Con el Ford Escort Nomade la casa del óvalo continuó con la tradición de los coches familiares de tamaño compacto. En una época en la que este segmento no tenía mucho tirón en el mercado nacional, Ford optó por ofrecerlo en las versiones más altas de acabado y con un equipamiento bastante completo. Nuestro coche del día de hoy venía con la mecánica 1.6 litros de gasolina y 90 CV, una potencia habitual en compactos en 1991.
Básicamente, se partió de la carrocería del compacto de cinco puertas y se le alargó el voladizo posterior en 24 cm, manteniendo la batalla
Con ello se aumentó la capacidad de carga de forma considerable sin perder un ápice de su maniobrabilidad, aunque sí variaba el comportamiento de la zaga debido a la gran longitud del voladizo trasero. Sus dimensiones eran 4.268 mm de largo, 1.690 mm de ancho y 1.409 mm de alto. La línea general del coche mantenía el mismo aire familiar del resto de los Escort y Orion (versión sedán de cuatro puertas).
La trasera se resolvió de forma satisfactoria con un amplio portón de tipo burbuja, de fácil acceso y baja altura para poder meter con facilidad objetos pesados. Este maletero contaba con unos 400 litros de capacidad hasta la cortinilla, con la ventaja adicional de contar con unos respaldos traseros abatibles asimétricamente. Si abatíamos la parte más ancha podíamos llevar un pasajero en la parte trasera y dejar un enorme espacio adicional de carga, y si lo hacíamos en su totalidad se superaban ampliamente los 1.000 litros de capacidad.
Como ocurre en todas las versiones familiares, la suspensión trasera se adaptó a las nuevas condiciones de carga, resultando más firme. Este cambio no afectó negativamente al comportamiento y al confort del coche, más bien al revés, pues reducía el balanceo sin resultar incómodo para sus ocupantes. No era un coche dado a un trato deportivo, pues sus 90 caballos no daban mucho de sí.
Tampoco convenía abusar de su capacidad de carga, pues un exceso de la misma provocaba una desagradable ligereza del tren delantero que invitaba a tomarse las cosas con calma
Entre su equipamiento encontrábamos cuentarrevoluciones, termómetro del refrigerante, volante regulable, asiento del conductor regulable en altura, cierre centralizado, elevalunas eléctricos delanteros, retrovisores con regulación eléctrica… Conviene citar algunas carencias, como indicador de carga de la batería, manómetro de aceite, mando a distancia o faros antiniebla. El aire acondicionado era opcional, así como el ABS y la dirección asistida.
Veamos su mecánica. El motor iba en posición delantera transversal, con cuatro cilindros en línea y 1.597 cm3 de cilindrada. El bloque era de hierro fundido y la culata de aleación ligera. Solo tenía un árbol de levas en cabeza y dos válvulas por cilindro. La alimentación era a través de un carburador de doble cuerpo y se alimentaba con gasolina de 97 octanos con y sin plomo. Entregaba 90 CV a 5.800 RPM y 130 Nm a 4.000 RPM de par máximo.
Sus prestaciones básicas eran una velocidad máxima de 175 km/h, algo más de 13 segundos para acelerar de 0 a 100 km/h, unos 15 segundos para recuperar de 80 a 120 km/h en cuarta y 21 segundos para el mismo registro en quinta. Para recorrer los 1.000 metros desde parado se tomaba casi 35 tranquilos segundos, así que mejor olvidarse de buscar un récord en Nürburgring. Respecto a los consumos, en ciudad rondaban los 10,5 l/100 km, 6 l/100 km en carretera convencional a 90 km/h de crucero y cerca de 9 l/100 km por autopista/autovía a 120 km/h de crucero. No son unos consumos muy frugales, pero estaban en la media de la competencia; el depósito de combustible era de 55 litros.
La transmisión se realizaba a las ruedas delanteras a través de una caja de cambios manual de cinco velocidades. La quinta era de desahogo, pues su desarrollo era de 36,4 km/h a 1.000 RPM, lo que suponía un giro del motor de 3.300 vueltas a una velocidad de 120 km/h. La dirección, de cremallera y asistida, no era muy directa, con tres vueltas de tope a tope. Su equipo de frenos era el habitual en estos compactos, con discos en el eje delantero y tambores detrás; sus distancias de frenado eran de 50 metros a 100 km/h, subiendo a los 76 metros a 120 km/h, algo justas para el peso del coche (1.015 kg).
El esquema de amortiguación también era sencillo. En el eje delantero llevaba sistema McPherson, con barra estabilizadora, con un tarado bastante blando, y en el trasero eje torsional, completado con resortes helicoidales y amortiguadores telescópicos. Se conformaba con unos neumáticos de medidas 175/70 R13, con las llantas de chapa de acero. No resultaba un coche muy silencioso (72,4 dB a 120 km/h), sobre todo por el ruido de origen mecánico, lo que no invitaba a pisar el acelerador, por lo que no se disfrutaba del buen rendimiento del motor en la parte alta del cuentavueltas.
El Ford Escort Nomade era un coche eminentemente familiar, casi burgués en comportamiento y prestaciones; estas últimas pasaban claramente a un segundo plano, primando el espacio interior para los pasajeros, y en especial para el equipaje, pero que contaba con una línea atractiva y unos buenos niveles de calidad. Su precio era de 1.791.000 pesetas, unos 22.000 euros de hoy añadiendo la inflación.
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Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...Mi primer coche fue un Orion de esta generación (acabado Ghia, año 1993), y también llevaba un motor gasolina atmosférico, de cuatro cilindros que cubicaban 1600cc, otorgando 90cv, aunque en este caso era DOHC, tenía 16 válvulas, usaba inyección EFI, ya iba catalizado y no se permitía el uso de gasolina con plomo. El manual recomendaba usar 95 pues aunque el uso de 98 no era perjudicial, no suponía mejora alguna en sus prestaciones. Las llantas que llevaba eran de aluminio de 14″, con neumáticos de ¿185/65? (no lo recuerdo bien). Equipaba tacómetro, termómetro del refrigerante, volante regulable, asiento del… Leer más »
Sí, a mitad de generación Ford hizo importantes mejoras en sus coches, las que has comentado, en parte por exigencias legales (con los coches catalizados la inyección electrónica era obligatoria y también abandonar el tetraetilo de plomo).
Hay que tener valor para grabar un vídeo así. Yo no podría…
Y tanto que hay que tener valor…sólo he mandado uno de mis coches al desguace (mi primer coche, un R25 GTX del 86 que daría un brazo por conservar ahora) y aún me sale una lagrimita cuando lo recuerdo subiendo al camión de La Torre (y que disgusto cuando al cabo de unos meses lo vi allí despanzurrado en la campa). Maldito PREVER jaja.
Estos Ford ya con inyección iban muy bien, quizá sólo pecaban de desarrollos largos. Mi padre en su momento (1991) descartó el Orion en favor de un R19 TXI porque aparte de los 17CV de diferencia, iba a tirar de una caravana y los desarrollos penalizaban mucho a pesar de un par similar.