El Mercedes-Benz 220 D Automático era una de las versiones de la serie 200, el cual se podía elegir con motor de gasolina o diésel, con distintos motores, y con cambio manual o automático. Se empezó a comercializar en 1968, alargando su producción hasta 1976. Esta versión era la más cara de la gama diésel, que contaba con dirección asistida, palanca de cambios en el túnel de transmisión y la mencionada caja de cambios automática. Era la combinación perfecta para aquel que huía de la deportividad y buscaba una “locomotora” con la que devorar cientos de kilómetros con comodidad y sin ninguna prisa.
Su carrocería sedán de cuatro puertas tenía unas dimensiones respetables, con 4.680 milímetros de largo, 1.770 mm de ancho y 1.440 mm de alto. La batalla era de 2.750 mm, con unas vías delantera y trasera de 1.444 y 1.440 mm respectivamente. A título de curiosidad existió una versión denominada 220 D Pickup, fabricada en Argentina en el período 1971-1976.
Su acabado resultaba muy bueno y austero a la vez, con una instrumentación muy completa. Su interior gozaba de un buen diseño, en especial los asientos delanteros, y ofrecía un gran espacio a todos sus ocupantes. El volumen dedicado al equipaje también era generoso. El sistema de calefacción y ventilación eran muy completos. La dirección hidráulica era opcional.
La insonorización estaba muy conseguida para ser un diésel de hace más de 50 años. El motor apenas vibraba en frío y a alto régimen era más que aceptable, pero sin punto de comparación con los alimentados por gasolina. El ralentí se podía regular desde un mando situado en el tablero de instrumentos, pudiendo girar a muy bajo régimen sin claqueteos ni molestas vibraciones. Su caja automática de convertidor de par ayudaba a ello, filtrando ruidos y movimientos indeseables.
Este Mercedes-Benz 220 D Automático se caracterizaba por su elevado nivel de confort y por sus prestaciones mediocres, pues apenas alcanzaba los 132 km/h y necesitaba 29 segundos para alcanzar los 100 km/h desde parado
Lo mejor de todo era su suspensión, pues filtraba todas las irregularidades del firme. Contaba con doble horquilla y muelles helicoidales en el eje delantero, mientras que detrás llevaba brazos de arrastre La barra estabilizadora estaba presente en ambos ejes.
El equipo de frenos estaba a la altura, con doble circuito independiente, discos en ambos ejes, de menor diámetro delante -273 milímetros- que atrás -279 milímetros-. Se complementaba con un servofreno. Su respuesta era excepcional incluso a plena carga, gracias a la inestimable ayuda del mencionado servofreno, con un pedal de tacto suave y respuesta contundente. En ningún momento se experimentaba tendencia al bloqueo de las ruedas ni desviación de la trayectoria. El freno de estacionamiento se accionaba mediante un pedal, que actuaba sobre unos tambores adosados a los discos traseros.
Otros elementos de seguridad con los que nos obsequiaba este Mercedes-Benz 220 D Automático eran una columna de dirección colapsable en caso de choque frontal, así como un habitáculo a modo de célula de supervivencia mucho más resistente que el frontal y la trasera.
Su motor llevaba un bloque de cuatro cilindros en línea, en disposición longitudinal. Su código interno era OM 615 D 22 615.912. Tenía un desplazamiento total de 2.197 cm3.
La distribución se realizaba mediante un único árbol de levas en cabeza (SOHC). Cada uno de sus cilindros llevaba dos válvulas. La alimentación se realizaba mediante una bomba de inyección indirecta Bosch. Entregaba 60 CV a 4.200 RPM de potencia máxima y 126 Nm de par máximo al mismo régimen de 4.200 RPM. Como hemos comentado la potencia se transmitía a las ruedas traseras mediante una caja de cambios automática de convertidor de par, de cuatro relaciones. Ya por entonces era una caja veterana.
Podemos suponer que las prestaciones no eran su punto fuerte, habida cuenta de la potencia disponible para mover sus cerca de 1.400 kilogramos y su discreta aerodinámica. La velocidad máxima homologada era de 132 km/h, y su aceleración de 0 a 100 km/h rondaba los 29 segundos, unos valores bastante modestos, por no decir raquíticos. Los desarrollos de las marchas eran más bien cortos, pues en tercera difícilmente superaba los 100 km/h.
Sus 60 CV sufrían y mucho para mover sus casi 1.400 kilogramos de peso en vacío. Al menos su consumo medio era bueno para la época, alrededor de los 10 l/100 km de media
Las recuperaciones y las aceleraciones eran francamente sosas, por lo que buscar un poco de nervio era una tarea imposible. Por lo menos a su favor podemos decir que sus prestaciones no se veían apenas afectadas por la carga, prácticamente respondía igual con uno que con cuatro pasajeros a bordo. Su consumo medio real realizado combinando ciudad y carretera se acercaba a los 11 l/100 km, un valor muy bueno a principios de los 70 del siglo pasado. Su depósito de combustible de 65 litros le otorgaban una autonomía aproximada de 650 kilómetros.
El Mercedes-Benz 220 D Automático iba calzado con neumáticos radiales, una novedad técnica por entonces. Estos neumáticos se caracterizan por llevar unos flancos laterales más blandos que los de los diagonales, los habituales hasta la fecha. De esta forma su cima se adhiere a la carretera al establecer contacto con ella. Su huella es más corta pero más ancha que en los diagonales, ofreciendo un mayor agarre durante las inclinaciones pronunciadas en las curvas.
Después de este inciso técnico comentar que su comportamiento era bastante sano en general, incluso en suelo mojado, y favorecido por la dirección asistida. Esto último era de agradecer en ciudad y en carreteras secundarias y retorcidas de montaña.
Como colofón decir que este modelo de la casa de la estrella brillaba por su confort de marcha, tanto a nivel acústico como una suspensión que mimaba a sus ocupantes. Sus 60 CV no daban más de sí y por ello ofrecía unas recuperaciones y una velocidad punta bastante flojillas, aunque acompañado de unos bajos consumos de gasóleo.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS