Puede que, como deja en claro Randall Raines (Nicolas Cage) en uno de los diálogos de Gone in 60 seconds acerca de su vocación de ladrón de automóviles, los encargados de la restauración y modificación de este Mustang hayan obrado de igual forma, bajo el mismo propósito, el de “no hacerlo por dinero, sino por los coches”.
Pienso en cómo la propia firma del óvalo define como “Santo Grial” a un especial Ford Mustang Serie 1 convertible modelo 1965 exhibido en la sección Driving America del Museo Henry Ford, en Michigan. Me pregunto cómo reaccionaría el osado y temerario Memphis si viera esta versión de su Eleanor. Claro que, mientras aquel atesorado Mustang se obtenía a cambio de unos 3.300 dólares en su época, el ejemplar que aquí les enseño fue vendido hace pocos días a través de la casa Bring a Trailer en 135.000 dólares.
Como un paralelismo pienso también en lo que para el personaje principal del film significa el Shelby Mustang GT500 1967: una completa reliquia. Ahora bien, este Ford Mustang sí que es todo un unicornio. ¿Cuántas veces hemos visto un Mustang vestido de Eleanor, pero con carrocería a cielo abierto? Reformulo: ¿Alguna vez lo hemos visto? Desde el 2011 que esta criatura existe como tal, como una réplica convertible de aquel Shelby, y actualmente goza de un excelente estado.
En perfectas condiciones y con un odómetro que marca indica que desde aquella conversión hasta estos días el coche recorrió apenas 1.800 millas –unos 2.896 kilómetros–, lo que nos da a entender que ha sido celosamente conservado. Yendo a lo más interesante de la cuestión, cada sección del convertible rinde tributo al coche de la película. Durante el proceso de personalización, la carrocería original se reemplazó por una de fibra de vidrio y el acabado en gris se combina con una doble franja de carrera que recorre toda su longitud. A diferencia de las franjas negras del coche de 60 segundos, las de este ejemplar son plateadas.
En el frente, este Ford Mustang luce la parrilla del Eleanor con ranuras horizontales y lleva las características luces de posición centrales, sólo que no en línea sobre la parrilla, sino debajo, tal como la configuración del que tantas veces hemos visto en las escenas de persecución por Long Beach. En los laterales, lo más notable es el agregado de las salidas de escape ubicadas justo delante de las ruedas traseras, sobre unos paneles moldeados a la medida del Eleanor. Para la zaga, no podía faltar el juego de pilotos con tres barras por lado, mientras que el musculoso capó delantero esconde un Ford Racing V8 con cilindrada de 460 pulgadas cúbicas que envía la potencia a las ruedas traseras mediante una caja automática de tres velocidades.
El tapizado interior está como para, digamos, sentarse y no retirarse de allí jamás. El vinilo negro cubre tanto las plazas delanteras como el asiento de tipo banca para pasajeros, un acabado interior que va a tono con la capota de lona, a la cual no creo que le cupiera otro color más que el negro para hacer juego. ¿Un blanco? Lo dudo. ¿Un gris para representar al techo duro del Eleanor original? Ahí habría algo más de sentido. Puertas adentro, la novedad es la instalación de un equipo RetroSound con Bluetooth conectado a un subwoofer rezagado en el maletero.
El volante revestido en madera me lleva inevitablemente a las tomas finales, y no quisiera imaginar lo que lo debe estar apreciando el actual propietario.
Mauro Blanco
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