El Peugeot 205 es uno de esos modelos históricos por los que el tiempo pasa con la mayor benevolencia posible. Además, versiones de carácter deportivo, como el Peugeot 205 GTi, han contribuido a que lo recordemos con gran estima. Sin embargo, la versión más poderosa y capaz de este modelo, aunque solo esté emparentada con el vehículo producido en larga tirada a través de su nombre, es el Peugeot 205 T16, fabricado en edición limitada a efectos de posibilitar la homologación del vehículo de competición que participó en el Mundial de Rallies en los años ochenta del siglo pasado, durante la era de los Grupo B.
Fueron 200 las unidades producidas por la marca francesa aptas para circular por las vías públicas. Todas ellas pintadas en antracita, significaban la oportunidad para gozar a diario en carreteras reviradas de un automóvil de motor central turbo y con un comportamiento excepcional. Mi compañero Miguel Sánchez os contó la historia del modelo en este artículo, así que hoy os vamos a hablar de una unidad concreta de esas 200 que vieron la luz, y que en estos días se ha puesto a la venta a través de Aguttes. Y es que tiene una historia muy particular, que también explica cuál fue el recorrido del Peugeot 205 Turbo 16 más allá del primer plano del mundo de la competición, donde fue el más laureado entre sus competidores del Grupo B con los colores de Peugeot Talbot Sport y bajo la dirección de Jean Todt.
La unidad cuyas fotos os presentamos en este artículo, extraídas del anuncio de Aguttes, también tiene su propio palmarés en diferentes campeonatos de ralis y de subidas de montaña a nivel europeo. Como se puede observar, cuenta con adhesivos de Balkancar, una empresa de origen búlgaro dedicada a la fabricación de maquinaria industrial, especialmente carretillas elevadoras eléctricas. Fueron ellos quienes se pusieron en contacto con Peugeot para solicitar la entrega de una unidad de la versión Evo 1 del modelo, después de ver sus éxitos en competición.
Como muchos otros de los 200 ejemplos del Peugeot 205 Turbo 16 de calle que fueron fabricados para cumplir con los requisitos de homologación del vehículo del Grupo B, esta unidad fue transformada posteriormente para llevarla también a la competición, primero en el Campeonato de Europa de Ralis y, más tarde, en el Campeonato de Europa de Montaña
Sin embargo, cuando en 1985 la marca recibió la llamada de Balkancar, Peugeot ya se encontraba desarrollando la segunda fase, que reservó todas sus unidades para el equipo oficial. La solución que encontraron fue solicitar a Bouhier Engineering, la empresa que se encargaba de construir el Peugeot 205 Turbo 16 Evo 2, que llevara a cabo una transformación de una de las unidades de calle para instalar todos los elementos propios del Evo 1, propuesta que aceptaron todas las partes interesadas.
Antes de la caída en desgracia de los Grupo B, esta unidad de Balkancar, con Ilia Tchoubrikov como piloto, tuvo la oportunidad de participar en seis pruebas del Campeonato de Europa de Ralis en 1985. A partir de 1986, después de la prohibición de estos brutales prototipos en los ralis, este ejemplar encontró su hueco en el Campeonato de Europa de Montaña, que abrió una categoría para acoger a estas bestias. Aquí obtuvo dos segundos puestos, en los años 1988 y 1989, y terminó proclamándose ganador absoluto de su clase en 1990.
Tras su retirada de la competición, fue adquirido por un coleccionista suizo en 1991, quien lo mantuvo en su poder hasta el año 2018. Su actual propietario, en posesión de esta joya desde entonces, llevó a cabo una restauración completa que, según el anuncio de su venta, le hace estar en disposición de volver a competir si así lo estimase oportuno su futuro comprador. Atendiendo al precio que se baraja —entre 450.000 y 650.000 euros—, no parece que asaltar carreras de montaña, como por ejemplo la Subida Internacional al Fito, vaya a ser su próximo destino. Pero quién sabe, la verdad es que estaríamos encantados de poder disfrutar de este vehículo apurando sus límites desde una cuneta en cualquiera de estas ascensiones.
David García
No conozco sensación mejor que la de un volante en las manos. Disfruto también con ellas sobre el teclado, escribiendo ahora para vosotros algo parecido a aquello que yo buscaba en los quioscos cuando era un guaje.COMENTARIOS