Aprovechando para conmemorar la victoria de su abuelo, el Ford GT40, en las 24h de Le Mans de 1966 -una historia que por su épica, ha sido inmortalizada recientemente en la gran pantalla en «Le Mans 66»-, Ford se decidió por presentar la que supuestamente iba a ser la segunda generación del “GT moderno”. A diferencia de su antecesor presentado en 2003, huiría de la estética neo-retro de aquel, centrándose más en la efectividad de sus formas. Nuestro protagonista de hoy es el 2017 Ford GT.
Fue presentado en casa, en el Salón del Automóvil de Detroit de 2015, con el fin de que hubiera empezado a comercializarse un año después, tras comenzar su fabricación en exclusiva en la fábrica de Multimatic en Markham (Ontario – Canadá). Además, se consiguió su puesta de largo en las 24h de Le Mans de 2016, para conmemorar el medio siglo de la victoria del primer GT -y que mejor que con victoria incluida en la categoría de GTE Pro de aquel 2016-.
A diferencia de su antecesor, que optaba por un corazón muy yankee -un 5.4 V8 sobrealimentado-, para este se optó por algo más europeizado y adaptado al siglo XXI: un V6 de 3,5 litros con la etiqueta “EcoBoost”, vitaminado por dos turbos.
Las cifras de su motor colocado en posición central longitudinal son de “aúpa”: una potencia máxima de 656 CV a 6.250 vueltas, parándose su latido definitivamente a las 7.000. Una potencia que se transmitía a las ruedas traseras con un diferencial de deslizamiento limitado y a través de una caja de cambios automática-secuencial de siete velocidades.
Redondean el conjunto una extremadamente generosa cifra “rompecuellos” de 746 Nm de par a 5.900 vueltas y una relación peso/potencia de 2,5 kg/CV, para una masa total en seco de 1.385 kg. Un peso muy bajo -no difería demasiado del de un Mondeo con cuatro veces menos de potencia-, al que ayudaba la profusión de materiales como la fibra de carbono y el aluminio en carrocería y chasis.
Estas cifras le permiten alcanzar los 348 km/h, con una aceleración hasta los 100 por debajo de los 3 segundos -por muy poco, 2,9 segundos para ser exactos-.
Unos buenos frenos carbono-cerámicos, pinzas fijas de seis pistones y 394 milímetros en el eje delantero sobre neumáticos de 245 milímetros, y, de 360 milímetros y cuatro pistones sobre neumáticos de 325 milímetros -para ambos ejes sobre llanta de 20 pulgadas-, se encargarían de la detención de este superdeportivo de casi 4,8 metros de longitud.
Ya no podría llevar la coletilla “40” de su abuelo, que hacía referencia a la altura total del coche en pulgadas (casi 102 centímetros), ya que este se pasaba en 9 centímetros hasta un total de 111.
Si hablamos de su chasis, se trataba de una estructura de fibra de carbono con tubos de acero en el interior, que lo convertían en un modelo extremadamente rígido y que hacían del habitáculo una auténtica jaula de seguridad. Para controlar el escaso balanceo de la carrocería se utilizaban unos amortiguadores horizontales push rod, que permiten elegir su firmeza y altura, como ya os contamos en el artículo sobre los secretos de la suspensión del Ford GT.
En el modo más extremo, “track”, orientado a circuito; deja la altura libre al suelo en unos escuetos 70 milímetros -ya podías cerciorarte de que el firme es liso como el culito de un bebé-. Conviene citar también su alerón trasero activo, que ayuda tanto a pegar la trasera al asfalto a altas velocidades y aportar carga en los virajes, como incluso en tareas de frenado.
Dándonos una vuelta por su interior, y gracias a su concepción como coche orientado a lo que es, un superdeportivo para correr; no encontraremos florituras ni elementos de confort. Panelados interiores de fibra de carbono vista, un volante de dos radios desde el cual se controla absolutamente todo, y una pequeña pantalla en la que controlar el climatizador e informaciones varias del vehículo. Y ya.
Los pocos medios que pudieron acceder a catar uno concluían que ante todo era un coche muy muy efectivo, que permite errores incluso en el modo más radical, actuando en este modo levemente tanto control de tracción como de estabilidad si la cosa se iba de mano. En resumen: un coche que, pese a sus cifras, es relativamente fácil llevarlo muy rápido, y, sin embargo, muy difícil poder encontrar su límite.
Para mantener el carácter exclusivo del coche, se fabricaron únicamente 500 unidades pese a haber más de 7.000 solicitudes, a razón de casi 600.000 euros por cada una. Si quieres saber más sobre este tema, te invitamos a que leas A vuelta con las subastas del Ford GT.
Adrián Iniesta
Ingeniero electrónico industrial de profesión y amante de los coches por vocación. Dicen que aprendí a leer con las matrículas de los coches y que con 2 años me conocía todas las marcas y modelos. Cualquier cosa que me discutas sobre coches, te la intentaré rebatir ;)COMENTARIOS