Uno de los primeros recuerdos que tengo a bordo de un coche fue en el asiento trasero de un Opel Omega al que todo el mundo miraba. Según el comercial que se lo había vendido a mi padre, el suyo fue el primero en matricularse en la provincia, así que era más una cuestión de novedad. Sí que es cierto que el salto de diseño con respecto al Rekord al que sustituía resultaba más que evidente, sin embargo, a sus trazos el público ya se había acostumbrado con el lanzamiento del Kadett unos meses antes.
Con todo, aquel flamante coche no dejaba de ser una berlina clásica de tres volúmenes y paragolpes de un poco favorecedor color negro asociada a un tranquilo cuatro cilindros de 2 litros. El Omega más espectacular (con permiso del Opel-Lotus Omega) llegaría al mercado unos meses después vestido para la ocasión.
Se trataba del Omega 3000 de 1987. Los aditamentos aerodinámicos le otorgaban un aspecto de lo más deportivo gracias a los elementos pintados del color de la carrocería, el spoiler trasero, las llantas de aleación o la suspensión rebajada en 25 milímetros. Así se pasaba de una elegante berlina a un lobo con piel de… lobo. Algunos decían que venía a cubrir el hueco dejado por el Monza en cuanto a variantes deportivas de la marca del rayo, quedando el Senator como su berlina de representación más clásica.
Pero no todo era apariencia, y bajo el capó del Omega 3000 se escondía un veterano bloque de seis cilindros en línea y 3 litros que prometía 177 CV de potencia. Luego se añadiría la culata multiválvulas para llegar a la mágica cifra de 204 CV. Gracias a su cuidada aerodinámica, alcanzaba los 226 km/h de velocidad punta y bajaba de los 30 segundos en la aceleración de 0 a 1.000 metros. Todo ello con un bastidor que acompañaba, pues sabemos que a Opel muchas veces los tracción delantera se les han atragantado, pero dominaba la materia con sus coches de propulsión con el confort que se esperaba de una berlina como el Omega.
Esta fue una de las razones que les llevaron a incluir al Omega 3000 en la competición DTM en la que hasta entonces Opel solo había competido con el Kadett, que era de tracción delantera. Fue un participante inusual por su tamaño (el coche más grande que corría era un Mercedes 190), pero dio pie a que se trabajara en el seis cilindros con versiones preparadas por Irmscher que superaban los 300 caballos de potencia.
El habitáculo del Omega 3000 recibió también algún cambio que lo diferenciaba de sus hermanos de gama tal como ocurría en la carrocería. El volante era de nueva factura, pero sobre todo destacaban los asientos semibaquet con triple regulación y forrados parcialmente en cuero negro que contrastaba con unos pespuntes rojos que dejaban claras sus intenciones. Sin embargo, el aire acondicionado no se podía equipar ni como opción, presumiblemente por problemas de espacio bajo el capó, lo cual no dejaba de ser curioso aunque en los países del norte de Europa no lo echasen mucho de menos.
Entre sus rivales de la época encontrábamos modelos con motor turbo como los Saab 9000 o Citroën CX, así como otros más burgueses equipados con bloques V6 del estilo del Peugeot 505 V6 o Rover Sterling. Puede que por su origen alemán, el Omega gozó de un buen éxito en nuestro mercado, si bien el 3000 no fue precisamente la versión más demandada, aunque sí la más apetecible por su capacidad de conjugar un alto nivel de prestaciones con el empaque de una confortable berlina de representación.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS