Si te gustan los coches deportivos, seguro que echas de menos aquella normativa de competición, que obligaba a los fabricantes a desarrollar coches “de homologación”, versiones de calle supervitaminadas, que servían de base para los de carreras. La FIA obligaba a basar los coches que competían en las distintas categorías, en modelos de producción con una tirada mínima, y solía dar como resultado máquinas espectaculares. Así nació el primer BMW M3, así nació el Lancia Delta HF Integrale y así nació el Ford Sierra RS Cosworth.
De estos tres que hemos mencionado, tres entre decenas, el más espectacular era, sin duda, el Sierra RS Cosworth. Y no porque sea el más rápido, sino por su imagen, por su estética. El diseño del Sierra RS Cosworth, del que luego bebería el Escort RS Cosworth, se ha vuelto un icono, aunque no falta algún que otro malentendido con los agentes de Tráfico, que detienen a los RS Cosworth porque se piensan que son coches tuning y tienen esos enormes alerones “de pega”. Y no, señores agentes, son de fábrica y además, funcionales, no son atrezzo.
Tras aquella primera versión basada en la carrocería de tres puertas, Ford lanzó una segunda variante del Sierra RS Cosworth, una variante que venía a ser igual en todo, salvo en su diseño exterior, pues se optó por la carrocería más tradicional de la gama, la de tres cuerpos. Por lo general, a esta versión se la conoce, simplemente, como Ford Sierra Cosworth –sin el “RS”–, pues hubo una tercera versión tras esta, el Sierra Cosworth Sapphire. Sin embargo, esta última contaba con tracción total –que luego emplearía el Escort RS Cosworth–, mientras que las dos primeras eran propulsión.
Así, en 1986, Ford pone de largo el nuevo Sierra Cosworth, que mantenía todo el grupo motor-transmisión del Sierra RS Cosworth, pero como se ha dicho, bajo la carrocería sedán, y además, el sedán tras el restyling. También era algo más recatado en su aspecto, ya que se prescindía de enormes alerones y se adoptaba uno mucho más sutil sobre la tapa del maletero, acompañado de un paragolpes delantero algo más grande y con nuevo diseño, así como unas llantas de aleación de 15 pulgadas. No había mucho donde mirar y poder saber si estás o no ante un Sierra Cosworth.
El grupo motor-transmisión, como se ha dicho, era el mismo del Sierra RS Cosworth, es decir, un cuatro cilindros de 1.993 centímetros cúbicos, sobrealimentado por un turbo Garrett T3 refrigerado por agua. La potencia era de 204 CV a 6.000 revoluciones, una cifra inusual para un sedán a finales de los 80, porque se consideraban cifras de coche deportivo. El cambio era manual de cinco relaciones suministrada por Borg Warner y la potencia se enviaba al eje trasero donde había un diferencial de deslizamiento limitado de acoplamiento viscoso. Por supuesto, las suspensiones eran más firmes y cortas, mientras que las barras estabilizadoras eran más gruesas en los dos ejes.
La velocidad de 242 km/h era más que respetable, y la aceleración de 0 a 100 km/h en 6,5 segundos era digna de un coche deportivo. El principal rival del Sierra en aquel momento era el M3 e30, aunque el sedán se apartó del camino que llevaba el Sierra RS Cosworth y apuntaba sus objetivos en coches del estilo al Lancia Thema 2.0 Turbo, o incluso con el Alfa Romeo 164 2.0 Turbo, con el que se vio las caras poco antes de que Ford pusiera en circulación el Sierra Cosworth Sapphire, ya con tracción total.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS