Hay personas que restauran coches de la forma usual y otras que intentan ponerle un motor de reacción a un Corvette C3 de 1978. Bajo el capó debería haber un motor de ocho cilindros en V y 16 válvulas de 228 CV, pero este coche en concreto tiene sorpresa.
Se le quitó el motor original que llevaba para ponerle un Pratt & Whitney ST-6B de gas y turboeje de 892,2 CV. Este motor estaba diseñado para ser usado en helicópteros, pero se ha conseguido meter en el capó de un Corvette. Acelera de cero a 100 en casi 3 segundos y tiene una velocidad máxima de casi 290 km/h.
No obstante, meter ese motor en un espacio tan reducido como el hueco para el motor del Corvette C3 tiene sus problemas. Los ingenieros tuvieron que diseñar una manera de sacar todo el aire caliente que produce este motor de reacción. Para ello, han creado un tubo de escape plano que va desde la parte delantera del motor, se bifurca y se vuelve a juntar en la parte trasera de forma masiva, rectangular y que ocupa todo el ancho del coche.
En la parte del motor se ha tenido que añadir un condensador de grandes dimensiones para poder controlar la temperatura, a lo que se le ha añadido un aire acondicionado. La temperatura asciende hasta los casi 538 grados por las dimensiones del propio motor y su funcionamiento. Esto también hace que se dispare el consumo de combustible, aunque no se especificó en cuánto aumenta o cuánto consume de normal.
Otro de los puntos clave de este Corvette C3 es el ruido que hace en marcha. Si pasa por tu lado, no escucharías el motor de un coche, pensarías que un avión te está pasando muy de cerca mientras se prepara para coger pista para el despegue. No es que sea un coche para el día a día. Entre el ruido y el consumo, o los vecinos hacen una barricada o acabas arruinado de tanto darle de comer.
Precisamente, ese motor de turbina que hace que este coche suene como un avión hace también que sea difícil de conducir. Su velocidad mínima es tan alta que no necesitas casi pisar el acelerador con el coche al ralentí, con lo que hay que tener los frenos controlados en todo momento. De hecho, tiene un quinto freno para ayudar a controlarlo a velocidades bajas. Eso sí, cuando se pisa el acelerador, vuela, aunque no literalmente.
Los mandos también cambian. Aunque sigue manteniendo la llave de contacto para encender el motor, los botones para ponerlo en marcha son como los de una aeronave. También se ha mantenido la palanca de la caja de cambio del coche.
Este Corvette C3 con motor de turbina es la pieza más preciada del Rock ‘N Roll Car Museum de Austin, Texas. Su dueño compró el coche en 2005 por 550.000 dólares, algo más de 509.050 euros, aunque estima que, si lo tuviera que hacer ahora con todas las modificaciones, saldría por unos 800.000 dólares, 740.444 euros. Una verdadera joya de coleccionista. No es de extrañar que sea pieza de museo.
Laura Salas
Quise ser periodista porque campeona del mundo de motociclismo ya no podía. De pequeña jugaba con los cochecitos de los huevos de chocolate y con cualquier coche que mi padre dejara desprotegido y a la vista. Le rompí la puerta a su miniatura de un Ferrari. Nunca volvió a ser el mismo (el Ferrari). Siempre intento aprender algo nuevo todos los días. Soy curiosa por naturaleza, qué se le va a hacer.COMENTARIOS