Es el año 1995 y las marcas coreanas parecen llegar a España para quedarse. Hyundai se ha hecho un pequeño hueco con los Pony, Lantra o Sonata y ya comercializa el Accent. Daewoo se descubre con los Nexia y Aranos con el precio como reclamo. Y en ese punto aterriza Kia presentándose con un coche perteneciente a un segmento en auge que parece estar de moda.
El Kia Sportage (JA/NB-7) había sido lanzado en su mercado local en 1993 compartiendo componentes con Mazda gracias a la alianza entre la firma coreana, la japonesa y Ford. Su formato era el de un pequeño 4×4 con un diseño vistoso y moderno que huía de las aristas a favor de las líneas redondeadas que habíamos visto ya en modelos como el Toyota RAV4 (XA10).
El Sportage no llegaba a ser un SUV como aquel, sino más bien un TT de los que ya conocíamos del tipo Suzuki Vitara, el más cercano por tamaño en su carrocería de cinco puertas o Wagon junto al Cherokee (XJ) de Jeep que se encontraba a otro nivel en muchos aspectos.
El Sportage medía 4,25 metros de longitud, tenía una anchura de 1,73 metros y 1.650 mm de altura. Destacaba por su amplia distancia entre ejes, de 2,63 metros, que desplazaba las ruedas hacia las esquinas dejando voladizos cortos tanto delante como detrás. Por sus cotas sería el equivalente a día de hoy de los SUV-B tipo Volkswagen T-ROC, aunque por el crecimiento de todos los segmentos equivaldría al de los SUV compactos donde sigue militando la quinta generación del Sportage.
No obstante, aquel primer Sportage era un TT de la vieja escuela por su disposición técnica. En el eje delantero contaba con una suspensión independiente, mientras que en el trasero utilizaba un eje rígido como el de la mayoría de 4×4 de la época, salvando al RAV4, que montaba ruedas independientes. En la práctica se trataba de un propulsion trasera con caja reductora, eje delantero conectable sin diferencial central, y una segunda palanca del cambio para accionar la reductora.
En definitiva, ciertas garantías para salir al campo, a lo que se sumaba la generosa distancia al suelo de la carrocería.
En carretera su comportamiento sorprendía si se comparaba a otros TT tradicionales. Obviamente, no llegaba al tacto conseguido por el novedoso SUV de Toyota, pero resultaba más natural y cercano a un turismo que la mayoría de 4×4. En este sentido tenía algo que ver la postura de conducción, pues en el asiento del Sportage no íbamos tan erguidos ni en una posición demasiado elevada.
Además, el diseño del salpicadero era asimilable al de un turismo, de nuevo con líneas redondeadas en vez de las formas angulosas de los TT. Continuando con el habitáculo, encontrábamos un buen espacio tanto en las plazas delanteras como en las traseras.
Aquí sus ocupantes iban sentados algo más altos que el conductor y copiloto, lo cual mejoraba la visibilidad y la sensación de espacio. Aunque el respaldo estaba dividido en dos de forma 50:50, tres ocupantes no viajaban mal del todo con un túnel de transmisión poco intrusivo a pesar de la tracción total. El maletero, por su parte, cubicaba unos decentes 373 litros de capacidad.
Los motores disponibles al comienzo de su puesta en marcha en España fueron dos versiones del mismo 2.0 gasolina de origen Mazda. Se trataba de un cuatro cilindros con ocho o 16 válvulas que entregaba en su versión SOHC 99 CV, mientras que el DOHC erogaba 135 CV, denominación que atendía al árbol de levas simple o doble.
Para el primero se declaraban 147 km/h de velocidad máxima y un 0 a 100 km/h en 15,4 segundos. El más potente alcanzaba 168 km/h de punta y aceleraba de 0 a 100 en 13,6 segundos. En velocidad no quedaba muy lejos del Toyota (170 km/h), pero en la práctica el RAV4 era bastante más ágil gracias a los 300 kilos de peso que les separaban.
En cualquier caso, el 2.0 de 135 CV resultaba el más interesante de la gama por la pequeña diferencia de precio entre ambos (unas 100.000 pesetas). Su tarifa era de 2,8 millones de las antiguas pesetas, unos 28.000 euros al cambio actual. Era barato, sí, pero no una ganga, pues había que recurrir a opciones como el aire acondicionado, radiocasete o llantas de aleación. Como no tenía rivales directos no era del todo comparable, pues un Vitara se quedaba en 95 CV y el Cherokee se iba a los 180.
Poco a poco comenzaron a llegar alternativas como el Grand Vitara, el RAV4 de cinco puertas o los SUV de Honda y Nissan. El Sportage de primera generación se actualizó con un motor turbodiésel 2.0 de origen Mazda con 83 CV -distinguible por la entrada de aire sobre el capó-, así como una variante de Sportage de 3 puertas con techo duro delante y descapotable detrás. Aquel primer TT no fue un modelo muy popular ni siquiera en su mercado de origen, donde tuvo algunos problemas de fiabilidad a causa del eje trasero.
Ya para su segunda generación -en conjunto con Hyundai- el Sportage se transformó en SUV y comenzó a verse con mayor frecuencia por nuestras carreteras, si bien ha ido siempre a la zaga del Tucson en cuanto a número de matriculaciones, que ya han superado los cinco millones desde 1993.
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Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Un coche que me he planteado en alguna ocasión para un uso muy específico, básicamente ir a una zona de huertas cercana y para los paseos por el “monte”, y más si tenemos en cuenta sus precios en el mercado de ocasión.