A mediados de septiembre de 1998, y en Madrid, se dio a conocer el Alfa Romeo 166. Era el reemplazo para el Alfa 164, el cual, llevaba 11 años en el mercado y había sido superado ampliamente por todos los rivales y ahondaba en ese trabajo que la marca lleva acarreando desde hace mucho tiempo: recuperar la imagen y el prestigio perdidos. Una labor que pasó de manos de FIAT a Stellantis.
El Alfa Romeo 166 debería haber llegado antes al mercado, pero aquella época fue una auténtica recuperación de la firma italiana, que estaba básicamente en el barro y logró salir con coches como el Alfa Romeo 156. De hecho, el lanzamiento del 156 fue lo que retrasó la puesta en escena del Alfa 166, pues se dio prioridad al más pequeño por su mayor potencial en ventas. Los italianos necesitaban hacer caja para seguir en activo y con el Alfa Romeo 166 no sería tan sencillo, pues era un sedán de gran tamaño, buen equipamiento y motores potentes, lo que significaba que sería un coche más caro que el 156.
Cuando por fin hizo acto de aparición, el 166 no dejó indiferente a nadie a pesar de que sustituía en el mercado a un coche diseñado por Pininfarina y recurría al clásico concepto de carrocería de tres volúmenes. Sin embargo, Walter da Silva supo captar a la perfección la esencia de Alfa y plasmarla en un diseño puramente italiano, sin estridencias y con clase. No había otro sedán de su tamaño que tuviera una imagen similar, aunque en los planes iniciales de la marca no estaba un diseño semejante. Los primeros planes consistían en un diseño más continuista con respecto al Alfa Romeo 164, pero al retrasarse su lanzamiento, Walter da Silva se hizo cargo del trabajo y optó por otro camino.
El Alfa Romeo 166, a simple vista, podría no tener nada que ver con su antecesor. Era más grande –50 milímetros más largo y otros 50 milímetros más ancho; 4,72 metros y 1,81 metros–, había ganado muchísimos enteros en cuanto a calidad de fabricación y adoptaba, entre otras cosas, un habitáculo que dejaba en ridículo al visto en el 164. Sin embargo, bajo toda esa fachada, estaba la plataforma de su antecesor, la cual, fue sometida a una revisión y por supuesto, a una evolución que le llevó a montar una suspensión delantera como la del Alfa 156 –columnas McPherson– y un eje trasero multibrazo procedente del Alfa GTV.
Para los motores, al menos en los primeros compases de comercialización, se recurrió a unos procedentes del 164 y a otros procedentes de otros modelos de la marca. El propulsor de acceso era un 2.0 16 válvulas con 155 CV que, quizá, podría quedarse un poco corto con el tamaño del coche, pues el par era de 187 Nm. Y así era, porque el 0 a 100 km/h se anunciaba en 9,6 segundos y la velocidad máxima era de 213 km/h. Luego fueron llegando más opciones, como el 2.4 JTD de 136 CV o los gasolina V6 –uno con turbo y 205 CV– que podían llegar a los 230 CV.
Alfa pretendía construir 50.000 unidades al año para competir con los Audi A6, BMW Serie 5, Mercedes Clase E y Lexus GS 300, ambiciones muy, muy altas, que nunca llegaron a cumplirse. Se fabricaba junto al Lancia Kappa, en Rivalta, Italia. En el año 2003 se sometió a restyling.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS