Coche del día: Peugeot 505 V6

Coche del día: Peugeot 505 V6

Un viejo león con corazón V6


Tiempo de lectura: 5 min.

Esta versión del modelo más alto de la gama de la marca del león. El Peugeot 505 V6 se comercializó en 1987, tras la actualización de medio ciclo de vida, en un momento que ya gozaba de popularidad y veteranía. Andaba necesitado de un motor más potente para poderse medirse con el resto de las grandes berlinas de su clase, en vez de con vehículos más pequeños a causa de esta falta de potencia.

Tal vez este propulsor llegara demasiado tarde, casi al final de la vida comercial del Peugeot 505

Sus responsables introdujeron este motor no se sabe si para darle una jubilación con categoría, o bien dotarle de una segunda juventud y competir de tú a tú  con sus rivales. Contaba ya con una línea veterana y algo pasada de moda, y la función de vehículo de representación quedaba mermada en el coche.

Sus cotas de habitabilidad eran buenas en líneas generales, no solo por sus considerables medidas exteriores, sino por un buen aprovechamiento del espacio interior. El maletero gozaba de una gran capacidad, si acaso su baja altura y gran profundidad le quitaban algo de practicidad. Los asientos, de tapicería agradable al tacto, aunque algo calurosa, y de dureza equilibrada, resultaban muy cómodos. El asiento trasero estaba configurado para la comodidad de dos pasajeros, el tercero no tenía la comodidad de sus compañeros.

Peugeot 505 Turbo Interior

Interior del Peugeot 505 Turbo

Su acabado y calidad de materiales no eran precisamente brillantes, pero se compensaba con un equipamiento bastante bueno, como apertura remota, ABS, corrector de la altura de los faros o captafaros luminosos en las puertas. Los asientos delanteros tenían hasta cinco reglajes diferentes, incluyendo el reglaje lumbar. Resultaban amplios en todas sus dimensiones, exceptuando la longitud de la banqueta, tal vez un poco corta.

El tablero de instrumentos resultaba completo y de fácil lectura, con las palancas a mano, y el volante contaba con un diámetro y un tacto apropiados. No era difícil encontrar una postura adecuada al volante. La climatización no estaba muy conseguida, sobre todo para las plazas traseras, que no contaban con unas salidas de aireación adecuadas.

Peugeot no buscaba una potencia espectacular con este propulsor, sino una conducción agradable, aportando elasticidad, una regularidad y suavidad de funcionamiento encomiable

Peugeot 505 V6 3

Desarrollado con Renault y Volvo (PRV), lo llevaban modelos como el Renault 25 V6 y el Volvo 760 GLE. Este seis cilindros en V a 90º contaba con unos contrapesos situados en los ejes de las levas que actuaban como árboles contrarrotantes, asegurando su suavidad de funcionamiento. Era alternativa al 2.2 Turbo de gasolina

Su alimentación se llevaba a cabo por un sistema de inyección electrónica  Bosch LH 2-2 con encendido multipunto y dos detectores de autodetonación, uno por cada bancada de cilindros. Se decidió no utilizar un diferencial autoblocante para permitir un mejor aprovechamiento del ABS. La dirección contaba con asistencia variable, disminuyendo con la velocidad, hasta los 150 km/h, punto en el que permanecía invariable.

Este seis cilindros en V, en posición delantera longitudinal, cubicaba 2.849 cm3, dos árboles de levas y dos válvulas por cilindro. Erogaba 170 CV a 5.600 RPM, y 235 Nm a 4.150 RPM. Son caballos tirando a mansos, pues podías pisar el acelerador con fuerza en pleno apoyo de la curva sin tener ninguna reacción brusca del tren trasero. Al ser un coche de propulsión trasera su comportamiento era ligeramente sobrevirador, informando de una cierta pérdida de motricidad en curvas lentas. En firme mojado aparece este sobreviraje, pero fácilmente controlable, gracias a una plataforma de generosas medidas, tanto en batalla como en vías.

Peugeot 505 V6 2

Su caja de cambios era manual de cinco relaciones. El manejo de la palanca era ruidoso pero suave, con falta de precisión, por lo que había que buscar el hueco de las marchas. Alcanzaba una velocidad máxima de 200 km/h, cubriendo el 0 a 100 km/h en 9,6 segundos, y los 1.000 metros desde parado los realizaba en 31,7 segundos. Su consumo por ciudad superaba los 13 l/100 km, mientras que por vías rápidas consumía algo más de 9 l/100 km a una velocidad de crucero de 120 km/h. Con un depósito de combustible de 70 litros no andaba mal de autonomía.

Su suspensión cumplía a la perfección, transmitiendo pocas irregularidades a sus ocupantes, a pesar de contar con un eje trasero rígido. Su buena insonorización  y el elástico comportamiento del motor lo hacían muy cómodo para moverse tanto por ciudad como por carretera. La dirección de asistencia variable resultaba blandita a velocidades bajas y medias, con una relación de desmultiplicación muy directa, por lo cual había que prestar más atención si circulábamos deprisa por carreteras viradas. El equipo de frenos contaba con discos en ambos ejes, siendo ventilados los delanteros.

La mejor baza de este coche era su precio, 3.500.000 pesetas, unos 54.000 euros a día de hoy (no precisamente barato). No existían competidores que ofreciesen tanto por tan “poco”, aunque su línea veterana fuese su mayor enemigo. Era un vehículo que contaba con su clientela fiel, ya con una mecánica a la altura de sus rivales. Fue reemplazado por el 605.

Os dejamos con un vídeo original de formación para empleados de Peugeot en francés, en el que cuentan las novedades de esa época, el GTD diésel, Turbo gasolina y V6.

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Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...

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