Hoy estoy de aniversario porque hace justo un año escribí mi primer Coche del Día en espíritu RACER (¡cómo pasa el tiempo!) Fue sobre el Pontiac Trans Sport, un monovolumen que tuvieron mis padres y marcó parte de mi adolescencia. Por eso he decidido que el coche del que hablaré hoy sea su sucesor: el Chevrolet Trans Sport. Mismo apellido, pero distinto nombre.
Lanzado en 1997 en Estados Unidos, se trataba de la segunda generación del Trans Sport, que igualmente adoptó varios nombres bajo Pontiac, Oldsmobile o Buick. A España llegó en 1998 aún cuando la vieja Chevrolet no se había transformado en Daewoos rebautizados, así que compartía espacio en los concesionarios con el Trail Blazer y algo más tarde con los Camaro y Alero.
Utilizaba la evolución de la plataforma U-Body empleada en algunos modelos del Grupo, ya fuese en versiones cortas como en el Pontiac Aztek u Opel Sintra, o la alargada. En este Trans Sport la distancia entre ejes alcanzaba 3,04 metros para una longitud total de 5,11 metros. Medía 1,84 de ancho y tenía una altura de 1,8 metros, por lo que su principal rival en nuestro país era el Chrysler Grand Voyager que por entonces se vendía en su tercera generación.
El modelo Trans Sport de Pontiac en cambio, tenía una configuración para 8 personas, en disposición 2-3-3
Comparado con el anterior Pontiac, el Chevrolet era 16 centímetros más largo, pero resultaba mucho más espacioso porque no se primaba el diseño, como sí ocurrió con aquel monovolumen que algunos asociaban con una nave espacial por su afilado frontal. El Trans Sport contaba con siete plazas y un maletero en esta configuración que albergaba 685 litros de capacidad. Su configuración de asientos era más convencional que la de su compatriota, con una disposición 2-3-2 y asientos individuales y regulables.
Como no podía ser de otra manera, su habitabilidad era destacable, sobre todo en sus cotas de anchura interiores que superaban con holgura el metro y medio en la primera y segunda fila. En cuanto al acceso, se recurría a puertas deslizantes, siendo la derecha de apertura automática.
No solo era un monovolumen muy grande, sino que aportaba un toque de lujo y exclusividad en el segmento. En esto tenía mucho que ver su configuración mecánica, pues se vendía en exclusiva con un motor V6 de 3.350 cc. Ofrecía 186 caballos de potencia y estaba asociado a un cambio automático de cuatro velocidades con la palanca detrás del volante como muchos otros coches de origen americano.
Declaraba una velocidad máxima de 177 km/h y un 0 a 100 en 11,2 segundos. Sin embargo, las cifras que más podrían preocupar serían las del consumo, pues con ese nivel de potencia y un peso en vacío de 1.850 kilos el gasto no podía ser bajo. Chevrolet homologaba 17,1 litros en ciclo urbano y 9,6 en extraurbano, así que la media en uso real oscilaba entre 13 y 14 litros cada 100 kilómetros.
Al menos no resultaba un monovolumen costoso de adquirir teniendo en consideración su potencial y nivel de equipamiento. Con precios de la época en la mano, el Chevrolet Trans Sport se quedaba justo en la barrera de los 30.000 euros, muy por debajo de lo que pedía Chrysler por el Grand Voyager, menos potente. Asimismo, el Renault Grand Espace V6 con 194 CV era también más caro, si bien le superaba en prestaciones.
En cuanto al equipamiento, no había lugar a opciones salvo la pintura metalizada, y montaba de serie elementos de cierto lujo como los asientos delanteros eléctricos, control de crucero o mandos de la radio en el volante. Como curiosidad, el freno de estacionamiento era «de pie» como en los Mercedes.
Menos exótico que aquel Pontiac, el Chevrolet Trans Sport resultaba ideal para familias numerosas que buscasen un vehículo con el que viajar cómodamente, una buena relación precio equipamiento y unas prestaciones más que satisfactorias para el uso familiar. En el debe, su tamaño no era apto para todas las plazas de parking y el mencionado consumo no cuadraba en una etapa en la que casi todos nos habíamos rendido al diésel.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Felicidades por el aniversario.
Respecto a la seginda genraración, hay que reconocer que perdía buena parte de su encanto con una estética más convencional.
¡Gracias Txesz! A por otro año más…
Es cierto que el primer Trans Sport tenía mucha personalidad, y ahí radicaba parte de su encanto. Además, en el momento en el que llegó el segundo, el Voyager (y Grand Voyager) ya se había abierto un importante hueco en el mercado de los monovolúmenes grandes.