Coches eléctricos del siglo XIX: la tecnología que llegó antes de lo que imaginas

Coches eléctricos del siglo XIX: la tecnología que llegó antes de lo que imaginas

Los orígenes de una propulsión que consideramos aún novedosa por la larga espera de su producción en masa


Tiempo de lectura: 3 min.

Establecido en Europa, pero sin dejar de ser una novedad a la que aún no nos entregamos por completo. Motorización que sigue dividiendo opiniones. ¿Han sido acertados los tiempos de su puesta en práctica o, como sostienen referentes de la industria, los fabricantes apresuraron la marcha de la transición a ellos? El de los coches eléctricos no deja de resultarnos un capítulo que va por las primeras líneas y, sin embargo, hace rato que empezó a escribirse. Si cada página representase un año, pues iríamos por la 200 o aproximándonos.

¿El eléctrico es un coche que antecede al vehículo de combustión? Desde ya. Entonces, ¿qué hizo que su globalización, su alcance masivo, se viera dilatado, postergado hasta nuestros días, días en los que, ahora sí, los modelos cero emisiones a batería asequibles van proliferando? La respuesta se evidencia en la pregunta. No eran coches precisamente populares. Solo los clientes de alto poder adquisitivo podían acceder a ellos, a lo que se sumaban factores como los altos pesos y los rendimientos insuficientes. Ford y la aparición de la producción en serie cambiaron la historia, inclinaron la balanza a favor de los motores a gasolina y, así, las calles del mundo se llenaron de vehículos.

Inmediatamente antes del boom de los coches de combustión interna, la industria de los EV contaba con más de 20 fabricantes de automóviles a batería. En la Quinta Avenida de Nueva York ubicamos al primer gran concesionario de eléctricos. Su fundador, Oliver Fricthle, había hecho realidad, por intermedio de Thomas Edison, sus prototipos de coches eléctricos.

Oliver O Fritchle

Oliver O Fritchle junto a uno de sus coches eléctricos

De capacidades de baterías y autonomías. Un tema recurrente en nuestra era y, no obstante, ya era materia que ocupaba a los inventores de principios de siglo pasado, quienes buscaban perfeccionarla, porque el propio Fricthle ya contaba con un eléctrico con 100 kilómetros de autonomía para 1906, una propuesta superadora al Lohner-Porsche de 79 km que data de 1889, coche austríaco al que le siguió una versión que combinaba motores eléctricos y de combustión, un híbrido precursor presentado en 1900, el denominado Siempre Vivo.

Una cuestión de retrospectiva hacia los orígenes. Si el eléctrico antecedió al coche de combustión, entonces no nos debe resultaron ilógico que el primer récord de velocidad registrado se haya llevado a cabo con un vehículo a batería. La ligereza a través de la reducción de peso, con soluciones como la aleación en la carrocería, tiene sus años. A las puertas del siglo XX, un eléctrico ya demostraba, en las cercanías de París, que podía correr a 100 km/h. Fue ese el primer récord de velocidad en tierra comprobado.

En este punto de la historia, el eléctrico como solución a la movilidad por tracción a sangre de los caballos, había avanzado. Cincuenta años después de la génesis, las primeras baterías recargables ofrecían esas cifras de autonomía, pero, precisamente, es medio siglo antes de que de esa manera se consolidara esta tecnología de propulsión cuando ubicamos al padre del coche eléctrico. El escocés Robert Anderson, a finales de la década de 1830, fue quien perfeccionó los primeros proyectos experimentales, los primeros intentos norteamericanos de los años 20 del siglo XIX, y concluyó con el primer prototipo funcional, capaz de transportar a más de un pasajero.

La Jamais Contente

La Jamais Contente, el primer automóvil en alcanzar los 100 km/h

Semper Vivus Porsche

El Semper Vivus de Porsche, el primer vehículo híbrido

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Sobre mí

Mauro Blanco

Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.

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Pablo Mayo

Ingeniero de profesión, la mayor pasión de mi vida son los coches desde que era un chaval. El olor a aceite, gasolina, neumático...hace que todos mis sentidos despierten. Ahora embarcado en esta nueva aventura, espero que llegue a buen puerto con vuestra ayuda. Gracias por estar ahí.

Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".

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Soy un apasionado de los coches desde que era muy pequeño, colecciono miniaturas, catálogos, revistas y otros artículos relacionados, y ahora, además, disfruto escribiendo sobre lo que más me gusta aquí, en Espíritu RACER.

Javier Gutierrez

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Veo arte en los coches y en sus diseños una potencia que va más allá de las cifras. Ex conductor de Renault 12 rojo modelo 1995 de épicos e imprevisibles episodios, al que recuerdo por la hostilidad de su volante, pero, sobre todo, por nunca haberme dejado en el camino.

Jose Manuel Miana

Ando loco con los coches desde que era pequeño, y desde entonces acumulo datos en la cabeza. ¿Sabías que el naufragio del Andrea Doria guarda dentro el único prototipo del Chrysler Norseman? Ese tipo de cosas me pasan por la cabeza. Aparte de eso, lo típico: Estudié mecánica y trabajé unos años en talleres especializados en deportivos prémium.