Los fabricantes generalistas, aquellos que no son premium, básicamente, siempre han intentado abrirse un hueco en determinados segmentos, por lo general, sin éxito. La última intentona seria ha venido de Volkswagen y todo sigue igual que siempre, aunque al menos, Volkswagen lo hizo bien y puso en circulación un coche que realmente podía plantar cara a los rivales más complicados con todas las garantías. Se trata de algo que no siempre ocurre, y un claro ejemplo de ello lo tenemos en el Peugeot 605.
El sedán francés se puso en circulación en 1989, momento en el cual, destacaba por ser un coche grande, muy grande, y por tener una imagen, según se dijo en su momento, demasiado convencional. El caso es que Peugeot, a finales de los 80 y durante toda la década de los 90, fue una marca que se podía tildar de convencional, o mejor dicho, era conservadora, no como en el Siglo XXI, que ha puesto diferentes modelos en producción a cada cual más polémico estéticamente. Y no digamos nada sobre el famoso puesto de conducción, el i-Cockpit.
Con el 605 no pasaba nada de eso, era un “señor coche”, con todo lo que se pueda atribuir a dicha expresión, salvo por una excepción: la gama de motores. Hablamos de un coche que tuvo una vida comercial de nada menos que 10 años y fue reemplazado por el Peugeot 607, una vida comercial que fue, básicamente, toda la década de los 90, y por tanto, hay ciertas cosas que se comprenden fácilmente, como la presencia de motores de poco más de 130 CV, por ejemplo. Pero hay una que, por mucho que fueran los años 90, no acabamos de comprender: la presencia de un motor diésel atmosférico de 83 CV, que daba vida al Peugeot 605 2.1D.
Allá por comienzos de la década de los 90, los motores diésel atmosféricos todavía tenían algo de presencia en el mercado
El 605 2.1D estuvo en el mercado solo cuatro años, entre 1990 y 1994, pero desde nuestro punto de vista actual, estuvo totalmente fuera de lugar. Era un bloque de cuatro cilindros, 2.138 centímetros cúbicos, cuyos pistones tenían una carrera bastante larga: 92 miímetros –el diámetro de los mismos era de 86 milímetros– y una altísima compresión de 22,5 a 1. Las cifras podrían haber sido interesantes para, por ejemplo, un Peugeot 306, pero no para un sedán del segmento E. Rendía 83 CV a 4.600 revoluciones y 147 Nm de par a 2.000 revoluciones. El 0 a 100 km/h no se completaba hasta pasados 17,5 segundos, no podía pasar de los 170 km/h y el consumo homologado era de 8,8 litros cada 100 kilómetros.
Un coche como el Peugeot 605 no debería haber tenido un propulsor semejante, aunque los directivos de la marca saben bastante más que nosotros y sus motivos tendrían, ¿no? El caso es que el Peugeot 605 2.1D dejó pronto el mercado, y además, estuvo acompañado desde el principio por una versión turbo, el 605 2.1DT, con 109 CV, y luego, en 1994, vio aparecer el 2.5DT con 129 CV.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".El Renault Laguna tenia el mismo problema, un anémico diesel 2.2D de 85cv.