La historia de la empresa Hobbycar me recuerda un poco a la de la catalana Emelba, de la que os hablé hace unos meses, un carrocero catalán que tomaba como base modelos ya existentes para prepararlos a su manera. Hobbycar fue el proyecto de dos emprendedores franceses (Francois Wardevoir y Serge Desmaraisque) que se establecieron a principios de los años 90 al sur de París para crear un área de ensamblaje.
No podría denominarse fábrica, porque se dedicaban a ensamblar piezas provenientes de distintos proveedores, pero aun así llegaron a contar con una plantilla cercana al centenar de personas. El primer modelo que lanzaron -B612- fue un vehículo anfibio muy particular. Una especie de furgoneta a la que solo se le dejó el parabrisas delantero. Tenía motor PSA, tracción a las cuatro ruedas y dos turbinas que le permitían alcanzar dos nudos sobre el agua.
En el Salón de París de 1994 presentaron el Passport, un modelo que podría haber sido el pionero de los monovolúmenes compactos, con permiso del propio Emelba 7 arriba mencionado. Se trataba de un vehículo de 4,15 metros de longitud y 1,75 de anchura con un diseño moderno y algo futurista en sus formas que dejaban mucha chapa a la vista por su línea de cintura elevada o los pequeños grupos ópticos.
Sin embargo, su rasgo más destacable eran las puertas deslizantes, tanto las delanteras como las traseras. De esta forma se liberaba un generoso espacio para acceder a un habitáculo especialmente amplio con suelo plano y multitud de detalles que aunaban lujo y tecnología. Por ejemplo, sus cuatro asientos eran individuales, todos ellos eléctricos, calefactados y tapizados en piel.
Y es que el Passport prometía detalles de lujo en su interior como el mencionado cuero o el revestimiento de Alcántara del techo, así como un salpicadero de aspecto sólido forrado en materiales nobles y una disposición adelantada a su tiempo. Sus responsables decían que el Passport podría pasar como un vehículo de ocio o una oficina con ruedas, pues además estaba equipado con teléfono o Fax.
Salvo por algunos detalles o el enfoque propio para un Salón del Automóvil, el Passport podría haberse convertido en un coche que viera la luz anticipándose al Scénic de Renault
Bajo el capó se montó el motor de origen Opel de 2 litros con 204 CV empleado en los Calibra y Vectra 4×4. Como en este, la tracción del Passport era a las cuatro ruedas. Asociado a una caja de cambios manual de seis velocidades, los responsables de su desarrollo prometían una velocidad máxima de 220 km/h, una buena cifra para tratarse de un vehículo con claro enfoque familiar y un elevado peso de 1.600 kilos.
Si se hubiera comercializado, se estimó que su precio rondaría los 280.000 francos, algo más de 7 millones de pesetas de la época, unos 43.000 euros allá por 1995. Desde luego una tarifa poco accesible para un vehículo tan pequeño. Y al final fue el dinero quien impidió que el proyecto siguiera adelante, así que tanto la factoría como los coches salieron a subasta.
Llegaron a fabricarse cuatro unidades, aunque se prepararon piezas para otras 40. Una de ellas en color azul con interior beige puede verse en el Lane Motor Museum de Nashville junto al anfibio B612.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.COMENTARIOS