El Carisma fue el primer intento serio de Mitsubishi para adentrarse en el segmento de las berlinas en el mercado europeo donde ya tenía presencia con el Galant. Porque el nuevo modelo que se situaría un escalón por debajo de aquel, era un coche pensado para Europa y fabricado en Europa, construido en Holanda junto con el Volvo S40 (I) con el que compartía plataforma.
Pero como buen producto japonés, al Carisma se le presuponía un buen rendimiento y fiabilidad contrastada, pero al diseño de su carrocería le faltaba un poco de chispa; podría decirse que no tenía demasiado… carisma. Se apostó por una carrocería de cinco puertas al estilo SEAT Toledo o Renault Laguna en vez de la tradicional de tres volúmenes (que llegaría más tarde con un motor 1.6 de acceso a la gama). Sus 4,45 metros de longitud le colocaban entre los más pequeños de la categoría, si bien donde más se notaban sus diferencias era en la distancia entre ejes de 2,55 metros -8 centímetros menos que un Vectra, por ejemplo-. Como contrapartida, su peso era de los más livianos, lo cual repercutía en su dinamismo y nivel de prestaciones.
Para enfatizar esto, la versión tope de gama MSX era la ideal, con ese toque a berlina deportiva que tanto gustaba por aquí y de las que el Nissan Primera GT (por citar otro japonés) fue un buen representante. La cilindrada del bloque multiválvula era inferior a lo que se estilaba por entonces para ese nivel de potencia. En vez de recurrir a un tradicional 2.0, en el MSX se optó por un motor de 1.834 cm3 que desarrollaba 140 caballos de potencia. Gracias el peso y una cuidada aerodinámica, el MSX ofrecía prestaciones más que destacables, poniendo contra las cuerdas al brillante Opel Vectra 2.0 de 136 CV. Declaraba 215 km/h de velocidad máxima y un 0-100 en 9,2 segundos, cifras no muy alejadas del rapidísimo Primera GT; todo ello con unos consumos excepcionales para su nivel de prestaciones.
Para esta versión de espíritu RACER se introdujeron algunos aditamentos en la carrocería que realzaban algo su estética. Destacaba sobre todo el alerón en el portón o la doble salida de escape. Las llantas eran de aleación, pero en una medida un tanto pequeña para las tendencias de la época, pues eran de 14 pulgadas y además tenían un diseño poco deportivo. Por suerte, esta carencia no repercutía en su comportamiento, con una puesta a punto del bastidor muy equilibrada en su compromiso entre efectividad y confort, acompañada de un cambio de cinco velocidades de agradable manejo y desarrollos perfectos para poder exprimir el motor hasta las 7.700 revoluciones.
En el interior se montaron asientos deportivos con el tapizado típico de los noventeros japoneses, mientras que el volante se forró en cuero. Pocos cambios más en un habitáculo en el que el salpicadero tenía un diseño moderno para tratarse de un coche oriental, con la consola central en forma de lágrima vista en el Laguna. En habitabilidad se encontraba en la zona media de la categoría, mientras que el maletero quedaba por debajo con una capacidad de 450 litros.
Su precio allá por el año 1995 estaba en 3.650.000 pesetas (22.000 euros), elevado con respecto a la competencia y al nivel de un Volvo S40 2.0, un poco menos equipado. El MSX daría paso al 1.8 con la tecnología GDi de inyección directa en gasolina, donde los aspectos deportivos pasaban a un segundo plano por la búsqueda de la eficiencia. Por ello el GDi se convertiría en su versión más simbólica, aunque en una época donde los diesel mandaban, el Carisma se hizo popular en nuestras carreteras gracias a los DiD de origen Renault. Por todo ello, las prometedoras siglas MSX pasarían al olvido al igual que lo hicieron las berlinas con toque sport relativamente asequibles.
Ángel Martínez
Soy uno de esos bichos raros a los que les apasiona hablar de coches y se pasaría horas comentando modelos o repasando la historia de la automoción. Pienso que la mayoría de ellos tienen su encanto, desde el deportivo con el que soñamos hasta el utilitario que te encuentras en cualquier esquina.Tuve uno durante más de 15 años, y todo fueron satisfacciones. Con un motor muy elástico que nunca se acababa. Posiblemente el mejor coche que he tenido. Un regalo para quien se lo vendí por 1500 euros, ya que a pesar de los años, sólo tenia unos 85.000 km en ese momento.
7700 revoluciones! Que tiempos