Si por algo ha destacado Citroën desde casi sus inicios, es por un afán de experimentar y de ser diferente que, desde hace unos años, ha vuelto a recuperar. Atrás quedaron los Citroën ZX o Citroën Xsara, que sin dejar ser Citroën, ya no eran ni tan innovadores ni tan diferentes. La segunda generación del Citroën C4 tampoco fue especialmente diferente, aunque la actual desprende autenticidad casi por cada tornillo.
Peugeot, al menos al principio, fue quien se deshizo de los experimentos locos de Citroën, cuando tomo el control de la compañía en 1976 –aunque se anunció como una fusión, al igual que pasó con la creación de Stellantis, cuando en realidad fue PSA quien adquirió FCA–. Antes de que llegaran los del león, y quizá por eso Peugeot acabó absorbiendo a Citroën, la firma de los chevrones ponía en circulación coches extremadamente innovadores y fuera lo normal. Citroën era un fabricante famoso por sus excentricidades, hasta el punto de crear coches como el Citroën GS Birotor, aquel experimento con motor rotativo de dos lóbulos que no salió bien.
Hoy nos llama la atención que Citroën usará un motor rotativo, y son muchos los que piden a gritos el regreso de estos motores, cuyos derechos están en manos de Mazda. Pero en aquellos años, era algo extrañísimo y pocos habían oído hablar de dicho motor. En los talleres no sabía ni de que les hablaban. Pero no fue la primera vez que la firma francesa daba forma a un coche con motor Wankel, de hecho, el GS Birotor aprovechó lo aprendido con el experimental Citroën M35.
Posiblemente, el Citroën M35 es uno de los coches más extraños que ha creado la compañía. Nació como banco de pruebas para los nuevos motores que había diseñado un tal Felix Wankel y que prometían revolucionar el mundo. Citroën, que en aquellos años tenía una capacidad económica y técnica sensacional, se asoció con NSU y ambos fundaron la compañía COMOTOR, una empresa que tenía como objetivo desarrollar y fabricar motores rotativos. Era la tecnología de moda en los 70, tanto, que incluso Mercedes llegó a experimentar con ellos –hubo rotativos incluso en motor, como las Norton F1 JPS, por ejemplo–.
El Citroën M35 era un coche de desarrollo, que se ofreció a los clientes precisamente como eso, como un coche de pruebas y con un contrato muy particular. Para su creación, se partió de la plataforma del Citroën 2CV y de la carrocería del Ami 8, aunque se llevaron a cabo bastantes cambios. Por ejemplo, se sustituyó la suspensión original por el famoso sistema hidroneumático con control de altura constante –se ofreció con la posibilidad de regular la altura según preferencias del conductor–. La carrocería se transformó en una especie de coupé, que tomaba las ventanillas y los elevalunas eléctricos del Citroën SM. Del majestuoso coupé francés se tomaban también los asientos, aunque sin reposacabezas y sin regulaciones. Bajo el capó delantero, un motor rotativo de un solo lóbulo, capaz de rendir 49 CV y de mandar todo el conjunto hasta los 150 km/h.
Se crearon seis prototipos en 1969, destinados a realizar millones de kilómetros de pruebas, conducidos, como suele ser normal, por los especialistas de la marca. Luego vendría 500 unidades más, que se ofrecerían a clientes preferentes y gente de confianza en la marca. Se pretendía que estos clientes particulares, fueran parte del equipo de pruebas y estuvieran en constante comunicación para comunicar la experiencia como usuario en el día a día.
Los usuarios estaban contentos con algunas cosas, como el soberbio confort de marcha e incluso con su velocidad, pues algunos prototipos llegaron a rodar a 180 km/h. Por otro lado, pecaba de consumos muy elevados y diferentes averías por un desgaste prematuro del motor, un problema que tardó un tiempo en solucionarse –los segmentos de estanqueidad era el foco de los problemas–.
Sin embargo, aunque las cosas no iban del todo mal, solo se llegaron a fabricar 267 unidades hasta 1971. Tras cerrar el proyecto, la marca ofreció a los clientes y les hizo una interesante oferta a cambio de sus M35 y más del 80% de las unidades regresaron a las instalaciones de la marca y fueron directas al desguace. Los Citroën M35 que eran entregados a la marca eran destruidos. Los pocos que se negaron a vender, fueron obligados a firmar un contrato donde se remarcaba muy especialmente, una cláusula que eximía a la marca de la obligación de suministrar recambios.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS