Cuando se piensa en coches míticos, en coches que serán recordados para siempre y que serán queridos por todos los aficionados, no podemos pasar por alto al Peugeot 205. Este francés arrasó allá por finales de los 80 y comienzos de los 90, gracias a un conjunto que convenció a millones de usuarios (se fabricaron 5.278.300 unidades, de las cuales, 1.188.811 salieron de Villaverde, Madrid). Su estética fue uno de sus principales reclamos, dejando viejos a todos sus rivales desde el primer momento, pero la gama que componía su catálogo también ayudó a su espectacular éxito. Sobre todo, ayudó a que se convirtiera en un mito entre los auténticos fanáticos de los coches.
Por lo general, la versión más recordada y una de las más deseadas, es el Peugeot 205 GTi, no en balde, se convirtió en uno de los utilitarios deportivos más rápidos y eficaces, dejando al desproporcionado Peugeot 205 T16 como el colofón de la gama y como el más especial. Sin embargo, hay una variante que siempre queda un tanto en el olvido, a pesar de ser la más racing y deportiva de todas: el Peugeot 205 Rallye. Sí, el 205 Rallye era más deportivo que el GTi, pues la potencia, por sí sola, no hace un coche deportivo, se necesitan más factores que en el caso del Rallye, iban mucho más allá que en el caso del GTi.
El Peugeot 205 Rallye era una versión muy racing, con auténtico espíritu RACER, que seguía la senda que habían marcado coches como el Talbot Samba Rallye o el Citroën AX Sport. Era un coche radical, desprovisto de muchas cosas de confort como los elevalunas eléctricos o los asientos con tapicería mixta. Era muy, muy espartano, en pos de un peso lo más contenido posible. La ausencia de elementos superfluos llegaba incluso hasta las llantas, que eran de chapa y sin embellecedores, simplemente pintadas, porque eran más ligeras y eficaces que las usadas, por ejemplo, en su hermano, el 205 GTi. Además, el aspecto que otorgaban al Peugeot 205 Rallye era, como cabría esperar, muy racing.
La idea, la sensación de estar ante un coche racing, es la que domina toda la situación cuando ves un 205 Rallye. No es un coche para gente “urbar style”, ni para aquellos que buscan un vehículo para ir del punto A al punto B, es un coche para quemados, para usuarios que salen los fines de semana a conducir por puro placer y quieren máximas sensaciones. Y eso, que el Rallye era menos potente que el GTi, aunque se compensaba con el peso. El motor que daba vida al 205 Rallye era un bloque de cuatro cilindros y 1,3 litros (exactamente 1.294 centímetros cúbicos), que estaba alimentado por dos carburadores de doble cuerpo Weber 40. Era el mismo motor que montaba el Citroën AX Sport, pero pasaba de los 95 CV que daba en el modelo de chevrones, a los 103 CV que daba en el caso del 205 Rallye. El par era de 118 Nm a 5.000 revoluciones. Es poca potencia comparada con la anunciada por el 205 GTi, pero el peso del Rallye era de 850 kilos, alrededor de unos 100 kilos menos que su hermano.
En las revistas de la época lo alabaron ampliamente, aunque su sistema de alimentación ya había sido superado por los sistemas de inyección. La potencia máxima se lograba a 6.800 revoluciones, muy cerca del régimen máximo de par, pero según dicen, ganaba régimen con muy rapidez y ofrecía un gran margen de uso. Aunque, como es lógico, si se quería correr de verdad, había que llevarlo por encima de las 4.500 revoluciones. Algo que, por otra pare, era sencillo lograr al contar con un cambio manual de cinco relaciones, con desarrollos cortos, tanto, que la velocidad máxima, 190 km/h, se lograba en quinta a 6.700 revoluciones y en autopista, a 160 km/h, el motor giraba a 5.500 revoluciones.
Por supuesto, suspensiones y frenos estaban adaptados a las nuevas circunstancias, con tarados más firmes y recorridos más cortos que en el 205 GTi, frenos con discos autoventilados traseros y unos tambores en las ruedas traseras, para permitir un buen uso del freno de estacionamiento en giros cerrados. Las ruedas, comparadas con cualquier coche moderno, son ridículas: 165/70 13. Sin embargo, para el peso y las prestaciones del coche, son incluso lógicas, porque permiten un comportamiento al límite menos radical y más progresivo, pero también evitan el rozamiento de las unas gomas innecesariamente grandes (y caras), como ocurre hoy día.
Lo mejor de todo, es que el Peugeot 205 Rallye era más barato que el 205 GTi y mucho más divertido de conducir, aunque no era un coche destinado a todo el mundo como si lo era el GTi. Era, como hemos dicho, un coche para entusiastas de la conducción, con una puesta a punto que dejaba descolgar la trasera a base de jugar con las inercias y que ofrecía auténticas sensaciones deportivas.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".Bonito coche, sueño húmedo de muchos “quemadillos” de la época que lo querían para disfrutar en ratoneras carreteras de montaña…. lo malo que tenía eran precisamente esos carburadores Weber que eran difíciles de “afinar” (costaba encontrar un mecánico que supiera) y se desajustaban fácilmente si hacías demasiada ciudad con él… la inyección es la inyección y ahorró muchos dolores de cabeza para uso diario…
Un saludo