Al hablar del Ferrari 156 F1 hay una primera cuestión que llama poderosamente la atención. Y es que no ha sobrevivido ninguna unidad. Algo que sin duda llama la atención, siendo éste uno de los monoplazas más icónicos en la historia de Ferrari. No obstante, esto no se debe a un descuido o la acción de los accidentes en circuito. Lejos de ello, y aunque pueda llamar la atención, la Scuderia de Maranello solía desguazar sus vehículos al acabar la vida útil de los mismos en los circuitos. Respecto a la razón aún se anda a vueltas con ello. ¿Protección frente al espionaje industrial? ¿Simple descuido y falta de previsión respecto al custodio de la historia?
Fuera como fuese, lo cierto es que hasta bien entrados los años setenta no comenzó a ser una práctica habitual el conservar al menos una unidad en las naves de almacenaje de la marca. De esta manera, teniendo en cuenta que el Ferrari 156 F1 es de 1961 actualmente no tenemos ninguno de aquellos “ sharknose “ entre nosotros. Sólo copias. Réplicas muy fieles que han aparecido en eventos como el Goodwood Revival. Dicho esto, lo mejor será trasladarse a los años sesenta para comprender las claves de aquel monoplaza. O, mejor aún, retroceder hasta los años cincuenta.
Y es que a finales de aquellos años fue cuando la británica Cooper sorprendió al mundo de la F1 con los primeros monoplazas con el motor en posición central-trasera. De esta manera no sólo lograban un mejor centro de gravedad, sino también un reparto de las masas y las inercias más eficaz, cosechado mejores posiciones que algunos rivales supuestamente más eficaces y prestacionales. Así las cosas, para 1960 la Scuderia ya estaba ensayando – a pesar de las dudas iniciales de Enzo Ferrari – con el 246P.
Con el impacto que supusieron los Cooper con motor central, el resto de escuderías fueron transitando hacia este modelo que mejora el reparto de pesos y las inercias
Ferrari 156 F1, cambiando de paradigma
A decir verdad, aunque resulta imposible dudar sobre la calidad mecánica de Ferrari y mas aún hacerlo sobre su capacidad de fascinación, lo cierto es que esta marca no se ha distinguido especialmente por ser innovadora. Es cierto que ha estrenado avances claro está, pero normalmente siempre después de que estos fueran asentados por otros fabricantes. Prueba de ello es cómo adoptó el turbo – a rebufo de Renault – o la forma y manera en la que se guardó la aplicación de la tracción total a sus coches de serie a pesar de haber experimentado con ella ya a finales de los ochenta.
Con este contexto, lo primero a indicar sobre el Ferrari 156 F1 es que surgió por la amenaza personalizada en los monoplazas británicos. Sea como fuere, lo cierto es que Enzo Ferrari pasó de decir aquello de “ los caballos tiran del carro, no lo empujan “ a estar entusiasmado con las posibilidades abiertas por los modelos con motor central. Más aún tras el cambio de reglamentos en la F1 de cara a 1961.
Hecho que favorecía a Ferrari, ya que especificaba el tener que llevar un motor con una cilindrada máxima de litro y medio. Un segmento en el cual tenía experiencia, ya que venía desarrollando motores V6 para la F2 adaptables a estas normas. Ligeros, eficaces y con la capacidad de subir alegremente de vueltas hasta las 9.200 revoluciones por minuto rindiendo unos 180 CV.
Gracias a la experiencia acumulada con sus motores V6, cuando en la Scuderia juntaron sus mecánicas con el chasis afinado para la disposición central-trasera respecto a la mecánica el 156 F1 se convirtió en una máquina ganadora
Primero con la V abierta a 65º para, en 1962, llevarla hasta los 120º. Una magnífica evolución desde el punto de vista del aplomo, consiguiendo así reducir el centro de gravedad gracias a un motor que ya iba tendiendo hacia una arquitectura plana. No obstante, los éxitos llegaron ya desde su estreno, siendo en 1961 la montura que llevó al norteamericano Phil Hill a la conquista del título de pilotos en la F1. Eso sí, desgraciadamente también fue protagonista del desgraciado accidente mortal de Von Trips en Monza ese mismo año. Luces y sombras de un tiempo donde la F1 se vivía con el riesgo propio de lo que significa competir sin apenas medidas de seguridad.
Miguel Sánchez
Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.COMENTARIOS