Algún tiempo después del lanzamiento del Ferrari Enzo, la firma del Cavallino Rampante superó sus propios límites y presentó el Ferrari FXX, una versión superradical del Enzo, que no estaba homologada para circular por vías públicas, pero tampoco estaba homologada para ningún campeonato. Eso, precisamente, les permitió desarrollar un coche tan espectacular, que los propietarios tenían que dar un curso antes de ponerse a los mandos.
Ferrari siempre ha sido un fabricante que cuida mucho y bien a sus clientes. Suele organizar toda clase de eventos para los propietarios de sus coches, siempre cuentan con el asesoramiento de la marca cuando sea necesario y por supuesto, son los primeros en poder acceder a los coches más especiales que la marca desarrolla. El Ferrari FXX es uno de esos coches que solo están disponibles para los mejores clientes de la marca y además, escondía una serie de características y condiciones que lo hacían más especial todavía.
Lo primero, como cabría esperar, era el coche que tomaba como punto de partida y que se puede reconocer a simple vista: el Ferrari Enzo. A partir de ahí, la marca desarrolló el coche hasta un extremo muy radical, sin tener en cuenta normativas de homologación ni reglamentación de competición alguna, hasta obtener un automóvil superlativo. El motor, por ejemplo, un V12 de 6.262 centímetros cúbicos, era capaz de alcanzar los 800 CV a 8.500 revoluciones. No era el mismo propulsor del Enzo, era una evolución con más cilindrada y 150 CV adicionales, cuyo sonido resultaba espectacular. Además, estaba acoplado a un cambio secuencia similar al empleado en Fórmula 1, capaz de cambiar en solo 100 milisegundos.
Toda la carrocería contaba con un nuevo estudio aerodinámico, que como todo lo demás, era muy radical, especialmente pensado para extraer el máximo en circuito. Por supuesto, con elementos regulables y podía generar un 40% más de carga aerodinámica que un Enzo. También escondía unos frenos de material compuesto y un sistema de refrigeración especial desarrollado y fabricado por Brembo. El chasis, por su parte, se fabricaba con fibra de carbono y una estructura tipo nido de abeja de Nomex. Delante y detrás contaba con dos estructuras de aluminio para las suspensiones, que eran de tipo push-rod con brazos oscilantes de longitud desigual.
Solo se fabricaron 20 unidades al precio, nada desdeñable, de 1,5 millones de euros cada uno sin impuestos. El precio incluía, además del coche, la participación en diferentes jornadas en circuito organizadas por la marca durante los dos años siguientes a la compra, porque resulta que el coche, su posesión y la participación en las jornadas, era parte de un programa de desarrollo que usó –y todavía usa– para conocer los gustos de los usuarios, su nivel de pilotaje y sus gustos, información que luego se usa para el desarrollo de nuevos modelos.
Entre las cosas a destacar del Ferrari FXX, era que se podía solicitar que la misma marca lo guardara en Maranello, y Ferrari se encargara posteriormente de llevarlo al circuito donde hubiera programada una jornada de pruebas. Cada coche estaba ajustado a su propietario, tanto en la forma de los asientos como la distancia a los pedales, y todos los compradores recibían un curso específico para poder pilotar el coche con garantías.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS