Para empezar a hablar del cuasi desconocido Mega Track de 1996 quizás lo mejor sea sacar a colación el Audi Nanuk de 2013. Un interesante prototipo que, aunque no lo parezca, bien podría haber llegado a serie de ni haberse producido el exponencial auge de los SUV deportivos de alta gama con el Lamborghini Urus al frente. Y es que, puestos a mezclar conceptos en medio de un segmento de precios donde el coste no sea un problema, ¿por qué no cruzar el esquema de un superdeportivo con motor central y las habilidades camperas de un todoterreno? Una idea que, aún siendo polémica – imaginamos a nuestro siempre reverenciado Colin Chapmam torciendo el gesto hasta el límite de la mueca – no deja de tener un punto de interesante excentricidad.
Obviamente imposible – e indeseable – de aplicar a las gamas masivas aunque, no nos olvidemos, en estos casos hablamos únicamente de automóviles exclusivos pensados para series más que reducidas y bolsillos más que desprendidos. Así las cosas, aquel Audi contaba no sólo con un diseño de lo más llamativo, sino también con un bloque V10 colocado en posición central-trasera capaz de entregar 544 CV. Cualidades que sumaba a una altura al suelo fijada en más de 25 centímetros – los icónicos Porsche 911 SC del Rallye Safari daban unos 28 – para poder así recorrer pistas de tierra a toda velocidad sin demasiados problemas.
No obstante, como hemos indicado anteriormente la aparición del Nanuk coincidió con la llegada de los SUV más prestacionales. ¿Resultado? La excentricidad de los clientes con tanto presupuesto como poco apego a la deportividad en su sentido más purista y eficiente fue virando hacia modelos como el Urus. De hecho, siquiera las históricas Alfa Romeo, Lotus o Ferrari se han librado de contar entre sus filas con uno de estos enormes y pesados vehículos que parecen desafiar la física aplicada al ámbito automotriz. Algo que, a menos a parte de la afición, le hace ver con ojos más que indulgentes a modelos tan polémicos en su día como el Nanuk. Sin embargo, lo interesante es que, casi veinte años antes, otro modelo preconizó lo que podría haber sido la mezcla de un superdeportivo con un todoterreno.
Tras años enfocada al mundo de los cuadriciclos, la empresa francesa Aixam sorprendió siendo la matriz de este proyecto de alta gama tan excéntrico y radical
Mega Track, de los microcoches a los superdeportivos
Aunque el Mega Track sea un rarísimo concepto de los años noventa con tan sólo unas cinco unidades producidas, lo cierto es que tiene más conexión con modelos del día a día de lo que pudiera parecer. Y es que, al fin y al cabo, su empresa matriz es la francesa Aixan. Sí, justo aquella que hoy en día sigue fabricando muchos de los populares cuadriciclos con motor de ciclomotor presentes a diario en el tráfico de nuestras poblaciones.
Eso sí, a comienzos de los noventa Aixam dio el salto a la producción en serie de automóviles presentando la submarca Mega. La denominación comercial bajo la cual se produjo el Tjaffer. Un coche lúdico con reminiscencias del Mini Moke y el Citroën Mehari basado en la plataforma y las mecánicas del exitoso AX. Además, a los meses de su salida al mercado se ofertó una versión 4×4 tal y como el propio utilitario de Citroën ya tenía. Un coche que, para sorpresa de no pocos aficionados franceses, ganó en 1993 el Trofeo Andros. Una famosa carrera disputada sobre nieve desde comienzos de los noventa.
Llegados a este punto, en Mega empezaron a echar a volar la imaginación con la posibilidad de crear un verdadero superdeportivo como nunca antes se había visto. De esta manera, lejos de querer hacer algo parecido a lo que Cizeta hizo con piezas y diseños de Lamborghini, los de la marca dependiente de los cuadriciclos Aixam pensaron en hacer algo totalmente distinto. Un concepto nunca visto con anterioridad. Así las cosas, en 1996 nacía el Mega Track. Un modeo que, sobre su chasis original en acero de alta resistencia, incorporaba el mismo bloque V10 de seis litros y 395 CV procedente del Mercedes S600.
Lejos de haber encontrado hueco entre los compradores aficionados, quizás este modelo podría haber tenido su hueco en competiciones como el Dakar o la Baja California
El resultado fue un cruce de conceptos opuestos más que llamativo aunque sólo fuera por su tamaño. Con unos cinco metros de largo, uno y medio de alto y casi treinta centímetros de altura libre al suelo. Es decir, una máquina tan llamativa como excéntrica capaz de poder haber atraído no pocas miradas en la parrilla de salida de un Dakar o una Baja California. No obstante, como otros tantos proyectos basados en un “ impúdico reto de ciencia sin raíces “ el Mega Track desapareció al poco de atraer a algunos compradores ávidos de exotismo. Eso sí, cada vez que veas un Lamborghini Urus por la calle, acuérdate de por dónde podrían haber ido los caminos del automovilismo en el siglo XXI.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS