La segunda y última generación del Opel Senator fue una de las piezas que debemos tener en cuenta para comprender la historia de cómo General Motors logró reposicionar a la marca germana dentro del panorama generalista europeo. Un proceso largo y dificultoso, el cual comenzó en los años cincuenta. Lanzando nuevos modelos utilitarios con un diseño claramente inspirado en los automóviles norteamericanos, logrando un hito fundamental con el Kadett A de 1962. Modelo con el cual se inauguraron unas nuevas y más eficientes cadenas de producción en serie, alcanzándose las 600.000 unidades sólo durante sus tres primeros años en el mercado.
Tras esto, la década de los setenta se encaró con más confianza. Al fin y al cabo General Motors había hecho bien los deberes en materia de ventas, conquistando una buena posición en los segmentos B y C del mercado alemán con sus Opel. Justo las escalas en las que toda marca generalista ha de tener modelos competitivos si aspira a unas ventas masivas. Por ello era el momento de insistir en los segmentos más exclusivos de cara a tener un gama completa. Algo que ya se había empezado a hacer desde 1964 gracias al lanzamiento de la berlina Diplomat, renovándose la apuesta en 1978 gracias al Senator.
Un modelo que cosechó excelentes críticas, especialmente en el caso de la variante Monza, su recordada versión coupé. Pensado como un diseño alargado del Rekord, este tope de gama en Opel contó con mecánicas de hasta tres litros y 140 CV para ser el modelo más rápido de la marca hasta aquel momento. Además, desde el punto de vista de las ventas las cosas no fueron nada mal, por lo que la marca avanzó con paso cada vez más firme en la gama media-alta pero también en sus ínfulas deportivas gracias a modelos tan recordados como el Kadett GSI – uno de los mejores deportivos compactos de aquella época – o el Calibra. Un contexto donde, en 1987, aparecía el Opel Senator B.
Elegante, sobria y discreta, esta berlina fue una de las más interesantes entre todas las alemanas de la época, beneficiándose de mecánicas potentes y un precio algo más accesible que el marcado por las competidoras de las marcas premium
Opel Senator B, la mayor versión del lujo en la marca
Tanta pasión acumuló Opel por crear nuevos modelos durante los setenta y ochenta que incluso llegó a tener algunos capaces de solapar a otros. De esta manera, cuando en 1986 apareció el Opel Omega la oferta en el segmento E se duplicó ya que el Opel Senator no sólo no se dejó de fabricar, sino que en 1987 evolucionaba con la segunda generación que nos ocupa en este texto. Eso sí, a pesar de venderse hasta 1993 finalmente fue cancelada, precisamente, por la existencia del Omega.
Un modelo al que se estaba prestando una gran atención, teniendo incluso versiones tan prestacionales y recordadas en el mundo de las berlinas deportivas como el Lotus Omega. Sea como fuera, lo cierto es que el Opel Senator B no sólo tenía una estética realmente clásica y elegante como hoy en día sería difícil encontrar en un mercado cada vez más lleno de estridencias. También contaba con una amplia oferta de motores.
Todos ellos dominados por el esquema de los seis cilindros en línea, en lo más bajo se encontraba un bloque con 2.490 centímetros cúbicos y 140 CV a 5.200 revoluciones por minuto para entregar un par de 201 Nm con un consumo de 13 litros a los cien en ciclo combinado. Por encima del mismo un 2.6 y un 3.0 litros con 150 CV y 177 CV respectivamente. Hasta aquí todo con dos válvulas por cilindro. Es decir, 12.
Debido a la promoción que se dio al Omega, aparecido tan sólo un año antes que el Senator B, nuestra protagonista desapareció de la gama de Opel a fin de evitar papeles solapados
Llegados a este punto sólo quedaba la motorización tope de gama. Con tres litros de cilindrada y 24 válvulas para rendir 204 CV a 6.000 revoluciones por minuto con un par de 265 Nm. Un ingenio que, curiosamente, consumía incluso medio litro menos que el menos prestacional de la gama. Así las cosas, no cabe duda de que el Opel Senator B era una alternativa interesante – aunque sin el brillo que da llevar el emblema de una marca premium sobre la parrilla del radiador – frente a los BMW y Mercedes homologables del momento. Además, y de una forma parecida a la que se gestó el Lotus Omega, existió una versión con cuatro litros de cilindrada firmada por el preparador Irmscher. Un magnífico ejemplo de berlina deportiva que ya fue protagonista de un Coche del Día firmado hace tres años por el compañero Ginés de los Reyes.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS