Los Audi deportivos han servido, en gran parte, para forjar la imagen actual de la marca alemana. La familia Renn Sport ha sido la punta de lanza de los cuatro aros desde la década de los 90, aunque sus raíces se remontan hasta los años 80, con aquellos Audi quattro y Sport quattro, campeones de rallies. Sin embargo, los Audi deportivos, aunque veloces y, en ocasiones, cargados de pasión, no siempre han sido auténticos deportivos, sobre todo por esa condición “muy VAG” de poner el motor por delante del eje delantero. Eso, como todos seguramente sabréis, carga mucho peso en la parte más adelantada del coche, con las consiguientes inercias que convierten a los Audi en coches muy subviradores.
Esa tendencia a “irse de frente” es una seña de identidad, una característica intrínseca de todo Audi, incluso en aquellos con tracción total, la cual, se ha ganado alguna crítica que otra. Cuando la marca buscó equilibrar un poco la balanza, decidió cambiar el reparto de par de sus sistemas de tracción total y dar más prominencia al eje trasero –lo que sirvió para que los fanáticos de BMW dejaran entrever una sonrisa condescendiente–, pero el motor se mantuvo en el mismo lugar. Incluso cuando se puso en circulación aquella generación del Audi RS6 con motor V10 –el Audi S6 de aquella generación también lo usó–, el motor se mantuvo muy adelantado.
Hubo que esperar hasta la aparición del que, posiblemente, haya sido uno de los coches más especiales de cuantos ha creado la firma alemana: el Audi R8. Pero hablamos de la primera generación del modelo, el Audi R8 4.2, animado por el propulsor V8 de 4,2 litros, compartido, por ejemplo, con el Audi RS4. Aquel coche fue una sorpresa, aunque, curiosamente, ya lo habíamos visto con anterioridad en forma de concept car. El Audi Le Mans Quattro Concept, presentado en 2003, nos ofreció un adelanto de lo que estaba por venir, algo que nadie esperaba.
El Audi R8 4.2 es, para muchos fanáticos del modelo, el más equilibrado e interesante de toda la saga, un coche con una magia especial y por si fuera poco, un coche que fue capaz de capturar la esencia y la magia del intocable Porsche 911. Puede que te parezca algo exagerado, pero el Audi R8 con motor V8 fue, posiblemente, uno de los rivales más duros del Nueveonce. Y eso que durante una temporada, parecía que Audi nunca daría el paso hacia el segmento de los “supercoches”, sobre todo después de que VAG añadiera al conglomerado Bugatti, Bentley y Lamborghini.
Nada más lejos de la realidad, porque la dirección de la empresa ya había dado luz verde a la participación de la marca en Le Mans para el año 2000, carrera que ganó, y que volvió a ganar en 2001 y 2002. Se puede decir que también ganó en 2003, aunque el coche llevara el logotipo de Bentley, pues bajo su nuevo vestido, en realidad había un Audi R8 como los ganadores de las tres ediciones anteriores. Esas victorias fueron el desencadenante de la creación del Le Mans Quattro Concept.
El Audi Le Mans era, en realidad, un Lamborghini Gallardo en toda su extensión, pero con otra carrocería. Mantenía chasis, propulsor, transmisión, trenes rodantes… la respuesta fue tan buena, tan inesperada, que finalmente se aprobó su paso a producción. Y fue Audi Sport GmbH –anteriormente conocida como Quattro GmbH– quien se encargó del desarrollo y el montaje de las unidades se llevó a cabo en las instalaciones de Neckarsulm, donde se creó el chasis del Lamborghini Gallardo. Las victorias en competición de 2004 y 2005 fueron, por otro lado, el desencadenante de su denominación comercial: Audi R8, en honor al vehículo campeón.
Su puesta en escena era lo que faltaba en el catálogo de Audi, un coche realmente deportivo, sin ese motor colgado tan adelante y sin esa tendencia al subviraje. Y sí, como casi todo el mundo sabe, el Audi R8 escondía un Lamborghini Gallardo, pero había bastantes cambios. La plataforma era la misma, pero para el R8 se alargó y se amplió la batalla en 90 milímetros –hasta los 2.650 milímetros– para mejorar el espacio disponible en el habitáculo. El motor se colocó en una cuna fabricada con fibra de carbono y el depósito de combustible, dividido en dos módulos a cada lado del motor y contra el mamparo trasero, contaba con 75 litros de capacidad.
Ese motor era un bloque V8 con 4.163 centímetros cúbicos de desplazamiento –un motor de carrera larga, 84,5 por 92,8 milímetros para diámetro y carrera–, el mismo BYH del Audi RS4 B7, pero con lubricación por cárter seco. Fue un motor pionero al montar inyección directa, uno de los primeros motores FSI y se fabricaba íntegramente con aleación –el bloque de cilindros se fabricaba con ALUSIL, una aleación de aluminio y silicio–. Las cifras eran buenas en su momento, y todavía lo son a día de hoy: 420 CV a 7.800 revoluciones y 430 Nm de par entre 4.500 y 6.000 revoluciones. Cifras idénticas a las del Audi RS4 B7.
Al contrario de lo que ocurre actualmente, el Audi R8 4.2 se ofrecía con cambio manual de seis relaciones, unida a un sistema de tracción total con un reparto del 30/70 delante y detrás respectivamente. Se ofreció también un cambio robotizado de un solo embrague denominado R-Tronic, también con seis relaciones, que, al parecer, no era muy recomendable porque no cuadraba con el talante del coche –era lento y algo brusco–.
La producción del Audi R8 se detuvo en 2015, cuando se presentó la segunda entrega del modelo, el Tipo 4S. Se fabricaron un total de 28.600 unidades, entre las que se incluyen el Audi R8 V10, que se puso en escena en 2008. También se cuentan las unidades con carrocería Spyder y las ediciones especiales.
Con el Audi R8 4.2 empezó todo, la firma de los cuatro aros se ganó un lugar entre los fabricantes de supercoches, algo que, todo sea dicho, no es precisamente sencillo. Sin embargo, en 2023 el R8 abandonó la línea de producción y no habrá reemplazo. Se decía que podría regresar como un coche eléctrico, pero Audi se ha quedado atrás en la carrera por desarrollar la nueva tecnología y tendrá que definir prioridades, entre las que, seguramente, no haya lugar para un deportivo de este calibre.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS