El objetivo de convertirse en una marca de prestigio ha hecho que los fabricantes pusiesen en el punto de mira a las tres grandes firmas alemanas que, de un tiempo a esta parte, son denominadas como Premium. Ha habido intentos de marcas de rancio abolengo como Jaguar y Cadillac, otras menos históricas que se han forjado su fama a base de esfuerzos como Volvo, y luego… Luego está Lexus, que es casi un adolescente dentro de la historia de la automoción, pero que, en unos pocos años, se ha convertido merecidamente en la alternativa a los especialistas germanos.
Su meteórica carrera se centró en países como Estados Unidos o Japón, siendo conscientes de que en Europa teníamos una cultura más arraigada. Y en España ya ni digamos. Por ello les costó algo más hacerse un hueco con aquellos primeros LS 400 de 1989 (UCF10) y no lo consiguieron con su segunda propuesta, el GS 300 de 1993, un coche demasiado grande para el público al que iba dirigido.
En 1997 lanzaron la segunda generación del Lexus GS 300 (S160) y el resultado fue unánime por la prensa especializada de la época. La nueva berlina de filial de lujo de Toyota se acercaba peligrosamente a la tan buscada perfección.
El diseño exterior recordaba en algunos trazos a su antecesor a pesar de ser 15 centímetros más corto, colocándose ahora en 4.806 mm de longitud y una distancia entre ejes de 2,8 metros. En el frontal recurría a un doble grupo óptico que no llegaba a ser totalmente oval como en un Mercedes-Benz Clase E (W210), pero que igualmente le otorgaban mucha personalidad.
En el lateral nos encontrábamos una silueta marcada por la forma elíptica de la moldura cromada rematando la puerta trasera y el pilar C. Con un capó relativamente corto y una pequeña insinuación de línea en cuña, la zaga quedaba menos integrada a pesar de que la tapa del maletero resultaba más corta de lo habitual en berlinas de este tamaño o del anterior GS. Frente a este, el diseño de la zona trasera variaba sustancialmente, pues se abandonaban los originales grupos ópticos unidos en su zona central. En el nuevo GS eran también grandes, pero menos atrevidos.
Quizá por eso se decidió a última hora añadir un segundo grupo en la tapa del maletero, un detalle que heredó el IS 200 (XE10). Como curiosidad, en los faros traseros del Mercedes Clase E, la parte compuesta por las luces de marcha atrás junto a los antiniebla formaban una elipse perfecta muy similar a los de este Lexus. ¿Otra casualidad?
El interior del GS 300 resultaba tanto o más convencional, aunque respiraba calidad por los cuatro costados. Nos topábamos con un diseño del salpicadero sobrio, pero con mandos y materiales de excelente tacto, de esos que palpas y sabes que están hechos para durar. El cuadro de instrumentos contaba con un par de guiños algo más frescos; por un lado las tres esferas independientes y por otro la instrumentación retroiluminada, que únicamente aparecía con el contacto encendido.
Antes de sentarnos frente al volante, este se retraía eléctricamente a fin de facilitar el acceso. Los asientos equipaban regulación eléctrica e iban tapizados en cuero. Detrás el espacio estaba concebido para dos a causa de un túnel de transmisión bastante voluminoso y la dureza del respaldo en el centro por la presencia del reposabrazos. El maletero cubicaba 515 litros de capacidad, una mejora sustancia frente a su antecesor.
Bajo el capó encontrábamos un bloque de seis cilindros en línea con 3 litros que rendía 221 CV de potencia, posicionándose como rival directo del Mercedes-Benz E 320. El GS alcanzaba 230 km/h de velocidad punta y aceleraba de 0 a 100 km/h en 8,3 segundos. Quedaba, por tanto, ligeramente por detrás de la berlina de la estrella. Como en esta, los de Lexus apostaban por ofrecer el máximo confort por encima de la eficacia, pero en conjunto su comportamiento resultaba irreprochable.
También lo era su nivel de equipamiento, puesto que el Lexus GS 300 ofrecía prácticamente todo lo esperable en una berlina de lujo con una salvedad: carecía de faros de xenón. El cuero en los asientos eléctricos, equipo de audio con cargador para siete CD o control de estabilidad formaban parte de su dotación de serie quedando como única opción el techo solar eléctrico.
Claro, que su precio iba en consonancia. Con una tarifa de 50.000 euros de 1998, el equivalente a 77.000 euros de hoy, se posicionaba incluso por encima del E 320, menos equipado de serie, eso sí. Es llamativo que el último GS 300h comercializado en nuestro país costase en 2015 menos que aquel GS 300 de hace dos décadas.
La gama se complementó años después con la versión GS 430 equipada con un V8 que llegaba a los 283 CV con un precio 10.000 superior a su hermano pequeño. Tanto o más tentador que el GS 300, un coche que no llegó a tener una gran encogida en nuestro país, pero que fue plantando poco a poco la semilla de lo que hoy en día es la marca. Sin embargo, Lexus era ya famosa por ofrecer un servicio postventa inigualable gracias al Privilege Service, lo cual no hizo más que fomentar la imagen de la marca elevando sus índices de satisfacción entre sus clientes.
La siguiente generación (S190), aunque continuista en su diseño, destacaba ya por unas líneas más modernas y, quizá, menos inspiradas en sus rivales alemanes. Y a día de hoy, aunque el GS ha dado paso al ES, nadie niega que la imagen de Lexus es inconfundible, aunque sea a base de una enorme parrilla, faros con extrañas formas o la profusión de cromados.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Importante destacar que el motor del GS300 es un 2JZ-GE, un auténtico mito, y tiene que funcionar con una suavidad tremenda. No estaría nada mal tener uno.
Correcto, es el mismo motor del Supra atmosférico de la cuarta generación (A80), que sin turbo daba casi la misma potencia que el 7M-GTE de la generación previa (A70) con turbocompresor. También motorizó varios modelos de prestigio en el mercado japonés. Una pieza interesante para currarse un swap en según qué modelos .