El Buick Riviera, aparecido originalmente en 1963, aguantó en producción hasta 1999, nada menos que 50 años. Sin embargo, como ha ocurrido mil y una veces, la última generación, la octava, fue una de las menos apreciadas, al tiempo que la prensa de la época tenía una visión global del modelo más benévola y mucho mejor que la presentada por los fanáticos. Ciertamente, no fue un superventas, aunque las poco más de 17.300 unidades que se vendieron entre 1995 y 1999 se consideraron aceptables y se mantuvieron en línea con las expectativas.
Todos sabemos que el mercado automovilístico estadounidense el algo distinto al europeo. Solo hay que echar un vistazo a sus coches para darnos cuenta de ello. Sin embargo, hay cosas que no cambian aunque se cruce el Atlántico, como la reacción de los puristas y los movimientos de mercado, que parecen ser una constante sin importar el mercado o la nacionalidad. Es algo que llama la atención cuando, en teoría, la cultura del automóvil norteamericana es mucho mayor y está más arraigada que la cultura del automóvil europea.
Esa cultura estadounidense conlleva una forma muy particular de entender el automóvil, con una clásica tendencia a pasar de padres a hijos y de tener especial inclinación por los coches muy grandes, aunque, todo sea dicho, han perdido dimensiones poco a poco en una evolución hacia la lógica y no hacía la imagen y la apariencia. En la década de los 50 y 60 eran potencia mundial, nadie podía igualarse a Estados Unidos y ellos lo sabían, algo que se representaba en sus coches y en su forma de vida. Pero eso, poco a poco, se relajó y en la década de los 90 no eran tan exagerados.
Sus dimensiones eran muy respetables y su esencia puramente yankee, aunque le habría venido bien un V8 de cubicaje elevado
La evolución del Riviera es un buen ejemplo. La generación de 1963 rozaba los 5,6 metros de largo, pero la ultima generación no superaba los 5,3 metros de largo –y también pesaba 300 kilos menos, todo sea dicho–. Pero el tamaño no fue lo criticado del Buick Riviera MKVIII, se criticó el diseño y, hasta cierto punto, el talante del coche, que entre otras cosas, no tenía motor V8, sino un bloque V6 de 3,8 litros, concretamente 3.785 centímetros cúbicos, con culatas sencillas –dos válvulas por cilindro, un árbol de levas–, inyección y dos versiones: atmosférica y sobrealimentada, que apareció según avanzaba la comercialización. La versión atmosférica rendía 153 kW, 208 CV –205 HP– a 5.200 revoluciones y 312 Nm a 5.200 revoluciones, mientras que la versión sobrealimenada, primero ofrecía 228 CV y luego pasó a 243 CV para el final de la vida comercial del Riviera.
Este motor se combinaba con una transmisión automática de cuatro relaciones y con una tracción delantera, algo que, quizá, sea culpable de la velocidad máxima que se publica en infinidad de fuentes estadounidenses: 175 kilómetros/hora. Es realmente pobre para la potencia del modelo, aunque hay quien dice que “sin limitador, puede acercarse a los 230 kilómetros/hora”.
No obstante, y cifras de prestaciones aparte, el Buick Riviera de última generación tuvo opiniones muy encontradas. Los más críticos no estaban conformes con su forma casi ovoide, de líneas suaves y proporciones relativamente equilibradas –el coche es enorme y el voladizo trasero muy largo–. Las tildaban de poco arriesgadas y de faltas de personalidad, mientras que la prensa alababa su comportamiento, el tacto la dirección y sí, su imagen. Mientras que los fanáticos del modelo se dividían, la prensa lo catalogó de un poco futurista, elegante y personal.
El Buick Riviera 3.8 V6 fue uno de los últimos de su tipo. Representa el final de una era, de cuando los grandes coupés de “lujo personal” empezaron a perder cuota de mercado en Estados Unidos en favor de los SUV.


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Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS