Coche del día: AMC Pacer

Coche del día: AMC Pacer

No fue un éxito, pero su diseño resulta de lo más interesante si se comprende en el contexto de su tiempo


Tiempo de lectura: 5 min.

Decir que te gusta el AMC Pacer implica producir reacciones similares a las vistas cuando se sale en defensa del FIAT Múltipla. Y sí, hablamos del último, no del primigenio basado en el 600 allá por los años sesenta. Llegados a este punto, lo cierto es que defender el sentido y la lógica de este pionero compacto norteamericano requiere de un amplio alegato que, seguramente, quizás acabé sin generar ninguna simpatía añadida al modelo que ya muchos tienen en contra desde el primer momento. Y vaya, la verdad es que esto se puede entender perfectamente. Al fin y al cabo, no es uno de los automóviles más hermosos de la historia, estando a años luz de la fluidez del Ferrari Sergio o la elegancia atemporal del Lancia Florida II. Dos prototipos firmados por Pininfarina por los que la casa italiana ya tendría garantizado un puesto de honor en el panteón del diseño industrial.

Pero volvamos al AMC Pacer. Para empezar debemos insertarlo en un contexto muy determinado. Y es que su desarrollo comenzó en 1972, justo en un momento en el que la Crisis del Petróleo iba a condicionar de forma radical el diseño de automóviles en el mundo entero y los Estados Unidos en particular. La razón es obvia. Pues, ¿cómo se diseñaban los coches en aquel país? Efectivamente, a lo grande. Resultado de combinar combustible barato y abundancia de acero – así como carreteras rectas y llanas – la industria de Detroit llevaba años dando a su mercado coches enormes, espaciosos y con grandes cilindradas para ir tranquilamente con un generoso empuje desde bajas vueltas.

Además, todo esto se sublimó después de la Segunda Guerra Mundial, cuando la expansión de los barrios residenciales creó ciudades donde todo estaba pensado para ejecutarse a bordo de un automóvil. En fin, eran tiempos de prosperidad económica sin conciencia de finitud, galopando en la estética optimista de Virgil Exner basada en la carrera espacial. Y, de repente, el AMC Pacer. Un coche que para muchos vino a fastidiar la fiesta, aunque bien visto vino a dar soluciones a un tiempo nuevo en el que habría que mirar los consumos como nunca antes se había hecho. De esta forma, nuestro protagonista quiso ser el primer verdadero compacto americano sin renunciar a la habitabilidad que hasta entonces gozaban en este mercado con sus enormes Cadillac. Por todo ello fue uno de los primeros coches diseñados desde dentro hacia afuera, redundando en unos volúmenes poco agraciados, sí, pero también en un gran y luminoso habitáculo sobre la base de un segmento C. ¿No te va conquistando la racionalidad histórica aplicada a su diseño?

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La Crisis del Petróleo hizo que la industrial del automóvil se tuviera que replantear muchas cosas, especialmente en lo que se refiere al uso de grandes cilindradas con abundantes consumos

AMC Pacer, cambio de rumbo en el motor

Cuando se analiza un automóvil no sólo hay que valorar el resultado final, sino también el proceso. De esta forma, al AMC Pacer se le debe reconocer haber sido un coche valiente. Una afirmación que destilamos tras examinar documentos sobre el mismo, con la propia marca reconociendo que el coche no iba a gustar a todo el mundo. Algo que, realmente, en un tiempo donde los coches cada vez se parecen más entre sí, minimizando los experimentos y las nuevas apuestas en favor de ir a lo seguro, es de agradecer.

Además, la verdad es que AMC ya estaba seriamente tocada en aquel momento con unas ventas muy por debajo de las de sus competidores. De esta manera tuvo la valentía de lanzarse a por algo nuevo en una especie de acto desesperado. Y sí, bien no le salió pues el esfuerzo invertido en el AMC Pacer lastró aún más sus finanzas hasta el punto de hacerla prescindir de una gama propia a finales de la década cuando finalmente fue del todo absorbida por Renault.

Y bueno, ya que estamos hablando de atrevimiento toca referirnos a la mecánica del AMC Pacer. O mejor dicho, a la que iba a portar en un principio. Ni más ni menos que un motor rotativo, rizando así el rizo de la novedad como había hecho pocos años antes en Alemania NSU con su Ro 80 o Mazda en Japón con el Cosmos Sport y la naciente gama de los RX ideada por el ingenioso Kenichi Yamamoto. De haber sido así la verdad es que el AMC Pacer bien podría haber sido definido como laboratorio sobre ruedas, como un prototipo de ensayo extrañamente llegado a serie.

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En un principio este compacto americano de nuevo cuño iba a montar un motor rotativo, lo cual fue dejado de lado ante los problemas de fiabilidad

No obstante, los problemas de emisiones derivados del motor rotativo – cuentan con serios problemas en relación con el aceite – así como la fiabilidad – lo que los japoneses llamaban “ el arañazo del diablo “ en relación al desgaste que en las paredes del cilindro produce el rotor triangular – hicieron que el AMC Pacer prescindiera del mismo para acabar montando un seis cilindros en línea de casi cuatro litros. Un error, ya que ni lo diferenciaba del resto de modelos ni resolvía realmente los problemas de consumo. Al fin y al cabo, con sus 3,8 litros de cilindrada en ninguna forma éste podría ser visto como un motor adecuado para un compacto de producción masiva. Así las cosas, el AMC Pacer fue un incomprendido, sumándose que, sin duda, ni la mecánica ni el precio se ajustaban a este sector de compactos al que quería dirigirse. En fin, una idea tan valiente y adecuada a los tiempos como mal resuelta. Hecho que, si bien lo condenó comercialmente, lo convierte en uno de los coches norteamericanos más interesantes en relación a la época de la Crisis del Petróleo. Más para historiadores o coleccionistas que para quienes lo compraron de cara al uso diario.

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Sobre mí

Miguel Sánchez

Todo vehículo tiene al menos dos vidas. Así, normalmente pensamos en aquella donde disfrutamos de sus cualidades. Aquella en la que nos hace felices o nos sirve fielmente para un simple propósito práctico. Sin embargo, antes ha habido toda una fase de diseño en la que la ingeniería y la planificación financiera se han conjugado para hacerlo posible. Como redactor, es ésta la fase que analizo. Porque sólo podemos disfrutar completamente de algo comprendiendo de dónde proviene.

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Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

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Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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En la época en la que pasaba el día dibujando coches, alguien me preguntó: ¿pero a ti te gusta más la mecánica o la carrocería de los coches? Esa misma semana leí el Manual del Automóvil de Arias Paz. Tenía 14 años, esa simple pregunta es la razón por la que estoy aquí, desde entonces no he parado de aprender sobre lo que se convirtió en mi pasión.

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La historia del automóvil está llena de grandes emprendedores, de ideas arriesgadas, curiosas casualidades, irreconciliables enemistades y muchos fracasos. Es un mundo intenso y fascinante del que muchos hemos quedado cautivados. Cualquier vehículo con un motor me parece interesante, ya sean motocicletas, automóviles, camiones, aviones o barcos; es estupendo sentir la brisa del viento en la cara sobre uno de ellos. Si estáis aquí es porque compartimos afición.