Principios de los años 50. El mundo aún se está recuperando de la Segunda Guerra Mundial. Kaiser-Frazer, una marca no muy conocida en Europa, pero de las pocas marcas que gozaron de cierto éxito vendiendo turismos en Estados Unidos después de la guerra, se decidió a coger más trozo del pastel del mercado automovilístico sacando un vehículo de bajo coste. Este era el Kaiser-Frazer Henry J.
Tomaba su nombre del presidente de la marca, Henry J. Kaiser. Con mecánicas de cuatro y seis cilindros, su producción arrancaría en julio de 1950, aunque su presentación oficial al público estadounidense fuera a finales de septiembre de ese mismo año.
El motivo del bautismo de este coche con el nombre del presidente de la marca era por ese mismo motivo y también por el empeño del mismo en que este coche viera la luz. Quería emular a su tocayo Henry Ford, como hiciera este con el Model T, pero no fue el caso.
El precio final debía ser inferior a 1.300 dólares de entonces -algo menos de 12.000 euros de 2021 aplicando la inflación-. Recibiría gracias a esto, y a unas especificaciones mínimas que ahora desglosaremos, financiación por parte del gobierno federal un año antes para poder poner en marcha el proyecto.
Las especificaciones eran: moverse a una velocidad de crucero de 80 km/h, acomodar sin estrecheces a cinco adultos y que estuviera disponible para la venta antes de octubre de 1950. Todas las premisas se cumplieron, pero con algún que otro hándicap. Frente a la competencia no disfrutaba de tapa de maletero trasera -se acabó vendiendo como opción durante 1951- o ventanillas traseras con elevalunas.
Esto, sumado a que por algo menos de 200 dólares extra de entonces -en realidad suena a moco de pavo pero es un 15 % del valor del coche- podías acceder a un Chevrolet 150, que era mejor coche, hizo que no disfrutara del éxito que quizás se merecía.
Otros de los aspectos en su contra era su menor tamaño exterior -cosa que parece que los estadounidenses siempre han valorado negativamente-, así como menos espacio para todos los pasajeros en su interior que cualquier modelo de la competencia.
Su “pequeña” carrocería tenía unas dimensiones de 4.432 (modelo de 1950) a 4.521 milímetros de longitud (modelo de 1953-54), siendo la distancia entre ejes siempre de 2.540 milímetros (100 pulgadas) y el peso en vacío de 1.060 kg. Su anchura fue para todas las series de 1.778 milímetros.
Las potencias que entregaban ambos motores eran las siguientes: para el motor de cuatro cilindros y 2.2 litros, 69 CV, mientras que con el motor de seis cilindros y 2,6 litros, la potencia se elevaba a 80 CV. Een España, dos décadas después aún soñábamos con motores de esa potencia y tamaño para coches medios. Con cualquiera de los dos motores, los 80 km/h de velocidad de crucero se superaban con creces. Además, con el motor de cuatro cilindros se podían obtener medias inferiores a 7 litros a los 100 km en carretera.
Los motores eran suministrados por Willys-Overland -sí, los de los Jeeps-. El motor de cuatro cilindros era el mismo que se encontraba bajo el capó de los CJ-3A, con solo ligeras modificaciones para meterlo bajo el capó de nuestro Henry J.
Antes de que el Henry J fuera lanzado al mercado oficialmente en septiembre de 1950, los primeros modelos producidos fueron testados en las duras carreteras de Arkansas para poner a prueba las prestaciones y fiabilidad del modelo.
Los ingenieros de la marca lo hicieron así, porque consideraron que conducir durante 100 millas -unos 160 km-, en este tipo de carreteras accidentadas equivalía a unas 5.000 millas -más de 8.047 km-, de la conducción normal de un estadounidense.
El Henry J no solo fue vendido en su mercado patrio. También se vendieron en Cuba por la Agencia Empresas Cubanas I.&C. durante el año 1951 o en Japón entre 1951 y 1954, bajo el paraguas de Mitsubishi (una de las tres partes en la que fue dividida, para mayor precisión).
En 1952, en EEUU, se introducirían los modelos Corsair, algo más lujosos que los modelos normales. En 1953 se incorporaban de serie medidas de seguridad pasiva bastante importantes para la época: un tablero de instrumentos acolchado y un parabrisas delantero que saltaba en caso de colisión, y, además, se veía reducido el precio del modelo en casi un 10 %. Pero ni por esas el modelo terminaba de despegar.
El principal motivo del no-éxito de este modelo fue su desembarco justo cuando la economía se empezaba a recuperar en Estados Unidos a pasos agigantados. La gente buscaba cada vez más coches “haiga”, gracias entre otras cosas a un precio del galón de combustible que estaba por los suelos.
Finalmente, en 1954, y tras la salida al mercado de la última serie (que no eran más que los modelos sobrantes de 1953 con algún que otro cambio) se ponía punto final a este modelo. Un modelo que llevado a la actualidad y con el precio por el que se vendía habría gozado, a buen seguro, de buen éxito tras las dos crisis mundiales seguidas que hemos y estamos viviendo. Y si no, que se lo pregunten a marcas como Dacia.
Adrián Iniesta
Ingeniero electrónico industrial de profesión y amante de los coches por vocación. Dicen que aprendí a leer con las matrículas de los coches y que con 2 años me conocía todas las marcas y modelos. Cualquier cosa que me discutas sobre coches, te la intentaré rebatir ;)COMENTARIOS