El 21 de marzo de 1986, por fín, Renault se decidió a darle fin al 18, que tantos éxitos les había dado, y poner en circulación su reemplazo, el Renault 21, un coche que acabaría por lograr no menos éxitos. Muchos no lo recuerdan, pero en aquel momento, la firma francesa no estaba sumida en una crisis importante, donde su imagen iba camino de terminar por los suelos si no hacían algo inmediatamente. Y tenían que hacerlo bien, no había margen para perder dinero, ni un solo franco –los euros tardarían llegar casi dos décadas–.
Con el Renault 21, los franceses tenían dos objetivos: recuperar una imagen que perdían a pasos agigantados y ganar dinero. No se dejó nada al azar, no se permitieron experimentos, no se podía arriesgar. Por eso, para el diseño, recurrieron a Ital Design, al estudio de diseño del prolífico Giorgetto Giugiaro, que se inspiró en el Renault 25, el buque insignia de la firma en esos momentos, cuando los generalistas se podían permitir el lujo de ofrecer “coches grandes” y no tenía la obligación de recurrir a los SUV.
De hecho, en aquellos años se podían permitir, incluso, ofrecer versiones relativamente deportivas casi desde el primer momento. Ya lo vimos con el Peugeot 405 SRi y lo vemos con el Renault 21 RX, que viene a ser el rival directo del sedán con el león en el frontal. La configuración, la personalidad y el talante del coche, en general, es casi un calco entre los dos modelos franceses, lo que demuestra que allá por los 80, había lugar para algo más que SUV y coches electrificados.
Así, el Renault 21 RX llegó al mercado en el mismo año 1986 y tomaba como base de partida el 21 TXE, que era una variante más burguesa y equipada. Con respeto a este, se montaba la calandra de la versión con motor diésel, de color negro, y se dejaban los paragolpes plásticos sin pintar, una tendencia muy ochentera y que, según el modelo, era incluso interesante estéticamente hablando. Las molduras de las puertas también se dejaban sin pintar y ofrecía una unión visual entre los paragolpes. Curioso era el hecho de montar tiradores de las puertas cromados.
El equipamiento, visto con la mente de cualquier usuario de hoy día, puede parecer de locos. La dirección asistida era opcional, un hecho que fue criticado porque resultaba no solo más cómoda, sino que era más directa y más deportiva. Los frenos traseros, por ejemplo, eran mediante tambores y no podía montar ABS, al tiempo que las ventanillas traseras se subían y bajaban mediante el ya desaparecido sistema manual. Y todo eso completado por unos asientos de mullido sorprendentemente blando –muy característico de los coches franceses de aquellos años–.
Las pruebas de la época lo sitúan, no obstante, como uno de los mejores sedanes con talante deportivo de la época, pues lograba un buen equilibrio entre dinámica de chasis y prestaciones del motor, a pesar de su reparto de pesos poco favorable aunque típico de un tracción delantera –61% delante y 39% detrás–. El motor era un dos litros procedente del Renault 25 TS/GTS, el J7R todo de aluminio y con árbol de levas en cabeza. Se colocaba en posición transversal –como curiosidad, en el Reanult 21 también se ofrecieron versiones con motor longitudinal, toda una rareza industrial–.
Rendía 120 CV a 5.500 revoluciones y 168 Nm de par a 4.500 revoluciones. Tenían algunos detalles interesantes, como un sensor de detonación como en los motores turbo, una nueva gestión electrónica con sistema de inyección tomado del R25 GTX y un cambio manual de cinco relaciones. Podía lanzar al Renault 21 RX hasta los 198 km/h, mientras que el kilómetro con salida parada se hacía en 32,1 segundos y el 0 a 100 km/h en 11 segundos.
No era lo único que destacaba en el R21 RX, ya que la suspensión delantera era de tipo McPherson con horquilla inferior y desplazamiento negativo, al tiempo que la trasera abandonaba el eje rígido en favor de una barra de torsión con brazos transversales. La aerodinámica del 21 era de las mejores de la época, con un Cx de 0,32 y era muy ligero, solo 1.090 kilos. Lástima que la falta de liquidez de la marca en aquellos momentos no permitiera ofrecer un habitáculo mejor terminado y con mejores materiales.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS