Hay épocas que marcan a una generación, y para los que crecimos en los años 90 aprendiéndonos todos los misiles que salían, esa década fue una bendición. Los compactos deportivos estaban en su punto justo: eran potentes pero no iban desbocados, ligeros sin ser de chicle, y lo bastante sencillos como para que el conductor todavía tuviera el control. No había turbos en todos los lados ni pantallas ni Android Auto. Había motores que subían de vueltas como locos, chasis afinados a mano y cierta despreocupación por los consumos o las emisiones.
Mientras hoy todo parece filtrado por normas y algoritmos, aquellos compactos eran directos, sin anestesia. Algunos eran más conocidos, otros pasaron de puntillas por el mercado, pero todos tenían algo en común: estaban hechos para disfrutar. No eran coches de cifras, sino de sensaciones, y aunque muchos han quedado relegados al olvido o al rincón de los “coches baratos”, los que saben bien de qué va esto los tienen muy presentes.
En este repaso hemos querido dejar de lado a los típicos Golf GTI o Clio Williams, que ya han tenido su cuota de gloria. En su lugar, vamos a recordar cinco compactos que quizá no llenaron portadas, pero que hoy siguen latiendo con fuerza en el corazón de quienes los conocieron o los descubren por primera vez. Coches con historia, con personalidad, y con más nervio del que esperas.
No están todos los que fueron, pero sí están algunos de los más especiales. Y si después de leer esto te entran ganas de buscar uno, que no te extrañe: son máquinas que siguen muy vivas.

Fiat Tipo Sedicivalvole: corazón caliente en una caja de zapatos
A veces pasa que un coche se adelanta a su tiempo, o simplemente no encaja con lo que la gente espera de él. El Fiat Tipo Sedicivalvole fue uno de esos casos raros. Tenía un motor de 2.0 litros y 148 caballos, lo cual no estaba nada mal para un compacto de principios de los 90, y además iba envuelto en un diseño italiano con aristas rectas y faros cuadrados que hoy resultan curiosamente atractivos. Sin embargo, ni el público ni la crítica lo acogieron con entusiasmo a pesar de que bajo esa chapa cuadradota se escondía un chasis decente y unas prestaciones más que dignas.
El problema del Sedicivalvole no era la falta de talento, sino la falta de imagen. A Fiat se le seguía viendo como una marca generalista con aspiraciones humildes incluso cuando se ponía seria. El coche tenía un comportamiento noble y una entrega de potencia progresiva aunque no tan emocionante como en otros rivales, pero los italianos lo afinaban bien, y cuando uno se metía en una carretera de curvas, la sorpresa era muy agradable.
Con el tiempo, el Fiat Tipo fue desapareciendo sin dejar mucha huella, y eso lo convierte ahora en un objeto de deseo para coleccionistas con buen ojo. No es caro, no hay demasiados en buen estado y tiene ese punto de rareza que da gustito. Además, sigue siendo utilizable a diario sin parecer un chiflado, y su motor todavía puede sacar una sonrisa cuando se estira hasta las 6.500 rpm. No hace falta más para disfrutar.
Hoy cuesta encontrar una unidad original, sin tuning de medio pelo o sin haber pasado media vida abandonado en una nave. Pero si uno da con un buen ejemplar, tiene coche para disfrutar y, con suerte, para ver cómo empieza a revalorizarse. Aunque el mercado aún no lo haya redescubierto del todo, no va a ser un secreto para siempre.

Alfa Romeo 145/146 Quadrifoglio: puro nervio con acento italiano
Al Alfa Romeo 145 y su hermano el 146 les pasa como a muchos Alfas: son coches que te entran por el ojo, pero también te dan motivos para quererlos de verdad. En su versión Quadrifoglio Verde montaban un 2.0 Twin Spark de 155 caballos que hacía lo que todos los motores de Alfa de la época: sonar bien, estirar con ganas y darte ese punto de conexión con el coche que cuesta encontrar hoy. Aunque era tracción delantera, tenía un tacto de dirección y una respuesta al acelerador que recordaban que esta gente venía de hacer coches con alma.
Lo curioso es que fuera de Italia apenas se les prestó atención. En España, el que quería algo deportivo solía mirar al GTI de turno alemán o francés, y el Alfa quedaba como una opción “rara”. Sin embargo, quien se atrevía con uno, se encontraba con un coche rápido, con muy buen paso por curva y que además destacaba en diseño. El 145 sigue pareciendo moderno. El 146 era más discreto, pero igual de divertido.
Además, a diferencia de otros compactos deportivos, el Quadrifoglio Verde no tenía que apoyarse tanto en su estética o su fama. Aquí el protagonista era el motor, que entregaba la potencia de forma muy lineal pero con carácter, y lo combinaba con un cambio rápido y una suspensión firme sin llegar a ser incómoda. No era un coche para hacer tiempos, era un coche para disfrutar la carretera. Ese era su terreno natural.
Hoy en día se pueden encontrar algunas unidades por precios ridículos, aunque muchas han sufrido el abandono típico de los coches “baratos”. Quien se lo tome en serio puede llevarse un deportivo noventero de pura cepa, con un sello italiano inconfundible y muchas más sensaciones de las que indican sus cifras sobre el papel.

Citroën ZX Volcane: el olvidado con carácter
El Citroën ZX Volcane es uno de esos coches que por alguna razón no se han ganado el hueco que merecen en la memoria colectiva, y no será por falta de razones, porque bajo su carrocería sobria se escondía una mecánica de 167 caballos con mucha pegada. Competía directamente con pesos pesados como el Peugeot 306 GTI o el Golf GTI, pero nunca tuvo el carisma de los alemanes ni el empuje mediático de sus primos franceses. Eso le hizo pasar más desapercibido de lo que merecía.
Era un coche bien equilibrado. El Volcane tenía una suspensión trasera autodireccional que no era puro márketing sino que realmente ayudaba en curva y le daba una agilidad inesperada (tan buena que la heredó el Xsara). El tren delantero tiraba bien, el motor empujaba con ganas y la posición de conducción era muy correcta, sobre todo para los estándares de Citroën en esa época. Sin embargo, el público pedía algo más agresivo, y el ZX se quedaba a medio camino entre el coche familiar y el deportivo puro.
Donde el ZX Volcane destacaba de verdad era en su polivalencia. Podías usarlo cada día sin renunciar al confort, pero también podías meterle caña en una carretera secundaria y salir con una sonrisa de oreja a oreja. Era rápido, sonaba bien y no te obligaba a sufrir para llevarlo alegre. En ese sentido, era un coche muy completo, aunque poco valorado.
Hoy apenas se ve uno. La mayoría acabaron como coches de diario, machacados por el uso y olvidados por sus dueños. Quien encuentra uno en buen estado, con el 2.0 16v y los asientos deportivos originales, tiene una joya escondida. No será el más buscado de los 90, pero para quien sepa lo que tiene entre manos, es una opción excelente.

Peugeot 106 GTi: el peso pluma que aún pega fuerte
El Peugeot 106 GTi es un claro ejemplo de que no hacen falta muchos caballos para pasarlo en grande. Con 118 caballos y menos de 950 kilos, este chiquitín era un kart con matrícula. Su motor 1.6 16v subía alegre hasta las 7.200 vueltas, y el coche entero parecía construido para las curvas. Tenía un chasis ágil, una dirección directa y una forma de enlazar curvas que lo hacían adictivo. Sin embargo, el tiempo no ha sido del todo justo con él.
En España pasó bastante desapercibido frente a su primo el 205 GTI, que se llevó toda la gloria y la mitología popular. Aunque el 106 era más refinado, más moderno y no menos divertido, el público tiende a idolatrar lo primero que conoce. El 106, aunque muy valorado por los que lo han conducido, no llegó a ese estatus legendario. Hoy cuesta encontrar uno que no haya sido reventado a base de suspensión bajada y escapes estruendosos.
Con todo, el 106 GTi sigue siendo una compra inteligente para quien busca sensaciones puras sin complicarse la vida. Gasta poco, corre mucho más de lo que parece y se siente vivo incluso en trayectos cortos. Es uno de esos coches que te hace buscar excusas para salir a dar una vuelta, y eso no se puede decir de muchos coches modernos, por muy potentes que sean.
Además, tiene esa estética de utilitario agresivo sin resultar hortera. Los paragolpes ensanchados, las llantas pequeñas pero bien plantadas y los asientos deportivos le daban un toque justo de picante. No era el coche de un chulo, era el coche de un friki del motor con buen gusto.

Honda Civic VTi: la geisha que enamora
El Civic VTi de los 90 es uno de esos coches que, cuando lo pruebas, entiendes por qué los japoneses son tan obsesivos con la ingeniería. Bajo su capó llevaba un 1.6 VTEC con 160 caballos que, al pisar a fondo, cambiaba de carácter. Por debajo de las 5.500 vueltas era suave y civilizado, pero cuando entraba el VTEC, aquello se transformaba en una pequeña bestia que gritaba hasta las 8.000 rpm con una alegría contagiosa. Todo eso, en un coche compacto y ligero, con una fiabilidad a prueba de bombas.
En España se vendieron muy pocos, y eso lo convierte hoy en un unicornio. Mientras el mundo miraba a los GTIs europeos, Honda ofrecía algo distinto: tecnología, precisión y una forma de correr que no se basaba en la fuerza bruta. El VTi era para entendidos, para quien valoraba más el cómo que el cuánto. Aunque por fuera podía pasar desapercibido, por dentro era un coche especial.
La dirección era rápida, el cambio tenía un tacto exquisito y la suspensión aguantaba bien incluso en conducción alegre. No era el más rápido en línea recta, pero sí uno de los más adictivos. La forma en que el motor pedía vueltas y respondía con rabia era algo que muy pocos rivales europeos podían ofrecer. Era un coche con alma de moto, pero con asiento trasero y maletero.
Encontrar un VTi en buen estado es una odisea hoy en día. La mayoría han sido trasteados, reprogramados o simplemente exprimidos hasta el límite. Quien consiga uno bien mantenido se lleva un pedazo de historia japonesa en versión compacta. Y lo mejor es que aún hay quien no sabe lo que tiene entre manos, así que todavía se pueden cazar gangas. Aunque no por mucho tiempo.
Irrepetibles
Los compactos deportivos de los 90 fueron la última hornada de coches ligeros, divertidos y sin complejos. Eran coches que no necesitaban mil asistentes electrónicos ni potencia absurda para hacer disfrutar. Algunos tuvieron su momento, otros pasaron de largo, pero todos compartían una forma de entender la conducción que hoy echamos mucho de menos.
Lo bueno es que todavía quedan por ahí, escondidos en garajes, esperando a que alguien los rescate. Y aunque algunos están empezando a subir de precio, siguen siendo una forma muy auténtica de vivir la afición. No es nostalgia, es sentido común con olor a gasolina.
Jose Manuel Miana
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