Eran mediados de los 80 cuando en Estados Unidos el Grupo Chrysler presumía de su liderazgo en un segmento en auge: el de los allí llamados minivans. Seguro que estás pensando en el Chrysler Voyager, pero lo cierto es que la primera entrega se lanzó bajo las marcas Dodge y Plymouth. General Motors, el otro gran gigante americano además de Ford, tenía en su cartera los GMC Safari, pero dejó correr el rumor de que iban a lanzar un modelo que dejaría a sus rivales algo así como “a la altura del betún” que diríamos a este lado del charco. El monovolumen en cuestión era el Pontiac Trans Sport que se dejó ver por primera vez en 1986 como un espectacular concept.
Levantó tal expectación que la llegada tres años más tarde de la versión de producción fue como un gran jarro de agua fría por el simple hecho de que no se asemejaba en prácticamente nada al prototipo original. Sí que mantuvo una contenida altura de su carrocería con respecto al resto de minivans del mercado, así como un pilar A que se disimulaba confundiéndose con el enorme parabrisas delantero. Atrás quedaron las puertas de gaviota o el techo de cristal que aportaba una gran luminosidad a su interior.
Eso no significó que el Pontiac Trans Sport -también Oldsmobile Silhouette o Chevy Lumina APV- careciera de virtudes; porque realmente las tenía: motores modernos de buen rendimiento, un comportamiento por encima de sus competidores o un interior amplio y confortable. Sin embargo, su halo estuvo rodeado de más sombras que luces debido a los dichosos problemas de fiabilidad por culpa de su dudosa calidad de construcción y mantenimiento.
A pesar de todo, GM decidió traerlo al viejo continente donde el Renault Espace dominaba el segmento a sus anchas. Llegaba poco después que el AVE, con el que algunos comparaban su futurista silueta. Lo podíamos encontrar en concesionarios Opel con dos versiones equipadas con sendos motores de gasolina: un 2.3 16v de 147 CV y un poderoso V6 con nada menos que 3,8 litros de cilindrada para tan “solo” 175 CV.
Como veis no llamaba la atención únicamente por su estética o un inusual tamaño para nuestro mercado a tenor de sus casi cinco metros, sino que en el Pontiac Trans Sport todo estaba hecho a lo grande. Incluso los fallos. Porque su procedencia resultaba inequívoca con detalles como la palanca de cambios de la versión automática en la caña de la dirección o la disposición de algunos mandos. El salpicadero estaba plagado de pequeños botoncitos a los que costaba acostumbrarse. Y claro, con tanto interruptor lo extraño hubiese sido que no fallasen.
Aquí en España no llegó a ser tan popular como el Chrysler Voyager al que tuvieron siempre en el punto de mira. En realidad su rival directo sería el Grand Voyager de carrocería alargada que le dejaba en evidencia en lo que a habitabilidad se refería, pues en el Pontiac muchos centímetros se iban a su alargado morro sin que repercutieran en un interior especialmente amplio o un maletero capaz. Donde no tenía rival era en la cota de anchura derivada de unas medidas exteriores superiores de nuevo a cualquier otro rival del momento. Verle junto a un Nissan Serena debía de ser cuanto menos curioso.
Con sus pocas virtudes y muchos defectos, podemos agradecer que GM se molestara en importar una rareza como el Pontiac Trans Sport de primera generación (la segunda con el nombre de Chevrolet fue bastante más convencional) consiguiendo algo que muy pocos logran con un vehículo de enfoque familiar, porque desde luego no pasaba desapercibido. Lo que no se puede negar es que durante estos casi 30 años no ha aparecido un monovolumen con un diseño tan particular como el del Pontiac, apodado por algunos como dustbuster por su forma similar a la de una aspiradora de mano de la época.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Vaya pasada el concept… Eso si: ya podía tener un aire acondicionado bien potente y con canalizaciones por doquier, porque menudo invernadero que tenía que ser ese habitáculo.