El Nissan Maxima QX 2.0 V6 era la opción de motorización básica para adquirir esta berlina media/alta si no nos resultaba imprescindible la versión de 3 litros y 193 CV. El resto de los elementos mecánicos no variaba en esencia y era una buena elección si no deseábamos desembolsar un precio excesivo para tener un automóvil muy interesante y con menor carga fiscal, pero con las ventajas de un seis cilindros en cuanto a suavidad y finura.
Su estética resultaba muy discreta, casi anodina, una típica berlina de tipo sedán con cuatro puertas sin deseo de llamar la atención. Sus generosas dimensiones exteriores, en especial la longitud, con 4.770 mm, una anchura de 1.770 mm y una altura de 1.415 mm, se reflejaban en unas notables cotas de habitabilidad. El maletero ofrecía 440 litros de capacidad, algo escasos para el tamaño del coche.
Su interior era amplio y cómodo, con unos ajustes y calidades de materiales bastante elevados en el acabado SE. El equipamiento también era de primer nivel, con el habitual cierre centralizado con apertura a distancia, cuatro elevalunas eléctricos, retrovisores exteriores con regulación desde el interior, volante y asiento del conductor regulables en altura. Podemos incluir un interesante climatizador automático con salidas para las plazas traseras, doble airbag frontal, cinturones con pretensor, reposacabezas traseros, llantas de aleación, lavafaros, faros antiniebla…
Una de las pocas ausencias de equipamiento respecto a la versión de 3 litros era el sistema antipatinamiento LSD, realmente innecesario ya que los 140 CV no van a poner en aprietos al eje delantero. Mostraba un nivel de equipamiento casi cerrado, pues solo llevaba como opciones la pintura metalizada y un cambio automático con tres programas de funcionamiento.
Con una diferencia de más de 13.000 euros de hoy, 41.000 frente a 54.500 euros, nos llevábamos una versión idéntica a la que se movía con el motor de 3 litros y 193 CV frente a otra con motor VQ20DE de 2 litros y 140 CV -también V6-. Es como para pensárselo a pesar de la gran diferencia de prestaciones
Bajo el capó lleva un interesante bloque de seis cilindros en V en posición delantera transversal, con bloque y culata de aleación. La distribución se realizaba mediante con un doble árbol de levas en cabeza por cada bancada de cilindros y cuatro válvulas por cilindro. Rendía unos discretos 140 CV a 6.400 RPM de potencia y 177 Nm a 4.000 RPM de par, algo escasos a priori para mover sus 1.356 kg en orden de marcha (con todos los líquidos necesarios). La alimentación era por inyección electrónica multipunto de gasolina.
El motor iba montado sobre unos silent-blocks, lo que unido a la suavidad de funcionamiento y la amortiguación del eje delantero, las vibraciones dentro del habitáculo eran inexistentes. Esta versión se conformaba con una caja de cambios manual de cinco relaciones, con los siguientes desarrollos a 1.000 RPM: 8,13 km/h en primera, 14,4 km/h en segunda, 21 km/h en tercera, 28 km/h en cuarta y 33,6 km/h en quinta. Su manejo era algo lento.
Respecto al equipo de frenos contaba con cuatro discos, siendo ventilados los delanteros y macizos los traseros, asistidos por un ABS de cuatro canales. Las distancias de frenado eran buenas, necesitando 43,6 metros desde 100 km/h y 62,8 metros desde 120 km/h. La suspensión llevaba esquema independiente de tipo McPherson en el eje delantero, mientras que el eje trasero contaba con un elaborado multibrazo con sistema MLB (MultiLink Beam) de control lineal, que mediante una biela con desplazamiento lateral conseguía mantener plano al coche, tanto en los apoyos en línea recta con baches como en curva.
Los amortiguadores telescópicos, muelles helicoidales y barras estabilizadoras completaban la suspensión. Si añadimos un tarado de los amortiguadores muy acertado, los ocupantes gozaban de un elevado nivel de comodidad, propio de una gran berlina. En cuanto a las ruedas, llevaba unas llantas de aleación de 6,5×15 pulgadas, calzadas por neumáticos de medidas 205/65 VR15.
Sus buenas calidades de acabado, su equipamiento y su elaborada suspensión MLB (MultiLink Beam) lo convertían en un automóvil ideal para hacer largos y cómodos viajes. A cambio las prestaciones se quedaban bastante justas
Por último, hablaremos de las prestaciones y consumos. Alcanzaba una velocidad máxima de 200 km/h y aceleraba de 0 a 100 km/h en 11,4 segundos. Los 1.000 metros desde parado los cubría en 32,5 segundos. En cuanto a las recuperaciones, pasaba de 80 a 120 km/h en cuarta en 11,4 segundos, dedicando 14,5 segundos para el mismo registro en quinta.
Respecto a los consumos por ciudad gastaba 11,2 l/100 km, bajando hasta los 7,6 l/100 km por carretera convencional a 90 km/h y hasta los 9,8 l/100 km por autovía/autopista a 120 km/h. En conducción rápida por carretera convencional se conformaba con 11,6 l/100 km. Sus 70 litros de depósito de combustible le otorgaban una autonomía media de 823 km. Estos datos de prestaciones y consumos están obtenidos a partir de una prueba real.
Esta versión en acabado SE estaba en el mercado a un precio de 4.000.000 de pesetas en 1995, poco más de 41.000 euros de hoy. Era una respetable diferencia respecto al Maxima QX con el mismo acabado y motor de 3 litros, que costaba el equivalente de unos 54.500 euros. Eran más de 13.000 euros por disfrutar de 53 CV más, en el resto eran idénticos. Los mismos motores fueron heredados por la siguiente generación, como vimos en el Nissan Maxima QX 3.0 V6 (A33) del 2000.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...De acá también salieron los Renault Samsung SM5 y SM7, además del SM3 (basado en el Nissan Almera Sedán)