El Renault Mégane, la primera generación del Renault Mégane, hizo acto de presencia allá por 1995 con el objetivo de reemplazar al Renault 19, uno de esos éxitos de la firma francesa de los que ya no se ven por las calles –no en balde, tiene más de 30 años… –. La marca cambió por completo el concepto comercial de su modelo compacto con este lanzamiento, pero, aunque a simple vista era un coche totalmente distinto, en realidad, era una evolución muy profunda del R19, del que se conservaba la plataforma y algunos motores.
Como el R19, el Mégane llegó al mercado con diferentes opciones de carrocería, de hecho, fueron muchas opciones de carrocería, entre las que destacaban con fuerza propia el Mégane coupé, y un derivado de este, el Renault Mégane Cabrio. Dos versiones que buscaban reemplazar al R19 tres puertas y al R19 Cabriolet, que por cierto, fue un coche al que se alabó en la prensa por su equilibrio estético.
Suele pasar que las versiones más lúdicas y deportivas, son las que menos se venden. Por un lado está el precio, y por otro, la falta de versatilidad para un usuario común. Así es lógico que las ventas del descapotable fueron las más limitadas de toda la gama Mégane, que quizá no lo recordéis, pero fue uno de los referentes en ventas de su categoría desde mediados de la década de los 90 en adelante. Es decir, continuó por la senda que había marcado el R19.
El Renault Mégane Cabriolet se introdujo en el mercado en 1997 y, básicamente, era un coupé adaptado para la ocasión. Puede que decir algo así sea simplificar un poco las cosas, pero en el fondo es la realidad. Se tomó el Mégane Coupé como punto de partida y se rediseñó para convertirlo en descapotable. Y hay que decir que lograron un buen trabajo, pues el Mégane Cabriolet presenta una imagen bastante equilibrada y dinámica.
La gama del Renault Mégane Coupé fue la más limitada, como cabría esperar. Los motores para la primera generación del modelo fueron siempre gasolina de cuatro cilindros –por entonces no se ponían motores diésel en los descapotables– y no muy grandes, pues tampoco debemos olvidar que seguimos hablando de un Renault Mégane. El acceso a la gama era un bloque 1.6 litros con 90 CV, y el motor más grande fue un dos litros con 150 CV, el mismo motor del Renault Clio Williams, el cual, podíamos considerar el más deportivo.
Con 1.185 kilos, esos 150 CV le permitían presumir de una velocidad máxima de 211 km/h, de un 0 a 400 metros en 16,6 segundos y de un 0 a 100 km/h en 8,7 segundos. Son los menos numerosos, como cabe esperar, y los más interesantes de adquirir.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS