Si rondas los 40 años, o los has superado, es posible que todavía recuerdes que antes, hace algunas décadas, cuando eras niño, era posible reconocer la marca de un coche solo por el sonido de su motor. No ocurría con todos, solo con algunos, cuyo sonido de motor era muy característico. Por ejemplo, era relativamente fácil reconocer un SEAT, o un Renault con motor trasero. Y los Citroën también eran reconocibles por el sonido del motor, sobre todo los 2CV y los Citroën GS y Citroën GSA.
El Citroën GSA era menos reconocible, pues presentaba algunos cambios con respecto al GS, modelo al que sustituía, que afectaban al sonido y a otros apartados. A simple vista, es posible que muchos piensen que apenas hay diferencias entre el GS y el GSA, pero sí que los había, aunque mantenía su característica línea y las soluciones “made in Citroën”.
La puesta en escena del Citroën GSA se produjo en 1979, nueve años después de que el GS rompiera todos los moldes habidos y por haber. Lo más llamativo, apreciable sin necesidad de tener los dos modelos uno frente al otro, son los paragolpes de plástico negro, unos elementos que no terminaban de cuadrar totalmente con la línea del coche y que afeaban un poco la estética, algo similar a lo que ocurría con la calandra, igualmente de plástico negro.
Durante finales de los años 70 y toda la década de los 80, el plástico se convirtió en uno de los componentes más usados por la industria y su presencia en las carrocerías fue notable, sobre todo en lo concerniente a paragolpes, molduras laterales, espejos, tiradores de las puertas… y no siempre se conseguía una buena integración de los mismos, como ocurrió en el caso del Citroën GSA. No obstante, el francés tampoco era de los peores y se puede decir que mantenía su encanto, aunque los paragolpes cromados eran más “auténticos”.
El plástico también inundaba el habitáculo, que pasaba a ser totalmente nuevo e incluía una instrumentación más propia de una nave espacial, lo que hacía de la conducción algo especial, aunque también algo complejo por su diseño y disposición. Sin embargo, una de las características que más destacaban en el Citroën GSA fue la adopción de un portón trasero en lugar de la pequeña portezuela del GS, que lo convertía en un auténtico cinco puertas.
Bajo el capó, los motores eran más potentes, siempre con cuatro cilindros opuestos y refrigerados por aire –de ahí su particular sonido– y además, contaba con un cambio manual de cinco relaciones de nuevo desarrollo. El motor más pequeño rendía 56 CV extraídos de 1.129 centímetros cúbicos, alimentador por un carburador vertical de doble cuerpo firmado por Weber. El más potente, con 65 CV, contaba con 1.299 centímetros cúbicos, mismo carburador del 1.130 y la misma caja de cambios.
Un coche que apareció cuando se podía reconocer la marca por el sonido de sus motores, y cuya producción duró menos que la primera generación. Se retiró del mercado el 21 de julio de 1986 y su lugar lo ocupó el Citroën BX.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS