Antes de que Peugeot se fuera colgando medallas en Europa por sus coches eléctricos, uno de sus modestos mini-cabriolet biplaza ya lo había conseguido durante la Segunda Guerra Mundial. Era su primer eléctrico y competía por hacerse un hueco entre los Velocars impulsados por pedales, en una época convulsa para el país galo.
Entre los años 20 y 30 Peugeot ya no trataba sus productos como artesanales. Había dado un salto industrial con el Peugeot 201, y gracias a sus ingenieros no solo salió adelante el VLV, si no que también lo hizo el fabricante francés de la gran depresión del 29. El modelo 201 fue la base de unos estudios que llevaron a Peugeot, 10 años después, a fabricar su primer eléctrico.
Durante la ocupación alemana (1940-1944) la gasolina ya estaba prohibida para los civiles, y también lo estuvo la goma de los neumáticos. No hablemos ya del codiciado permiso de circulación, que aun siendo un bien escaso, las patrullas se encargaban de hacer difícil la vida a los conductores en muchas de sus inspecciones.
Pero los Velocars no fueron la única vía de escape para los franceses. A falta de gasolina, algunos coches empezaron a funcionar con gas, lo que significa que el combustible se convirtió en madera, carbón, paja o incluso papel. El horno se llevaba atrás, en un remolque, y el gas comprimido se bombeaba directamente al motor. En España lo llamamos “gasógeno”. Otros, como los autobuses, llevaban gas acetileno comprimido en el techo o detrás del vehículo, que tenía que ser repuesto en estaciones dedicadas a ello.
El movimiento generado por electricidad en coches no solo era objetivo de Peugeot en aquel momento. Existían multitud de fabricantes que nada tenían que ver con lo automovilístico y que lo intentaron, como la compañía de aviación Breguet, o de equipos eléctricos como Mildé-Kriéger. También estaban los pequeños fabricantes como George Irat, pero finalmente Peugeot se llevó el gato al agua y lanzó al mercado este Peugeot VLV. Sus siglas significan “Voiture Légère de Ville”, en español “coche ligero de ciudad”.
La totalidad de la industria de automóviles en Francia se vio controlada por el ejército nazi para su producción, pero el modelo fue uno de los afortunados en estar entre los proyectos secretos de la fábrica. Se produjeron 377 unidades de estos descapotables con puertas plegables, ventanas laterales que se abrían con una palanca en la puerta y chasis monocasco de acero. Las dos ruedas traseras, separadas 30 centímetros, tan solo compartían un tambor de freno, y el motor arrancaba el coche con cuatro baterías de 12 voltios y 82 amperios por hora.
Estas baterías constituían la mitad del peso del vehículo, 350 kg. Llegaba a una velocidad de entre 32 y 36 km/h -dependiendo del terreno-, contaba con 3,3 CV y una autonomía de 80 km. La escasez de recursos y la falta de movilidad para los servicios esenciales (correos, asistencia médica) fueron claves para que el modelo saliese adelante. Sin embargo, el régimen de Vichy -la Francia colaboracionista- decretó la prohibición de su producción en 1943, por lo que poco se pudo disfrutar de sus características.
Durante cien años la tecnología eléctrica no ha conseguido prosperar, pero desde los 90 ha sido todo evolución, al menos en el caso de la marca francesa. Por otra parte, ha sido un nicho muy irregular, Peugeot se introdujo tímidamente con el 106 y Partner eléctrico. Ahora que Peugeot muestra con orgullo el Peugeot e-208 y el crossover eléctrico e-2008, conviene dar cuenta de sus orígenes.
Enrique Delgado
Terminando la carrera de audiovisuales y empezando en el mundo del periodismo con el espíritu de aprender sobre motor. Siempre tengo un ojo para lo que ocurre en el mundo y otro en absorber todo el conocimiento que pueda sobre él para escribir literatura, mi hobby personal.COMENTARIOS