El Opel “Green Monster”, o “Grünes Monster” en alemán, data del año 1914, y sigue siendo a día de hoy el modelo más alucinante de la marca. En 1920 participó en la carrera del octavo de milla disputada en la playa de la isla danesa de Fanø. Llegó a superar al poseedor del récord absoluto de velocidad Malcolm Campbell, un periodista y piloto de carreras británico, con varios récords de velocidad en los años 20 y 30 a lomos de su Blue Bird.
Sus señas de identidad eran su color verde, y su tremendo propulsor, un bloque 12.3, cuatro cilindros, 16 válvulas y 260 CV, algo impensable en su época
A finales del verano del 2018 resucitó, concretamente el 1 de septiembre, con motivo de la celebración del Rømø Motor Festival, una localidad danesa situada en el Mar del Norte. El motivo de esta celebración es el de rememorar la tradición de las carreras de coches disputadas en estas playas allá por los años 20, que se prolongaron a las décadas 30 y 40. Opel Dinamarca hizo un breve vídeo, para que os hagáis una idea.
Entre coches y motocicletas se dieron cita más de 100 vehículos, todos ellos de la misma quinta que el “Green Monster”. Tanto participantes como competidores iban ataviados con vestimentas propias de la época. Los afortunados que pudieron disfrutar del evento fueron alrededor de unos 1.000. Estuvieron amenizados por bandas como JC Hawkins & His Model A Playboys, The Greyhounds o Marv & de Yunques, el viernes 31 de agosto, continuando el sábado con Wild Wax Combo, Paul Ansell y Rokin´Bones. Todo por el módico precio de 40 euros, aunque afortunadamente la entrada para ver las carreras era gratuita.
La prueba más importante consistía en recorrer el octavo de milla (205 metros) en el menor tiempo posible. Este formato de competición era muy popular en los años 20. En esta ocasión -la tercera vez que se repitió el evento- se realizó en la playa de Lakølk, con una arena dura como una roca, por lo que esto no supuso ningún problema para el desarrollo de la prueba. Nuestro protagonista cumplió el objetivo con sobresaliente, pero sin pretender conseguir un récord de velocidad.
Destinado a batirlos, lo más importante era conseguir mantenerlo en línea recta de forma estable, objetivo algo complicado en su momento si tenemos en cuenta que estas carreras no se realizaban sobre impolutas superficies asfaltadas, sino en improvisadas pistas en la arena de una playa o similares. Es importante tener en cuenta que este vehículo es una joya que no puede ser conducido pilotado por manos inexpertas, por lo que es difícil encontrar un piloto temerario y responsable al mismo tiempo que arriesgue su vida.
La tecnología con la que cuenta el “Green Monster” era insuperable en su momento. El motor, con un bloque de cuatro cilindros y 12,3 litros -10 veces más grande que el motor de un Opel Grandland-, lleva cuatro válvulas por cilindro, eje de transmisión en posición vertical y árbol de levas en cabeza. Estos inmensos pucheros cilindros tienen una cilindrada unitaria de 3.075 cm3. ¡Casi nada!
Los muelles de sus 16 válvulas asoman por unos agujeros practicados en la parte superior de su capó, debido a la enorme altura del motor. Su régimen de giro no es muy elevado, unas 1.000 RPM, pero sus pistones tienen una velocidad lineal de 24 metros por segundo, un valor muy similar al que consiguen los Fórmula 1 de hoy. Pasar de ahí sin romper nada es difícil.
Es un auténtico espectáculo ver rodar a semejante bestia mecánica a 230 km/h por las duras arenas de la playa
Un motoraco de este peso, tamaño y potencia necesita ir montado en un chasis lo suficientemente resistente que pueda soportarlo. En aquella época era común utilizar bastidores de autobuses o de camiones para conseguirlo. En este caso el “Green Monster” se sustenta en un chasis de escalera, con dos robustas vigas de acero con travesaños a los que se ancla el asiento del conductor, el gigantesco motor y unas prehistóricas suspensiones de ballestas sobre dos ejes rígidos.
Un auténtico monstruo, no solo en aspecto sino en tecnología y prestaciones, en un periodo histórico del Siglo XX en el que conducir coches de carreras, aventura, temeridad y riesgo iban unidos de la mano. El vídeo tiene unos años, el coche no estaba todavía restaurado.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS