Una de las cosas que más me sorprendió cuando el otro día escribí sobre el Lancia K Coupé fue su casi testimonial presencia en nuestro mercado a tenor de las 17 unidades que al parecer se matricularon en España. El coche de hoy, el Honda Accord Coupé 3.0 V6, tampoco fue un superventas, pero solo hay que echar un vistazo a las unidades disponibles en las webs de segunda mano para apreciar que fue más popular que el italiano.
Este Accord Coupé y aquel K coincidieron un tiempo en el mercado, por lo que podrían haber sido rivales junto a los que realmente llegaron a calar entre los entusiastas de los coupés (léase el Peugeot 406, Mercedes CLK o Volvo C70). Por entonces Honda contaba con el Prelude y la variante de dos puertas del Civic, mientras que la generación anterior del Accord también había tenido su versión de dos puertas, por lo que podría decirse que eran especialistas en este tipo de carrocerías.
Basado en la sexta generación de la berlina japonesa, no se fabricó en la factoría inglesa de Swindon, sino en la planta estadounidense de Ohio desde 1998 hasta 2002. Por ello, el Coupé tenía ese regusto a coche americano tanto en su diseño como en sus proporciones.
Con 4,76 metros de longitud, resultaba diecisiete centímetros más largo que el sedán, tres más ancho y otros tres más bajo. Aunque la distancia entre ejes era la misma (2,67 metros), las vías se ensancharon entre 30 y 60 milímetros. Esa superior plataforma junto con el elaborado sistema de suspensión trasera multibrazo le hacía un coche cómodo en vías rápidas, más que para desenvolverse con soltura por zonas de montaña donde el peso y su envergadura se dejaban notar.
El motor elegido resultaba el aliado perfecto para proporcionar prestaciones y agrado de uso. Se recurrió a un 3.0 V6 con sistema VTEC de distribución variable que prometía 200 CV y 265 Nm de par máximo. Honda declaraba una velocidad máxima de 225 km/h y un 0 a 100 en 8,5 segundos. Cifras nada espectaculares debido al cambio automático de 4 velocidades y largos desarrollos que penalizaban el rendimiento del elástico bloque multiválvula, aunque afortunadamente contaba con la opción de manejo manual.
Con este uso, tenía la particularidad de que bloqueaba el paso de tercera a segunda si queríamos reducir para exprimir su potencial, y entonces salían a la luz las bondades del VTEC para estirarse más allá de las 6.000 vueltas.
En este sentido parecía más una confortable berlina de representación, lo cual se corroboraba al acceder a un interior cuidado y lujoso con asientos eléctricos tapizados en cuero e inserciones de madera. Los tonos claros de la tapicería o el salpicadero delataban su origen americano, con una disposición bien distinta a la de la berlina vendida a este lado del charco. Las dos plazas traseras gozaban de un generoso espacio, sobre todo en anchura o hueco para las rodillas.
Por fuera, ambas carrocerías también eran bien diferentes, sobre todo en la parte trasera con su abultada zaga y grupos ópticos de inspiración yankee. El escape doble con una salida a cada lado eran la única concesión a la deportividad, ya que las llantas cromadas de 16 pulgadas con neumáticos 205 no resultaban nada exageradas ni tenían un diseño muy sport.
Una de las principales bazas de este Accord Coupé residía en su excelente relación precio equipamiento. Con una tarifa de 5.600.000 pesetas de la época (33.600€), se colocaba muy por debajo de los CLK o C70, y en línea con el 406 Coupé 3.0 V6, aunque este estaba menos equipado de serie. Más tarde se vendería con el 4 cilindros 2.0 de 147 CV a un precio realmente tentador para un coche con el empaque y la exclusividad que tenía el Accord Coupé.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Los Ford coetáneos (Probemigué o Cougar) incluso no descendiendo de sedanes, no supuraban tanta gringoterona. El coche de hoy derrochaba presencia, sin duda, pero el tercer volumen pecaba de ser un pelín antiestético por su exagerada longitud.
De acuerdo contigo, podrían haber resuelto mejor la zaga, pero en aquella época el diseño “cuña” era lo que vendía.
“Dadme un punto de apoyo y acuñaré el mundo”
Accórdmides.