La segunda generación del Chrysler Voyager había sido lanzada en el año 1991 avalada por el éxito cosechado en Estados Unidos, pero al contar únicamente con motores de gasolina no era un modelo de especial popularidad en España, eclipsado además por su casi único rival, el Renault Espace. Pero a finales de 1994 todo cambió.
El culpable fue el bloque de 2.5 Turbodiesel fabricado por VM Motori que los americanos se decidieron a incorporar quizá previendo la oleada de competidores que se avecinaba (el trío compuesto por los VAG y Ford o el cuarteto PSA-Fiat). Las bazas de aquel Voyager fueron dos principalmente: el precio, al menos en la versión de acceso SE, y su nivel de potencia. El TD declaraba nada menos que 118 CV en una época en la que los rivales lanzarían versiones de 90 CV. La relación precio/CV era por tanto muy favorable, y aunque su diseño ya acusaba el paso de los años, el Voyager TD se convirtió en todo un superventas.
Su silueta no ocultaba su origen americano, con líneas que le hacían diferente de los europeos, aunque aquello repercutiera en algunos aspectos más criticables como la ausencia de puerta lateral en el lado del conductor o su modularidad por no contar con asientos independientes como los otros, aspectos que se le perdonaron para encumbrarle como el rey de la categoría.
En América sus equivalentes fueron el Chrysler Town & Country, Dodge Caravan y Plymouth Voyager
Esa segunda generación medía 4,52 metros de longitud para una distancia entre ejes de 2.852 mm y una anchura de 1,83 metros. Tenía capacidad para albergar a siete ocupantes mientras que el maletero cubicaba 671 litros. Como complemento existía el Grand Voyager, que resultaba el vehículo ideal para familias numerosas que viajaran con los siete asientos ocupados y el consiguiente espacio para el equipaje de todos ellos.
Su configuración de asientos era diferente a la que ofrecían sus rivales. En vez de la clásica 2+3+2, el Voyager optó por 2+2+3 careciendo de asientos independientes. Con ello se conseguía un mejor acceso a la última fila, pues no era necesario abatir o plegar los de la segunda. El banco de tres plazas resultaba algo estrecho para tres ocupantes adultos, aunque el espacio en sí no era escaso. Otro punto a su favor recayó en el hecho de que las siete plazas eran de serie, pues otros fabricantes ofrecían el sexto y séptimo asiento como elementos opcionales.
Las prestaciones declaradas estaban también a otro nivel. Anunciaba una aceleración de 0 a 100 en 12,6 segundos y una nada desdeñable velocidad máxima de 180 km/h, cuando otros monovolúmenes turbodiésel apenas rozaban los 160 km/h, o incluso menos si consideramos al Nissan Serena uno de ellos… Dentro de su propia gama, el Voyager TD se convertía en la opción más razonable. El escalón de acceso estaba cubierto por un 2.5 gasolina de solo 99 CV, mientras que por arriba el 3.3 V6 resultaba demasiado gastón para el gusto europeo, pues ya se sabe que los norteamericanos no se andaban con chiquitas a la hora de diseñar sus motores.
El Voyager TD comenzó a ser uno más en nuestro parque automovilístico, poniendo de moda un tipo de carrocería que antes sólo había popularizado de alguna manera Nissan con los Vanette y Serena, si bien estos no eran monovolúmenes propiamente dichos. Las modas nacen y mueren por diferentes motivos, pero Chrysler la supo aprovechar y la siguiente generación lanzada en 1996 repitió el éxito que el Voyager había comenzado a cosechar en unos pocos meses.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Madre mía, vaya “joyita” el motor VM. Los gasolina de los Voyager eran irrompibles, pero el 2.5 VM (que también llevaban los Cherokee) era lamentable, las averías de culata eran frecuentes y caras, por una configuración muy particular (le llamaban “el culatines”)
Por cierto, coches durísimos los Voyager, hay que ver la cantidad de ellos (de primera y segunda generación) que siguen funcionando por ahí, muchos sin cuidar y en muy malas manos.
Es lo que pasa cuando recurres a un fabricante de motores marinos, que la exigencia es muy distinta. Los VM de esa época tienen una fama pésima en fiabilidad. No todo motor diésel tiene que salir bueno.
Tengo un Chrysler Voyager 2.5 TD de 1995, tiene 400.000 Km y ni una sola avería durante todos estos años, lo uso a día de hoy para hacer todos los meses un viaje de ida y vuelta desde Madrid a Navarra y sigue siendo un coche tremendamente fiable, los problemas con la culata fueron con el Chrysler de 3ª generación (a partir de 1996), este se libró. Por otro lado, artículo muy interesante, solo añadiría que el diseñador de este monovolumen es el famosísimo Lee Iacoca (el mismo que el Mustang). También podrían mencionarse la gran cantidad de extras disponibles… Leer más »
Emanaba un caché especial en esos tiempos: estadounidense, grande y potente. Por contra, e igual me columpio, la seguridad reportada en las pruebas de choque creo recordar eran bastante cuestionables.