Todo lo referido a los compactos deportivos de los años ochenta y comienzos de los noventa es vivido por una gran parte de la afición con bastante intensidad. Más aún cuando se habla de un modelo especialmente extendido en el mercado español como el Ford Fiesta RS Turbo. Punto en el que se disparan las polémicas entre partidarios o detractores, siendo interesante refugiarse en modelos más clásicos si se cuenta con un carácter sosegado y poco dado a la discusión estéril. No obstante, no cabe duda de que modelos como éste cuentan con encantos evidentes. Sobretodo cuando hablamos de conductores con añoranza de una juventud en la que solían situarse en el límite de las normas de conducción. Hecho por el cual éste y otros vehículos no eran muy bien vistos por las aseguradoras.
Pero vayamos por partes. En primer lugar, al Ford Fiesta RS Turbo de 1990 hay que reconocerle el ser un éxito completo en materia de ventas. Y es que, al fin y al cabo, con sus 133 CV se puso a la cabeza de los compactos deportivos con un precio que ponía la potencia bruta en manos de los compradores más jóvenes. Principal atractivo del modelo, siendo capaz de colocar contra las cuerdas no sólo en cifras sino también en precios a los Supercinco GT, Peugeot 205 GTI o FIAT Uno Turbo del momento. Eso sí, a cambio se requerían unas manos más expertas de lo que pudiera parecer, ya que al fin y al cabo todo indicaba que el motor superaba con creces las posibilidades del chasis.
En segundo lugar toca entender de dónde salió el Ford Fiesta RS Turbo ya que, de hecho, no es más que otro paso en la rica e interesante tradición deportiva derivada de este modelo del segmento B. Tras dos generaciones en las que hubo versiones deportivas muy extendidas e incluso variantes pensadas por y para los rallyes tan famosas como la unidad preparada en Galicia por la escudería de Estanislao Reverter, los años noventa se iniciaron con la tercera generación del Fiesta también fabricada en Almusafes. En ella se encontraba el XR2i, con un bastidor adecuado para su motor atmosférico de 1.6 litros con inyección directa y 110 CV a 6.000 revoluciones por minuto. Un deportivo popular poco innovador pero bastante adecuado y efectivo.
Con el XR2i ya se había logrado una versión deportiva del Fiesta, sin embargo Ford quería llegar un paso más allá poniéndose a la cabeza – a nivel de potencia – entre los compactos deportivos tan de moda en la época
Ford Fiesta RS Turbo, demasiada potencia
Con el XRSi en los concesionarios para finales de 1989 Ford ya tenía una opción más o menos prestacional para el segmento B. De hecho, su comportamiento resultaba bastante dinámico sin necesidad de exprimirse a fondo, sólo teniendo una cierta tendencia marcada hacia el subviraje. No obstante, Ford deseaba posicionarse con fuerza en la fiesta de los deportivos compactos. Algo que requería de no pocos esfuerzos en materia de ingeniería si se quería sacar adelante un conjunto proporcionado y equilibrado, aunque tan sólo de potenciar el motor si lo que se deseaba era un coche lleno de carácter y cierta aura de indomabilidad.
Llegados a este punto, lo que se hizo fue aplicar un turbocompresor Garret al bloque del XRSi. Así nacía el Fiesta RS Turbo, llegando hasta los 133 CV con el soplido del turbo entrando desde las 2.500 revoluciones por minuto sin demasiadas brusquedades ni alardes, teniendo una banda de potencia bastante amplia en la que el par máximo se entrega desde muy temprano. Sin duda un coche progresivo pero con bastante empuje, siendo todo un reto para un chasis que se queda escueto aunque ayuda la incorporación de nuevos amortiguadores para mejorar el agarre.
Eso sí, consultando pruebas de la época encontramos con facilidad opiniones de probadores profesionales respecto a cómo el Fiesta RS Turbo puede llegar a descontrolarse con facilidad en tan sólo un momento si es que se le buscan los límites sin conciencia. Algo que, por otra parte, en foros de aficionados se elogia como una de las cualidades que dan a este modelo más personalidad y carácter. Sea como fuera, la velocidad punta se sitúa en torno a 210 kilómetros por hora y el par en 192 Nm. No está nada mal, especialmente si tenemos en cuenta que este es un coche ligero con tan sólo poco más de 900 kilos.
Mientras algunos achacan a esta versión tener un motor que resulta demasiado para su chasis, otros ven justo en eso el principal encanto endiablado del mismo. Eso sí, las aseguradoras no tenían buena opinión sobre la siniestralidad de este coche
Además, el chasis se ensanchó un pelín y se dispusieron nuevas llantas. Detalles que junto a los apliques aerodinámicos y las tomas de aire en el capó distinguían al Fiesta RS Turbo. Un deportivo compacto donde todo se echó a la suerte del motor, dando un carácter agresivo que lo alza en el mercado de preclásicos – aunque ya ha pasado de las tres décadas en sus primeras unidades – como un valor al alza, siendo cada vez más deseado y codiciado por los coleccionistas que, tras verlo y quizás conducirlo en su juventud, ahora desean tener en el garaje a uno de los iconos de la última época de esplendor para este tipo de modelos.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS