La historia de SEAT está marcada por dos momentos importantes. Por un lado, está el cese del acuerdo con FIAT, por el otro, la adquisición de la compañía por Volkswagen. Fueron dos momentos clave en el devenir de la marca, pero que tuvieron un pequeño parón entre medias, que dejó a SEAT casi opciones, pues la marca española siempre se había basado en los modelos de FIAT y una vez en solitario, no tenía ni la capacidad ni el dinero para ponerse a desarrollar modelos por su cuenta.
Así, no quedó otra que tirar de lo que ya tenía e intentar desarrollar algo sobre ello. Esto llevó a la aparición del SEAT Ronda, por ejemplo, un derivado directo del Ritmo, que se vio acompañado por el Marbella, claramente un Panda con algunos retoques, y también provocó la puesta en escena del SEAT Fura, básicamente un 127 al que se rediseñó buena parte de la carrocería y algunos detalles. No fueron los mejores productos de la marca –el Ronda tenía fama de ser problemático, por ejemplo– pero permitieron aguantar hasta que Volkswagen se pusiera al mando.
Fue entonces cuando en SEAT se les ocurrió mantener la línea de modelos deportivos, cuyo apelativo era “Crono” y que había estrenado el Ritmo. Para la ocasión, lanzaron el SEAT Ronda Crono, un coche del que se hicieron muy pocas unidades, y el SEAT Fura Crono, que fue bastante más popular y era la forma que tenía SEAT de entrar en el creciente segmento de los pequeños GTI.
El SEAT Fura Crono, visto con la perspectiva que da el tiempo, era un coche realmente ochentero, con paragolpes de plástico negro de buen tamaño, que se extendían por los laterales de la carrocería, ocupando toda la parte baja del coche y los arcos de las ruedas. Atrás se incluía el típico spoiler de material plástico y un alerón de pequeño tamaño sobre la puerta del maletero. El frontal podía lucir los característicos faros de niebla supletorios –de color amarillo selectivo, por supuesto– y montaba unas llantas que hoy parecen de carretilla, con medidas 155/70 se consideraban de perfil bajo y los suficientemente anchos para las prestaciones del coche.
Para animar a esta versión deportiva, se escogió un motor bastante conocido, el más que probado 1.438 centímetros cúbicos del SEAT 1430 con sus mismos 75 CV, aunque en esta ocasión estaba montado transversalmente y unido a una caja de cambios de cinco relaciones, lo que, según revistas de la época, le permitía gastar 6,4 litros cada 100 kilómetros a una velocidad de 90 km/h. La velocidad máxima era de 163 km/h y el 0 a 100 km/h lo completaba en 10,8 segundos.
Se fabricó entre 1982 y 1985, cuando Volkswagen ya tenía gran parte de las acciones de SEAT, las cuales, adquirió en su totalidad en 1986.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS