Ya os hemos hablado de la generación que se consideró el principio del fin del Mitsubishi Eclipse, la tercera, y ahora toca el turno del que fuera su sucesor y último integrante de la saga. Se trata del Mitsubishi Eclipse de cuarta generación (4G). Una vez más fue un modelo exclusivo para Norteamérica. Le precedieron el Eclipse Concept-E (2004) y el Eclipse Ralliart Concept (2005).
A mediados de la década del 2000, parecía que Mitsubishi centraba los pocos esfuerzos deportivos de su gama en su Lancer Evolution X -el último de todos-, pero aún quedaba hueco para ver la última generación del Eclipse. Se empezaba a atisbar que la marca iba a dejar completamente de lado los coches pasionales, ya que cada vez se vendían menos y no salía rentable, para de esta manera, centrar su gama casi de manera exclusiva en los todoterreno y SUV -quitando el urbano Space Star-.
Volvamos a nuestro Eclipse de cuarta generación. Si el Eclipse 3G era el más anodino de todos, este recuperaba un poco la esencia con una estética bastante más trabajada. Recordaba más al Eclipse “original”, sobre todo en su perfil. Recuperaba las formas bulbosas de la segunda generación y el diseño volvía a ser más oriental. Habría sido un bonito homenaje que recuperara los faros retráctiles de la primera, pero la legislación ante atropellos es la legislación. No podía ser.
Las motorizaciones seguían la esencia de su antecesor. Nada de turbos ni versiones de tracción integral. Se mantenía un 2.4 con cuatro cilindros y 16 válvulas como motor de acceso. Era un motor completamente nuevo -el 4G69 de origen Mitsubishi-, a diferencia del anterior ocho válvulas SOHC.
Ahora entregaba 162 CV a 6.000 vueltas y 220 Nm de par a 4.000 RPM. Tecnológicamente no era nada del otro mundo. Ni inyección directa ni doble árbol de levas. Al menos, la fiabilidad estaba asegurada. Las prestaciones continuaban siendo discretas para la versión de acceso del Eclipse: casi 9,5 segundos para alcanzar los 100 km/h y en torno a 210 km/h de punta. Su consumo medio era de unos 10,5 litros cada 100 kilómetros.
El “pata negra” era ahora el 3.8 MIVEC de seis cilindros en V -con código interno 6G75-. Rendía 265 CV a 5.750 vueltas y un par de 353 Nm a 2.750. Los 100 km/h se ejecutaban en 7 segundos clavados y superaba los 230 km/h de velocidad máxima. El consumo medio era bastante alto, unos 12 litros a los 100 km. Al menos su autonomía no era mala con un depósito de 67 litros de capacidad.
En ambos casos ahora se contaba con discos de freno ventilados en el eje delantero, y por fin, discos macizos detrás para ambos motores. Se mantenía por suerte el esquema de suspensión completamente independiente de tipo multibrazo en el eje trasero y en el delantero un McPherson. Las cajas de cambio eran una manual de cinco velocidades -se habría agradecido una de seis- y la automática ahora pasaba a ser de cinco relaciones con pasillo secuencial.
Las dimensiones exteriores en esta generación se veían incrementadas hasta los 4.565 milímetros de longitud, 1.835 mm de anchura y 1.358 mm de altura. La batalla crecía solo un centímetro, hasta los 2.575 mm, y el ancho de vías se veía incrementado en 6 centímetros en ambos ejes, hasta los 1,57 metros. El peso en ambas versiones coqueteaba con la tonelada y media. Por su parte, el maletero perdía algún litro por el camino, bajando su capacidad hasta los 445 litros por las formas algo más caprichosas de su carrocería.
El interior también estaba algo más trabajado que en la generación anterior, pero sin destacar. Su aspecto más deportivo quedaba reflejado en una bonita cúpula de relojes tras el volante, que seguía siendo de tres radios. Por lo demás, plásticos duros como antes, pero al menos esta vez con inserciones en símil aluminio, para dar algo más de alegría al habitáculo.
Los niveles de acabado eran dos tanto para el Coupé como para el Spyder. El GS para la motorización de 2,4 litros y el GT para la de 3,8 litros. También hubo un GS Sport para el 2.4 con algo más de equipamiento que el GS “a secas”.
En 2009 sufriría un restyling, mientras que en 2012 se despediría del mercado tras más de 23 años si sumamos los años a la venta de todas las generaciones. El Eclipse estaba condenado a morir, las ventas de esta última generación eran bastante discretas.
Como fin de fiesta salió una versión especial de despedida, la SE -de Special Edition-. Añadía al ya completo equipamiento del GT -asientos de cuero calefactables y eléctricos, techo solar, cámara de estacionamiento trasera y equipo de sonido Rockford Fosgate con nueve altavoces y 650 W de potencia-, llantas de aleación de 18 pulgadas oscurecidas, taloneras laterales con vinilos negros e inserción “SE” y espejos retrovisores en negro brillante.
Los precios en EEUU fueron todo un chollo durante todos los años que estuvo a la venta: por un GS pedían unos 13.500 euros al cambio aproximadamente de 2011 y por un GT en torno a 20.000. Al no venderse en nuestro mercado, como su antecesor, pocas unidades podrás encontrar para hacerte con uno.
Aun así, si buscas en alguna página de segunda mano, encontrarás alguno por entre unos 10.000 y 15.000 euros con pocos kilómetros. Una buena forma de tener un coche que probablemente, y aunque tampoco destacase en nada, se convierta en todo un clásico en unos años.
Calcula cuánto cuesta asegurar un Mitsubishi Eclipse con nuestro comparador de seguros.
Adrián Iniesta
Ingeniero electrónico industrial de profesión y amante de los coches por vocación. Dicen que aprendí a leer con las matrículas de los coches y que con 2 años me conocía todas las marcas y modelos. Cualquier cosa que me discutas sobre coches, te la intentaré rebatir ;)COMENTARIOS