Me apuesto una miniatura a que la primera asociación que haríamos la mayoría con el apellido Type R sería el Honda Civic, pero lo cierto es que el encargado de estrenar esa ya famosa denominación fue el NSX en 1992 para el mercado japonés. A lo largo de la década fue extendiéndose hacia otros modelos de la marca llegando al Civic en 1997, si bien en Europa no lo vimos hasta la séptima generación fabricada en Inglaterra desde comienzos de este siglo.
Las versiones Type R (con R de racing) se presentaban como las variantes mejoradas de modelos ya existentes con el punto de mira puesto en la deportividad, para lo cual se reducía el peso o se revisaba la aerodinámica. Esas fueron las premisas ante el planteamiento de convertir una dócil berlina como el Accord en un sedán de claro enfoque deportivo. Para conseguir que adelgazara se prescindió de algunos elementos de equipamiento como los airbags laterales, el climatizador automático o los elevalunas traseros, ganando así una veintena de kilos con respecto a la versión 2.0.
¿Y qué hay del motor del Accord Type R? Se trataba de un cuatro cilindros VTEC de 2.157 cc que entregaba 212 CV a ¡7.200 rpm! En una época especialmente condescendiente con los diésel, las prestaciones en sí pasaban a un segundo plano si gracias a su deliciosa caja de cambios de cinco marchas podíamos estirar el motor más allá de aquellas revoluciones, pues la zona roja no comenzaba hasta las 7.500 vueltas.
Puede que la afirmación de que las prestaciones eran lo de menos haya sido un tanto osada, pero pocos podrían echar en falta más caballos. Declaraba un 0-100 km/h en 7.2 segundos y una velocidad máxima de 228 km/h, una cifra algo más discreta en comparación. Donde sí brillaba era en su capacidad de frenada gracias a unos potentes discos que ocultaban sus exclusivas llantas de 17 pulgadas. El comportamiento en general rayaba a gran altura con una suspensión más firme y un bastidor reforzado para aumentar la rigidez, acompañados de una dirección rápida y especialmente precisa. Contaba con todos los ingredientes para disfrutar al volante mientras llevábamos a nuestra familia.
Porque el Accord Type R mantenía las cualidades de la berlina convencional a pesar de la carencia de algunos elementos de confort. Lo importante e imprescindible sí que estaba incluyendo unos deportivos asientos delanteros firmados por Recaro. Los que viajasen en los traseros podrían disfrutar del sonido de su motor subiendo de vueltas porque además se había reducido el material aislante en busca de la mencionada reducción de peso. Al menos el equipo de audio era de los buenos si es que se diera el caso de cansarnos de los rugidos del VTEC.
Con todo, el Accord Type R cumplía lo que prometía bajo esa silueta de berlina tradicional a la que sólo delataban las llantas o la doble salida de escape capaces de persuadir a aquellos que no querían exteriorizar su espíritu racing o revelar que se habían gastado 33.000€ de la época, una cantidad muy superior a las versiones V6 de todas las berlinas generalistas del momento, menos potentes y mucho más aburguesadas.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS