Cuando en 1995 apareció el MG F, la industria británica al fin parecía rescatar una de sus mejores tradiciones. La de los pequeños y populares roadster deportivos. Listos para enlazar curvas el fin de semana sin tener que renunciar a usarlos en el día a día. No obstante, las raíces de esta operación no se dieron por iniciativa propia. De hecho, nada de esto hubiera pasado sin la presentación en 1989 del Mazda MX-5. Pero vayamos paso a paso. Para empezar, hemos de situarnos en los años cincuenta. Una década en la que marcas como MG, Sunbeam o Austin-Healy concretaron la fórmula del roadster británico: hacer un biplaza con poco peso, escasa distancia entre ejes y carácter deportivo sin necesidad de ser prestacional.
Así las cosas, los MG A, Sunbeam Alpine o Austin-Healy 100 y Sprite no sólo comenzaron a ser habituales en las carreteras del Reino Unido sino también en las de los Estados Unidos. País donde estos descapotables cosecharon un importante éxito gracias a su exotismo en contraste a los grandes y pesados automóviles producidos en Detroit. Con todo ello, el fenómeno de los roadster populares llegó en buena forma hasta los años setenta. Sin embargo, a partir de aquel momento empezó a languidecer en pro de otros diseños con clara inspiración GT o coupé. En fin, venían tiempos diferentes y modelos como el Opel A Manta Turbo o el Ford Capri MKIII se encargaban de confirmarlo.
Llegados a este punto, algunos puristas de la conducción ligera empezaban a preocuparse. Uno de ellos fue el periodista estadounidense Bob Hall, quien había logrado estrechar lazos con el mítico ingeniero Kenichi Yamamoto gracias a sus conocimientos de japonés. Inmersos en una conversación sobre qué podría fabricar Mazda de cara a los años ochenta, Hall sugirió al creador de la saga RX recuperar el concepto de roadster británico. Algo que no cayó en saco roto, ya que tras no pocos años de desarrollo apareció a finales de los ochenta el Mazda MX-5. Y vaya, la verdad es que su éxito fue inmediato. No sólo a nivel de diseño sino también de ventas; algo que resulta evidente con tan sólo circular un rato por cualquier ciudad del Reino Unido.
La llegada del MX-5 puso encima de la mesa cómo en el Reino Unido existía un deseo evidente de adquirir pequeños roadster como éste
MG F Cup, la respuesta inglesa que llegó a los circuitos
A pesar de ser un país repleto de pompa y circunstancia, Inglaterra sabe encajar con cierta liberalidad sus propias contradicciones. Incluso la representada por el MX-5. Posiblemente, el mejor y más exitoso roadster “ británico “ aún siendo un automóvil eminentemente japonés. No obstante, lo cierto es que su lanzamiento sirvió de revulsivo en lo referente a la recuperación de aquellos pequeños biplazas por parte de las marcas locales. En este sentido, la primera reacción vino interpretada por Lotus con su Elan Tipo100 de 1989.
Un coche que no se vendió demasiado bien a pesar de orientarse a una clientela popular. Al fin y al cabo, Lotus llevaba tres años controlada por los americanos de General Motors y sí, se notaba. Y mucho. Es más, los seguidores de Colin Chapman no se reconocieron en este modelo con tracción delantera y motor Isuzu. No obstante, aunque la propia marca parezca seguir renegando de él cuando lees su ficha en la sección de medios, el Elan Tipo100 ha ganado encanto con los años. Algo que, por otra parte, siempre pasa con los “ patitos feos “ de las marcas históricas.
Más allá de lo ocurrido con Lotus, los responsables de Rover Group sabían que tenían una cierta responsabilidad a la hora de presentar alguna alternativa al MX-5. No en vano, contaban en su seno con la marca MG. Una referencia indiscutible al hablar de roadster británicos. Puestos en esta tesitura, empezaron presentando el RV8 en 1992. Una operación de imagen interesante ya que apenas modificaba los diseños clásicos, añadiendo además un poderoso bloque V8 con más de tres litros de cilindrada. ¿Resultado? Un coche que reivindicaba el pasado al tiempo que no servía para el presente debido a su alto precio.
MG quiso acentuar la deportividad de este modelo lanzando diversas competiciones monomarca en países como Francia, Reino Unido o Japón
No obstante, los de Rover Group ya habían empezado a pensar desde cero un roadster popular en 1991. Además, lo concibieron con un atractivo esquema de motor central a pesar del precio popular con el cual debía salir al mercado. Así las cosas, cuando el MG F salió finalmente al mercado en 1995 – año en el que Rover Group ya había sido absorbido por BMW – la reacción de los compradores fue bastante positiva. No en vano, además de su apariencia atractiva contaba con un manejo agradable y solvente gracias a sus bloques de cuatro cilindros en línea con 1,6 y 1,8 litros de cilindrada para rendir hasta 143 CV en las unidades más potentes de la primera serie. Además, en 1996 aparecieron las primeras unidades del MG F Cup. La adaptación del modelo a las pistas con el objetivo de celebrar copas monomarca en Francia, Reino Unido y Japón. De hecho, en este último país fue donde primero se celebró una MG F Cup. Algo que, en cierta medida, podemos ver como un pequeño cerrar el círculo para aquella historia cruzada entre el MX-5 y el MG F.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS