La M528, más conocida por los lugareños como la antigua carretera de Galapagar, tiene fama de ser un tramo delicado; algunas curvas ciegas, cambios de rasante, sin arcenes, sin escapatorias posibles, con muchas salidas y entradas a caminos y fincas… si te gusta conducir, es una carretera interesante, pero no es recomendable ir demasiado fuerte por todo lo comentado y porque, además, hay tráfico. No mucho, pero el suficiente para ser un riesgo hacer el tonto.

Ahí me encuentro en estos momentos, redactando esto con el teléfono tras un par de pasadas con el Peugeot 508 GT Hybrid. He parado a contaminar mis pulmones – hay casas que no se pueden decir directamente, no vayan a acusarnos de apología– y porque necesitaba pensar y analizar las sensaciones relajadamente mientras veo pasar los coches y, también, alguna que otra moto. Y quiero pensar sobre las sensaciones porque no encuentro diferencias notables entre la primera entrega de esta generación y el restyling que ha puesto Peugeot en las calles, el que, precisamente, tengo entre manos. No encuentro diferencias en cuanto a conducción y tacto general porque en diseño sí que las hay y al contrario de lo que me pasó, por ejemplo, con el Peugeot 3008, en este caso sí creo que son todo un acierto.

Estéticamente, el Peugeot 508 entra por los ojos, tiene una silueta bien proporcionada, sin abusar de líneas de estilo y con un frontal y una zaga con carácter. ¿Hay gente a quien lo le gusta? No lo dudo, para gustos los colores, como se suele decir, y sería muy aburrido que todos estuviéramos de acuerdo, de hecho, a modo de ejemplo, a mí los Ferrari actuales me gustan mucho menos que los diseñados por Pininfarina y seguramente ahora mismo habrá quien piense que sería mejor que me fuera a graduar la vista –otra vez–. Aun así, creo que somos mayoría los que pensamos que el Peugeot 508 es un coche muy bonito, sobre todo con el color que luce la unidad de pruebas; me he sentido muy observado durante los días que tuve el coche y pude ver como había transeúntes que se giraban al ver pasar el coche.

Por diseño, el Peugeot 508 parece convencer a mucha gente, pues no son pocos que se giran al verlo pasar

Pero que sea más bonito que antes, no quiere decir que necesariamente sea mejor, aunque tampoco peor, claro. El caso es que después de cuatro días, con todo tipo de recorridos, seguía sin encontrar nuevos matices en el coche, es como si solo hubieran retocado la estética, refinado el equipo multimedia y cambiado algunas cosas como el selector del cambio –ahora es la pequeña palanquita que parece haberse puesto de moda y que montan Stellantis y VAG–. El resto me parece igual, aunque también es cierto que la última vez que pude conducir un Peugeot 508 fue el PSE hace un par de años. Anteriormente, también probé el 508 GT HYbrid, exactamente el mismo acabado y el mismo grupo motor que en esta ocasión, pero fue hace todavía más tiempo.

La suavidad y elevada calidad de rodadura son lo más destacable

Tengo por costumbre usar los coches que nos ceden las marcas como si fueran mi propio coche –el pobre está en el garaje la mayor parte del tiempo a lo largo del año–, es decir, lo cojo para cualquier cosa: comprar, llevar al niño al colegio, ir a ver a cualquier amigo, buscar a la mujer al trabajo… ya lo he comentado en alguna otra prueba, pero no está de más recordarlo. Creo que es la mejor forma de probar un coche, pues cualquiera que se lo compre, realizará, precisamente, ese tipo de uso. También salgo a rodar por rodar, a conducir por mero vicio por todo tipo de carreteras y buscarle las cosquillas hasta donde me atreva. Vamos, que hago de todo, en ocasiones, incluso hago consumos, busco la cifra más baja pero también la más alta.

Bueno, pues después de entregar el coche, la sensación era la misma que cuando lo cogí la primera vez y la misma que tuve durante todo el tiempo: no encuentro diferencias entre la primera entrega y el restyling. La sensación de familiaridad era total,hay un lazo muy marcado entre todos los Peugeot y no importa en cuál te subas primero, porque todo te resultará familiar cuando te montes en otro Peugeot. Y por lo general, el carácter suele ser el mismo: un coche muy rutero, con suspensiones suaves –que no blandas– y un rodar que filtra gran parte de las irregularidades del piso. Es muy francés y eso se agradece en una época en la que hay pocas diferencias entre coches, sean de la marca que sean.

Resulta un coche muy rutero, no importa si tu destino está muy lejos, siempre apetece ponerse a los mandos del 508

Así es el Peugeot 508, muy francés, un coche tremendamente rutero, con un funcionamiento muy suave y refinado. Hace unos años, podría haber pasado por un modelo premium, tanto por acabados como por calidad de rodadura. Los fabricantes generalistas han mejorado muchísimo en esos apartados y rodar con el 508 es un auténtico placer. No obstante, no es un coche para atacar curvas como si fuera un tramo de rallye, prefiere un terreno más abierto, curvas de radio medio y amplio, donde mantener el mismo ritmo sin tener que realizar grandes frenadas o aceleraciones. Puede encadenar curvas medias sin bajar el ritmo y sin inmutarse lo más mínimo y con una sensación de control total. Luego miras el velocímetro y te llevas la sorpresa, porque vas más rápido de lo que parece a simple vista.

También merece la pena recalcar que el famoso i-cockpit de Peugeot me gusta, me encuentro bastante cómodo y el pequeño volante me gusta todavía más. Eso ayuda y mucho a que las sensaciones con el coche sean buenas. El puesto de conducción de Peugeot no gusta a todo el mundo, hay quien no se encuentra cómodo o le molesta el volante porque no permite ver bien la instrumentación, es un diseño muy polarizante y como digo, influyen la relación con el coche. Personalmente, lo que menos me gusta es el tacto del freno y su posición, tiene un primer tramo –casi la mitad del recorrido– que me resulta extremadamente blando y sin tacto.

Sí, gasta poco, pero la carga de la batería es vital para ello

La hibridación es, a día de hoy, la base de gran parte de los modelos que se ofrecen en el mercado, no importa el tipo de hibridación, pero en Peugeot, o mejor dicho, en Stellantis, apuestan por la hibridación enchufable y en el caso que nos ocupa, el Peugeot 508 GT Hybrid, se trata del más potente de la gama si no contamos al 508 PSE. Un grupo motor conocido, con 225 CV y cambio automático de ocho relaciones, que en otras ocasiones que lo hemos probado siempre ha dado buenos resultados, tanto por prestaciones como por agrado de uso y consumos.

Con 225 CV nadie echará en falta más prestaciones, siempre que se tenga un cargador a mano

No obstante, este último apartado, como en todo híbrido enchufable, está muy influenciado por la carga de la batería y además, el sistema de gestión es un auténtico tostón. De primeras, si la batería tiene carga suficiente, el coche arranca en eléctrico y se mantiene así hasta que se agota la batería. No importa si el último recorrido lo hiciste con el modo híbrido activado, el coche se pone solo en eléctrico y resulta muy molesto tener que estar cambiando modos cada vez que pones el coche en marcha. Desde mi punto de vista, me resulta más interesante circular siempre en modo híbrido, porque alargo la caga disponible y reduzco los consumos durante más kilómetros, de la otra forma, haces 45 kilómetros con electricidad, y luego, el motor de combustión se hace cargo de todo, así que todo el ahorro anterior se va al garete. Con el modo híbrido puedes lograr consumos de unos seis litros y la batería aguanta unos 100 o 110 kilómetros, pero sin carga, no bajas de ocho a no ser que hagas una conducción “supereconómica” –yo logré bajar hasta 7,3 litros según ordenador–.

Los híbridos enchufables son interesantes si hay cargadores disponibles, pero eso los sitúa con el mismo problema que tienen los eléctricos. Es cierto que funcionan la mar de bien, el 508 Hybrid, por ejemplo, no deja notar cuando se pone el motor de combustión en marcha o cuando cambia de uno a otro, ni siquiera se notan los cambios entre relaciones, pero tener que depender de un enchufe para lograr buenos consumos es un incordio y donde yo resido, no tenemos demasiados y en ocasiones, toca llamar por teléfono para que te activen el cargador, lo que demora lo menos 15 minutos –me he visto en un par de esas y son un fastidio, estropean toda la experiencia con el coche–.

Si el cargador no es un problema y te gusta el Peugeot 508 GT Hybrid, deberías saber que se trata de un coche rápido, bastante rápido. Mantiene velocidades de crucero por autopista de escándalo y con una enromé facilidad. Además, la sensación de aplomo y control es lo más destacable, junto al silencio con el que se circula. Y esto es un dato loable, porque el Peugeot 508 tiene puertas sin marco –me encantan– y normalmente, este tipo de puertas tienen más ruidos aerodinámicos que unas convencionales, pero no es el caso. El ruido del aire llega bastante amortiguado y se agradece por autopista a velocidades elevadas.

El i-Cockpit sigue sin convencer a todo el mundo, pero al menos, la presencia del interio y las sensaciones son muy buenas

Durante los días que tuve el coche, dio la casualidad que estuvo lloviendo. No todos los días, pero los suficientes como para que el asfalto estuviera muy mojado. Sin embargo, ni siquiera el suelo mojado cambiaron las sensaciones que se tenían al volante del coche. Todo es sosiego, control y suavidad, a lo que contribuyen también los neumáticos montados en la unidad, unos Michelin Pilot Sport 4 en medidas 235/40 ZR 19.

Una opción para muy determinados compradores

El Peugeot 508 es, reconozcámoslo, toda una rareza entre los fabricantes generalistas. Un sedán –en realidad es un falso sedán, tiene cinco puertas y, por tanto, es una berlina– de diseño muy cuidado, buen equipamiento, bien fabricado y con motores potentes. Para muchos, es la receta antiSUV, pero en realidad, dentro del catálogo de Peugeot, es una opción muy minoritaria. Es el modelo menos vendido de la marca, y además, uno de los más caros.

Si configuras el modelo en la web oficial de la marca, el precio se dispara hasta los 54.150 euros, una tarifa bastante elevada. Un Peugeot 408, un modelo que se acerca más a los gustos y tendencias actuales, con el mismo motor, mismo acabado y opciones muy similares, costaría 50.200 euros. Básicamente, 4.000 euros menos por un coche que comparte muchas cosas con el Peugeot 308, pero que aparenta ser más grande –es casi 100 milímetros más corto, en realidad– y ofrece lo que todo el mundo quiere ahora mismo.

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