Los coches que salen de las factorías de EE.UU. se han caracterizado históricamente -entre otras cosas- por su enorme tamaño, y el Cadillac Seville STS no iba a ser una excepción, no en vano mide 5.192 mm. Este modelo impresiona no solo por este aspecto, sino también por su apariencia, ya que la discreción no es precisamente su carta de presentación, y podríamos considerarlo elegante pero sin ser hortera, aspecto difícil de conseguir por los fabricantes estadounidenses.
Esta marca americana de coches de lujo era la que tenía más renombre en Europa y el Seville STS su modelo emblemático. Aunque los juicios estéticos son siempre subjetivos, en este modelo destacaba claramente su exclusividad y sus elegantes líneas, pero manteniendo su genuino carácter americano, rematando el frontal con la rotunda calandra típica de la marca y la trasera con un tercer volumen truncado. A destacar la integración en la carrocería de los prominentes paragolpes característicos de los coches fabricados en este país.
Abrimos las puertas y nos encontramos con cuero de calidad por todas partes, al igual que inserciones de maderas nobles con el típico buen gusto al estilo yanqui. Respecto al equipamiento el coche, iba cargado hasta los dientes: aparte de lo habitual como aire acondicionado, cierre centralizado o elevalunas eléctricos, y lo interesante como doble airbag, ABS o ASR, pasamos a “curiosidades” como freno de estacionamiento de pie que se desactivaba poniendo la palanca de cambios en posición D, o el desbloqueo de los seguros de las puertas con la palanca en P y su bloqueo automático cuando iniciaba la marcha. Podríamos añadir si acaso un ordenador con 135 funciones, que no es poco.
Fue patrocinador de los Juegos Olímpicos de verano en 1996 en Atlanta
Como defecto congénito de los coches de Trumpland, los niveles de terminación estaban un escalón por debajo de sus equivalentes europeos, sobre todo alemanes, y es que estamos hablando del segmento de las berlinas premium, donde este aspecto estaba -y está- sumamente cuidado. En lo referente a sistemas de seguridad, sí se podía equiparar, pues incluía chasis con estructuras deformables, airbag doble y barras de protección lateral. Entre las pegas que nos encontrábamos podríamos reseñar el mal diseño de los respaldos, ya que era imposible encontrar la postura de conducción idónea a pesar de los múltiples reglajes eléctricos de los asientos; también adolecía de una altura interior escasa y por último mencionar un climatizador automático demasiado fuerte, incluso al mínimo.
Vayamos a lo que más nos interesa, y es su comportamiento. Recordar que estábamos ante un tracción delantera que andaba cerca de los 1.600 kg en vacío con un nivel de potencia de 300 CV. Si nos movíamos por rutas con buen firme y trazado rápido a buen ritmo, de unos 160-170 km/h, su comportamiento era intachable y se movía como pez en el agua disfrutando de un elevado confort en una atmósfera silenciosa, y todo ello con unos “razonables” 16 l/100 km de consumo.
En su momento se consideró la berlina de tracción delantera más potente a la venta, con 300 CV y control electrónico de tracción para poder digerir semejante caballería
Si cambiábamos a carreteras viradas nos sorprendía gratamente, pues a pesar de llevar una suspensión blanda, no era torpe ni balanceaba en exceso, gracias a una buena gestión electrónica y al hecho de ser independiente; tan solo si lo llevábamos al límite teníamos que prestarle más atención y sujetar con fuerza el volante. Su motor V8 Northstar de 4.565 cc y 32 válvulas con 392 Nm de par ponía en aprietos a sus ruedas delanteras, a pesar de calzar neumáticos de medida 225/60 ZR16.
Su caja de cambios automática, una Hydramatic 4T80E de cuatro marchas, no llevaba ningún tipo de programación. Aunque no estaba a la última en tecnología tenía unos reglajes específicos que la hacían casar de maravilla con el motor. Las prestaciones hablaban por sí solas, hacía los 1.000 metros desde parado en 28,5 segundos y el adelantamiento de 80 a 120 km/h en 5 segundos. El 0 a 100 km/h lo cubría en 7,5 segundos y su velocidad máxima alcanzaba los 241 km/h.
En definitiva, nos encontramos con una lujosa berlina americana de tracción delantera, un rara avis en el panorama automovilístico de EE.UU. dominado por la propulsión trasera y que además era del gusto de los europeos, con un motor potente, buenos acabados y muy bien equipado. Parece que al otro lado del Atlántico se están dando cuenta de que si diseñan vehículos adaptados a los más exigentes estándares de calidad en Europa, podrán hacerse un hueco en este mercado y acercarse un poco más a las marcas premium alemanas -perdón, europeas- aunque no le hagan la más mínima sombra. Una berlina interesante.
Ginés de los Reyes
Desde que tengo conciencia me llamó la atención cualquier cosa con ruedas. Aprendí a montar en bicicleta al mismo tiempo que a andar, y creo que la genética tiene algo que ver: mi padre adoraba los coches, les ponía nombres, mi abuelo conducía y participaba en el diseño de camiones, y le privaban los coches...COMENTARIOS