es un V8 atmosférico en posición central trasera, con 5,4 litros de cilindrada, que eroga 710 CV a 7.400 RPM y 667 Nm de par motor a 6.200 RPM. Gracias a su reducido valor en báscula, la relación peso/potencia es de 1,36 kg/CV, por debajo del 1,45 kg/CV de uno de sus mayores rivales, el McLaren Senna GTR. Para aprovechar al máximo este potencial cuenta entre otras delicadezas tecnológicas, con un sistema de Launch Control, perfecto para salir como un misil desde parado.
La caja de cambios es automática secuencial, con seis velocidades. Se desconocen sus prestaciones, pero se estiman una velocidad máxima de 320 km/h y 4 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado.
La producción del Brabham BT62 está limitad a 70 unidades, en homenaje a los 70 años de la marca familiar. Las primeras 35 serán súper exclusivas al llevar las pinturas de guerra de los modelos de competición históricos de Brabham Automotive. Su precio en el mercado alcanzará los 1,15 millones de euros (1,6 millones en España después de impuestos), frente al más “económico” del BT62 Competition, con un precio de 840.000 euros, por el cual se ahorra el impuesto de matriculación.
Estos 70 afortunados podrán disfrutar además de un programa de pilotaje, que contará con cursos de conducción profesionales y demostrar lo aprendido en numerosos circuitos de todo el mundo. A buen seguro la mayoría tendrán ya comprador asignado.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS