Siempre se ha dicho eso de “gana el domingo, vende el lunes”, una sencilla frase que deja claro la importancia de la competición en la imagen que los usuarios tienen de la marca. Es lógico, por tanto, que los fabricantes se vuelquen con la competición, sobre todo con el objetivo de potenciar la imagen de algún modelo concreto, como hizo, por ejemplo, Alfa Romeo con el 155 y como hizo también PSA cuando creó Peugeot Talbot Sport en 1981. Sin embargo, el caso de Peugeot Talbot Sport –PTS– es muy diferente al de Alfa Romeo, aunque el éxito era similar: promover y mejorar la imagen de la marca, o mejor dicho, del grupo industrial.
La creación de PTS no solo fue provocada por la búsqueda de imagen, también se creó por el éxito que estaban teniendo los Peugeot 104, Simca 1000 y Talbot Sunbeam. Además, la creación de PTS también llegaba con mayores ambiciones, como el desarrollo de coches de competición para los Grupos A, B y N. El primer resultado de esta nueva andadura fue el Talbot Samba Rallye, uno de esos “coches de homologación”, que se puso en circulación para que la marca pudiera homologar la versión de competición para el Grupo B9 –por lo general, cuando se habla del Grupo B, todo el mundo se acuerda del Grupo B12, el más salvaje de todos, pero estaban en Grupo B9, 10 y 11–.
El Talbot Samba Rallye es uno de esos coches que nunca volveremos a ver. Su planteamiento es similar a los Peugeot 106 Rallye y Peugeot 205 Rallye, es decir, presenta un conjunto bastante radical, que actualmente muy pocos aceptarían. Hoy, coches de este estilo, contaría con tapicería de cuero, aire acondicionado y toda clase de elementos de confort. El Talbot Samba Rallye, como sus homólogos de Peugeot, no tenía nada de eso. Se desarrolló para ser el mejor de la categoría B9 –motores de menos de 1.300 centímetros cúbicos–, el escalón de acceso al Grupo B y como decíamos, era bastante radical en su concepción.
No tenía dirección asistida, se prescindía de todo elemento innecesario para practicar una conducción deportiva –incluso de parte de la instrumentación… – y todo lo demás se orientaba a la velocidad. Bajo el capó se instaló un motor que, por así decirlo, era un puzle de piezas de varios motores. Se tomó como base de partida el bloque de 1.360 centímetros cúbicos –pistones incluidos–, pero se equipó con el cigüeñal y las bielas del motor de 1.124 centímetros cúbicos procedente del Peugeot 104 ZS. De esta forma, se limitó el cubicaje a 1.219 centímetros cúbicos, pero logrando una potencia de 90 CV. Puede parecer poco, pero al prescindir de todo lo superfluo, el Talbot Samba Rallye apenas llegaba a 800 kilos de peso. Concretamente, la cifra es de 780 kilos, gracias al empleo, entre otras cosas, de paneles de carrocería fabricado con plástico.
Obviamente, suspensiones, dirección y esas cosas, se adaptaron para la ocasión, dando como resultado un coche claramente racing, muy deportivo. Fue bastante popular por su contenido precio y buenas prestaciones, pero la prensa criticó lo excesivamente espartano que era, solo tenía lo imprescindible para poder circular.
El Talbot Samba Rallye fue homologado para el Grupo B9 con 200 coches estrictamente reservados para clientes en posesión de una licencia de rallye. También se creó una Copa Samba, para ayudar a lanzar el modelo.
Javi Martín
Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo. También he escrito un libro para la editorial Larousse sobre la historia del SEAT 600 titulado "El 600. Un sueño sobre cuatro ruedas".COMENTARIOS