Puede que el Montero haya sido uno de los modelos más icónicos de Mitsubishi en las últimas décadas como prueba de su larga tradición en el mundo de los todoterrenos o pickup. Quizá menos conocido haya sido la predilección y casi especialización de la marca por los monovolúmenes, habida cuenta que durante una época llegó a comercializar hasta cuatro coches con este formato en nuestro país.
El más longevo ha sido el Mitsubishi Space Wagon, un modelo que salió al mercado en 1983 y que conocimos en España años más tarde, aunque el más popular fuese la segunda generación de los 90 como alternativa a otros monoespacio que iban implantándose dentro de nuestras fronteras como el Renault Espace o el Chrysler Voyager. El coche de hoy se corresponde con la tercera generación, lanzada en 1997, con un cambio tan radical en diseño que dejó obsoleta a la generación anterior (que más tarde se comercializaría como Galloper Santamo).
El Mitsubishi Space Wagon 2.4 GDi 4×4 medía 4,6 metros de largo, 1,77 de ancho y tenía una altura de 1,65 metros. A pesar de un capó más largo de lo habitual en este tipo de carrocerías, ofrecía capacidad suficiente para siete ocupantes distribuidos en tres filas de asientos. Eso sí, la versatilidad no era su fuerte, y la segunda fila se ofrecía con una banqueta corrida de tres plazas y respaldos divididos en secciones 50/50 que no resultaban ideales para brindar el mayor confort.
No obstante, existía una alternativa de seis plazas con dos butacas individuales en la segunda fila (de serie en el 4×4) que aumentaban la comodidad al contar con reposabrazos y regulación longitudinal. Con todo, no destacaba en espacio frente a modelos mejor aprovechados e igualmente quedaba patente en su capacidad de maletero tanto con la tercera fila levantada o plegada.
Pero las virtudes del Mitsubishi Space Wagon 2.4 GDi 4×4 estaban donde no se veían. Por un lado su motor de inyección directa y por otro el sistema de tracción total. Comenzando por lo primero, el bloque de cuatro cilindros y 2,4 litros era ya conocido al montarse sobre la carrocería del Galant GDi en aquel intento de la firma japonesa por popularizar la inyección directa de gasolina. Hay que admitir que fue loable, pero ya por entonces sufríamos la fiebre del diésel y es justo decir que en una carrocería como esta capaz de albergar a siete ocupantes o mucha carga, un motor de gasóleo no le hubiera venido mal.
Porque la principal ventaja del motor GDi era aunar prestaciones con un consumo razonable, pero esto se quedaba sobre el papel. Declaraba una velocidad máxima de 185 km/h (dato irrelevante, dadas las circunstancias) y un 0 a 100 km/h en 11,8 segundos, un segundo más que la variante de tracción delantera. Cifras similares a un Opel Sintra 2.2 de 141 CV o un Renault Espace 2.0 de 140 CV.
En cuanto a consumos, la estimación oficial hablaba de un gasto de 13,4 litros en ciclo urbano y 8,1 en carretera. A priori poca ventaja con respecto a los citados rivales. Pero una vez en marcha, todo dependía del mimo con el que tratáramos el acelerador, y ahí residía la clave del funcionamiento del GDi.
Para aprovechar sus ventajas debíamos practicar una conducción muy suave, momento en el que un testigo en la instrumentación nos avisaba de que el motor funcionaba en modo de mezcla pobre. Para ello, la situación ideal eran largos recorridos por autovía a velocidades mantenidas.
En este terreno poco partido le podíamos sacar a su segundo rasgo diferenciador: la tracción total. Sin cambios perceptibles en su carrocería como sí ocurría en el Space Gear de suspensiones altas, el sistema del Space Wagon aportaba un plus sobre firmes deslizantes más propios del norte. En condiciones normales de adherencia el reparto era 50:50 entre los dos ejes, pudiendo modificarlo gracias a un diferencial central viscoso de concepción más sencilla que el utilizado en los 4×4 de la marca.
Un plus del que pocos rivales podían presumir, pero que asimismo pocos conductores podrían justificar a tenor de la merma en prestaciones y consumos. Además, el depósito de combustible menguaba en 5 litros, por lo que la autonomía era más bien escasa. Y luego estaba el tema del precio, pues el 4×4 aumentaba la factura en unos 2.500 euros de la época con respecto al GDi de tracción a las ruedas delanteras.
En definitiva, el Mitsubishi Space Wagon 2.4 GDi 4×4 era un modelo exclusivo por concepción y bajo nivel de ventas con más virtudes que defectos, aunque para encontrar las primeros quizá los compradores españoles no estábamos del todo preparados.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS